El dueño de la pelota la acaricia y sonríe Roberto Battaglino
Los historiadores carecen de registros que certifiquen que el adolescente Luis XIV dijo a sus 16 años ante una serie de dudas cortesanas sobre la toma de decisiones en la Francia del siglo 17: “El Estado soy yo”.
Pero la frase ha quedado grabada para simbolizar la diferencia entre absolutismo y republicanismo a lo largo de todos estos años. Escribíamos semanas atrás que en Córdoba ya no se podía hablar de “cancha inclinada” para analizar los procesos electorales y la tendencia de los oficialismos por usar el aparato público en función de intereses partidarios, sino que era más un fenómeno de “dueño de la pelota”: se juega cuando yo decido que se juega, porque el Estado…
La Córdoba que le ha ido dando la espalda a la concepción republicana se nos muestra todos los días. Esta semana fue a través del anuncio de un nuevo cambio en las reglas electorales para poder votar en la fecha que más le conviene al actual gobernador, aspirante a permanecer en el poder cuatro años más.
Juan Schiaretti no sucumbió a la tentación en la que cayeron ya sus antecesores y decidió ir más allá. Será el gobernante que llame a disputar su sucesión con mayor antelación desde el regreso de la democracia. Ramón Mestre padre había citado a elecciones para buscar su reelección con una anticipación de 208 días. Schiaretti subió la apuesta y convoca a votar 212 días antes del fin de su segundo mandato no consecutivo.
A Mestre padre le sacaron la pelota en aquella votación y el peronismo de Schiaretti y José Manuel de la Sota se aferró al balón con una tenacidad sin precedentes en nuestra historia institucional.
El camino que Schiaretti trazó para buscar su reelección tiene acciones programadas al detalle, preciados obsequios de quienes deberían ser sus opositores y otros hechos inesperados. Todos le allanaron el camino.
La muerte de De la Sota lo dejó en soledad en la conducción del peronismo de Córdoba y sin discusión de su jefatura. La ambivalente relación con Mauricio Macri le ha traído mucho más beneficios que costos y en Cambiemos Córdoba siguen preguntándose si el Presidente quiere a uno de ellos o que siga el actual gobernador. Y los juegos internos dentro del peronismo nacional le vienen dando resultados, como lo fue aliarse con el kirchnerismo para imponer un miembro en el Consejo de la Magistratura de la Nación.
En este sentido, no es menor que una semana antes de la fijación de la fecha electoral, la Justicia federal haya sobreseído por prescripción al gobernador en la causa por sobresueldos que viene del gobierno de Carlos Menem, y en la cual otros funcionarios que compartieron el gabinete nacional con Schiaretti fueron condenados.
La prescripción resuelve cuestiones desde lo penal, pero deja (mejor dicho, debería dejar) la enorme duda respecto de si los funcionarios cometieron o no actos delictivos con recursos públicos.
Pero cuando importa poco el plano de lo legal (cambian leyes electorales cada vez que lo necesitan), la dimensión ética parece quedar reservada para conversaciones retóricas.
Mientras tanto, la coalición gobernante provincial sólo debe definir detalles; por ejemplo, si la compañera de fórmula de Schiaretti será la hija del fallecido fundador del proyecto y cómo el gobernador ungirá al candidato a intendente de Córdoba.
Al frente, en el único espacio que aparece en condiciones de disputarle el poder, es todo incertidumbre. En Cambiemos, ni siquiera saben si el máximo conductor del espacio, Mauricio Macri, quiere o no ganar Córdoba.
De ahí para abajo, unos quieren una interna abierta, mecanismo que implica el riesgo de intromisiones de otras fuerzas que inclinen la balanza a favor del precandidato que más le convenga al rival; otros apuestan a un lejanísimo entendimiento de los principales actores, y los restantes sostienen que desde la conducción nacional de Cambiemos se debe medir quién está en mejores condiciones.
Ningún camino que se elija dejará conformes a todos.
Mientras, el dueño de la pelota la acaricia y sonríe.