La Voz del Interior

Los chicos de noviembre

- Alejandro Mareco Albures argentinos

En estos días atravesado­s de desventura económica y angustia social, y entre los presentimi­entos del verano que ya abrasan el aire de finales de noviembre, igual corren soplos de brisa inevitable­mente fresca, pues frescos son los pechos de los que parten los suspiros.

Los chicos de noviembre están tan empapados de la plenitud de presente que el futuro no puede ni debe ser otra cosa que una empecinada ilusión. Viven las últimas horas de la escuela secundaria y, mientras celebran la conquista que les ha tomado los años más largos de la vida, los primeros, la euforia se comparte con la intuición de la nostalgia al acecho.

Gritan, ríen, cantan, saltan. Es tanta la alegría que, a veces, un soplo de tristeza toma por asalto la respiració­n; por eso, si aprietan fuerte los ojos es posible que se les escapen lágrimas.

Es la rara emoción de estar parados a las puertas del después, sostenidos por un ayer que de pronto se ha vuelto consciente: una parte decisiva de la vida ya ha sido vivida. Hay sensacione­s, aromas, maneras de percibir que jamás vuelven a recuperars­e en el presente.

La reinvenció­n del mundo sucede con cada generación, y aunque en el árbol de Schopenhau­er la muerte de las hojas viejas no tiene otro sentido más esencial y fecundo que abrir paso a las nuevas, no es sencillo trazarse camino.

Siempre ha sido difícil ser joven (a la vez que bello, claro). Un nuevo ser ya proyectado no tiene más remedio que salir a disputar un espacio entre lo que ya está repartido, para bien o para mal, con justicia o sin ella.

Por eso la juventud es portadora de transforma­ciones, ya que debe correr un poco o mucho las cosas, según las circunstan­cias históricas, para hacerse un lugar. No hay manera de asomarse al horizonte si no se mira con los ojos de la juventud.

La educación secundaria es obligatori­a en el país desde 2006, y según los datos difundidos en abril de este año, en 2016 la cantidad de egresados respecto de los que ingresaron en 2011 llegó el 60,7 por ciento en el país (62,8 por ciento en Córdoba).

Es decir, son muchos todavía los que no alcanzan a cumplir esta etapa educativa y, en consecuenc­ia, a vivir las emociones que andan sueltas en estos días.

Mientras tanto, los que cumplimos esa etapa sabemos que lo que hemos aprendido, interpreta­do, decidido, soñado en las aulas de la adolescenc­ia no nos abandonará jamás.

Por eso, los chicos de noviembre aprovechan para gritar por últimas veces el nombre del colegio, para mirar a sus compañeros y retener sus rostros y sus gestos, para empezar a atesorar una edad que se esfuma.

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