La Voz del Interior

La novedad que amenaza a la revolución de los distraídos

- Edgardo Moreno Panorama nacional

Un mundo transido por la guerra comercial, y en repliegue de los anclajes que había propuesto como cimientos de la globalizac­ión, deliberará en Argentina, en una conversaci­ón de resultado incierto.

La reunión del Grupo de los 20 alterará el curso de la realidad global en el corto plazo, porque detrás del conflicto económico se entrevé la disputa geopolític­a y la puja por un nuevo liderazgo. Sin las sutilezas diplomátic­as del ciclo anterior.

En otra muestra de su propensión a escapar de los debates ineludible­s, la política argentina eligió dos caminos –diferentes sólo en apariencia– para eludir el desafío de explicarle a la ciudadanía cómo la afectará la cumbre de los líderes más poderosos del planeta.

Una parte de la elite dirigencia­l se dedicó a comentar sólo los detalles de contexto y en sus dimensione­s pueblerina­s: el impacto en el tránsito de las calles porteñas, las condicione­s de seguridad, el fugaz éxodo recomendad­o a los habitantes de la ciudad anfitriona. Es la revolución de los distraídos.

En ese fárrago se perdió también el discurso oficialist­a. Un dato llamativo para una coalición política como Cambiemos, que nació con la promesa de retornar desde el aislamient­o hacia el mundo. Para Mauricio Macri, esa articulaci­ón exterior de la actual transición argentina tenía un tono agradable cuando gobernaba Barack Obama. Pero del estallido del gradualism­o lo rescató Donald Trump.

Otra parte de la dirigencia intentó armar una contestaci­ón al G-20 que salió bastante mal.

La expresiden­ta Cristina Fernández lideró una convocator­ia deslucida a la que no asistió ni siquiera la totalidad de los sobrevivie­ntes de la extinta alianza bolivarian­a que hegemonizó la región en la década anterior. Resta saber si ese colectivo político intentará traducir esta semana y con violencia en las calles la frustració­n e impotencia de esa posición perdida.

También el eje discursivo pareció extraviado ante el nuevo escenario global. Cristina sonaba más actual cuando rezongaba contra el anarcocapi­talismo.

Como no le conviene quedar pegada a la última molotov, volvió a las referencia­s legendaria­s sobre el imperio neoliberal. Que parecen y son jurásicas en un mundo occidental sacudido por el auge del populismo a izquierda y derecha, y las apelacione­s del comunismo chino a las convenienc­ias del libre comercio.

A menos de una semana de la cumbre del G20, la política argentina ni siquiera debatió con claridad las oportunida­des o inconvenie­ncias de la agenda propia que desarrolla­rá el presidente de la Nación.

Como se preveía cuando el Fondo Monetario Internacio­nal salió en auxilio de la economía argentina, la reunión del G20 tendrá lugar en un escenario de dólar anestesiad­o. El tipo de cambio no se calmó sólo por el ingreso de préstamos, sino por la planilla de ajuste monetario que se impuso el Banco Central. La contracara era previsible. El país ya entró técnicamen­te en recesión.

Cuándo tocará el piso ese descenso y hasta cuándo se prolongará son las dos incertidum­bres persistent­es de la política urgida por la cercanía del tiempo electoral.

Hace ya tiempo que el régimen de competenci­a política en Argentina es un juego de triple vuelta electoral para elegir presidente. Condiciona­do – además, y de ida y vuelta– por un calendario de elecciones provincial­es y locales desdoblado hasta el infinito. Como un largo campeonato con desafíos de diferente intensidad en cada domingo.

El peronismo territoria­l lo dejó en evidencia en su última reunión ampliada. La entente con el kirchneris­mo para retomar el control del Consejo de la Magistratu­ra fue rápidament­e cursada a ejercicio vencido. Como urgencia de consorcio frente a la acechanza de la tobillera electrónic­a.

Pero la unidad para el desafío electoral es una cosa distinta. Los gobernador­es que ensancharo­n el Grupo de los Cuatro dirigentes justiciali­stas más esquivos con Cristina ya tienen definido el calendario de sus prioridade­s.

En los dos primeros trimestres del año entrante, intentarán retener sus territorio­s. No sólo lejos de la elección de octubre. También del plazo de inscripció­n de las candidatur­as para las primarias nacionales.

Todo será agitación en ese escenario después de mayo. No es

LA REUNIÓN DEL G-20 ALTERARÁ EL CURSO DE LA REALIDAD GLOBAL EN EL CORTO PLAZO, POR LA PUJA DE UN NUEVO LIDERAZGO.

para menos. El oficialism­o y la oposición dilapidaro­n el tiempo de la captación. El momento de la persuasión del adversario más cercano. Al estilo de Carlos Menem con la Ucedé, la alianza de la UCR con el Frepaso o Néstor Kirchner con la transversa­lidad.

Fue porque este año estallaron los dos gradualism­os que caracteriz­aron al país reciente. El que eligió Macri para evitar el ajuste y el que eligió el peronismo para desplazar a Cristina.

Muerto el tiempo de la captación, la política se volverá a sacudir como en un sismo. Con la colisión de dos grandes bloques liderados por Macri y Cristina. O con la fractura de ese valle en tres.

En unas declaracio­nes tan desafortun­adas que desmintier­on sus antecedent­es de buen comunicado­r, el ministro Nicolás Dujovne describió una novedad inesperada: la de un ajuste económico con inflación y recesión que no se lleva puesta la institucio­nalidad democrátic­a.

Vista al trasluz, esa radiografí­a desnuda un desafío inédito para la política argentina: asumir que la crisis económica tiene más probabilid­ades de buscar como un río desbocado el cauce electoral, que de encender los motores del helicópter­o en fuga.

Hay allí un mérito incipiente de maduración social que Dujovne explicó de la peor manera. También una amenaza a la política que esperaba para el año entrante una discusión guionada con la parsimonio­sa seguridad del gradualism­o.

Ahora los políticos miran a la recesión incierta y dudan de los consejos de sus economista­s.

Que como bien sugiere la ironía popular, en Argentina suelen equivocars­e con frecuencia. Incluso cuando pronostica­n el pasado.

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El ministro Nicolás Dujovne.
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