A la caza de la huella oculta de la enfermedad de Alzheimer
Una de las problemáticas actuales, pero que viene gestándose desde hace tiempo, en el ámbito de la salud pública es la marcada tendencia al incremento de la población envejecida. En América, las proyecciones señalan que para 2025 se duplicará el número de personas de más de 65 años, con un aumento proporcional de las problemáticas relacionadas con esa etapa de la vida.
Nuestro país está en sintonía con esta tendencia. En el último Censo Nacional (2010), Argentina tenía seis millones de adultos mayores de 60 años (14% de la población). Esta cifra nos ubica dentro del grupo de países con el porcentaje más alto de población de adultos mayores en la región.
Si tenemos en cuenta que las demencias en general, y la enfermedad de Alzheimer en particular, son una epidemia en todo el mundo, el máximo esfuerzo de los investigadores está puesto hoy en determinar los factores que aumentan el riesgo de padecerlas y en actuar sobre ellos para poder prevenirlas.
El diagnóstico final de alzhéimer se confirmaba durante el examen post mortem, aunque, en los últimos años, se han logrado progresos en el tratamiento y en la detección temprana. Encontrar cambios en el tejido cerebral asociados con las primeras etapas de la demencia fue uno de los avances recientes de Pablo Scodeller y de Aman Mann realizado en el laboratorio de Erkki Ruoslahti, en la Universidad de California, San Diego, Estados Unidos.
Scodeller, un mendocino que estudio y se doctoró en Argentina, nos cuenta sobre el hallazgo del CTGF (factor de crecimiento del tejido conectivo), una proteína que se deposita en las paredes de los vasos sanguíneos del cerebro en las primeras etapas del alzhéimer.
“Descubrimos que la proteína CTGF comienza a acumularse en los vasos sanguíneos cerebrales incluso antes de la aparición de las placas betaamiloideas, típicas de la enfermedad de Alzheimer”, explica Scodeller. Una buena punta para desenmarañar este ovillo
El artículo, publicado en Nature Communication también describe una cadena corta de aminoácidos o péptido, denominado “DAG”, que tiene la propiedad de pegarse al CTGF. El DAG puede ser inyectado en el torrente sanguíneo, donde rápidamente busca a su compañero, CTGF.
Esto es muy importante para facilitar el diagnóstico, ya que DAG es capaz de dirigir pequeñas partículas de óxido de hierro, mil veces más pequeñas que una célula, hacia el área afectada. La acumulación de estas partículas genera contraste en la tomografía por resonancia magnética, lo que ayuda a médicos e investigadores a localizar y a definir la extensión del daño. Para Scodeller, el DAG podría detectar la enfermedad de Alzheimer mucho antes que los agentes de contraste que están aprobados actualmente para uso clínico.
El péptido DAG puede llevar consigo no sólo un compañero para el diagnóstico, sino también un fármaco terapéutico.
“Ahora se puede tomar el CTGF y hacer por diseño algún compuesto que se una a un sitio importante de esta proteína y que así le quite funcionalidad. O se puede desarrollar un anticuerpo para bloquearla”, dice Scodeller. “Otra opción terapéutica sería inhibir la síntesis del CTGF en los dos tipos celulares que la producen, las células de los vasos sanguíneos del cerebro y los astrocitos, un tipo de célula cerebral, aunque esto último es más difícil de hacer que lo primero”, agrega.
Otro punto clave del descubrimiento es que el CTGF está expuesto en los vasos sanguíneos, o sea en contacto con la sangre, de manera que cualquier compuesto terapéutico o de diagnóstico que se inyecte por sangre tendrá acceso a él. “No es que tiene que penetrar el tejido ni entrar en la célula, lo que es difícil de lograr, para llegar a su blanco”, continúa Scodeller.
Aunque el estudio se realizó en modelos de ratones con la enfermedad, los investigadores encontraron DAG unido a CTGF en muestras de tejido proveniente de pacientes con alzhéimer, lo que es relevante desde el punto de vista traslacional. “La presencia de CTGF en una etapa temprana de la enfermedad abre la puerta al diagnóstico y a la terapia”, dice Scodeller, ya que “CTGF aparece en los vasos sanguíneos de los cerebros de enfermedad de Alzheimer mucho antes que los trastornos metabólicos del cerebro causados por la enfermedad”.
El péptido fue patentado, Scodeller eligió la Universidad de Tartu, Estonia, para continuar sus investigaciones, pero el equipo de San Diego siguió trabajando para llevar algún producto a la clínica que se base en el concepto de apuntar a este blanco (CTGF), ya sea usando péptidos, moléculas pequeñas o anticuerpos, o bien para mejorar el diagnóstico o para obtener respuesta terapéutica.
Para ello fundaron una empresa de biotecnología (AivoCode, https://aivocode.com), que tiene la licencia de la patente. AivoCode está centrada en la neurociencia y es pionera en el desarrollo de tecnologías innovadoras y de plataforma amplia para mejorar el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades neurológicas.
Los hallazgos de este estudio son esperanzadores. La enfermedad de Alzheimer es devastadora para el paciente y la familia, y no debería dejar a nadie indiferente.
(*) Neurocientífica