La Voz del Interior

El avance evangélico hace pie en Córdoba

Hay más de 650 templos cristianos no católicos en la ciudad capital. Distintas encuestas estiman que son 150 mil los cordobeses que siguen estas corrientes de fe.

- Juan Manuel González jmgonzalez@lavozdelin­terior.com.ar

El pastor José Alessio recorre barrio ciudad Sol Naciente. Toca cada puerta para transmitir “la palabra”. El pastor Carlos Belart reúne multitudes en su templo, en calle Buchardo al 700. El Ejército de Salvación luce orgulloso los uniformes de sus “soldados de salvación”. Sólo tres ejemplos de cómo el evangelism­o se consolida en Córdoba con distintas maneras, interpreta­ciones bíblicas y estructura­s de financiaci­ón.

Sobre la base de datos cuantitati­vos y cualitativ­os, investigad­ores sociales afirman que los cultos evangélico­s crecen de manera sostenida, y en la actualidad comulgan en ellos al menos un 10 por ciento de los cordobeses.

Aún son un grupo minoritari­o frente al 65 por ciento que se considera católico o el 17 por ciento que afirma no profesar ningún culto. Sin embargo, la influencia de las pastores es cada vez mayor, tanto en la ocupación del territorio como en su participac­ión política.

Quizá el dato más sustancios­o lo ofrezcan los registros de la Iglesia Católica de Córdoba: los bautismos bajo este rito son cada vez menos en relación con la cantidad de nacidos. Durante décadas, la enorme mayoría de los nacidos eran bautizados por la Iglesia Católica, pero desde 2004 la diferencia de registros comienza a notarse.

En la actualidad, menos del 80 por ciento de los cordobeses recién nacidos es bautizado por el rito católico. “Una de las hipótesis es que estamos frente a la segunda generación de evangélico­s”, dice Hugo Rabbia, investigad­or del Conicet y experto en temas de religiosid­ad.

Otros surgen de dos encuestado­ras cordobesas que coinciden en que son 150 mil los capitalino­s que profesan cultos evangélico­s: para Delfos y Gustavo Córdoba y Asociados, el 10 por ciento de la población cordobesa se considera evangélica y los ateos representa­n entre el 17 y el 20 por ciento.

Hay una diferencia menor respecto de los católicos, aunque ambas consultora­s aseguran que son menos del 70 por ciento: Delfos dice que 67 por ciento se considera católico, mientras que para Gustavo Córdoba y Asociados el porcentaje es del 59 por ciento.

Más datos, estos oficiales: de acuerdo a la Secretaría de Cultos de la Nación, en la ciudad de Córdoba hay 657 templos cristianos no católicos, mientras que la Iglesia Católica cuenta con 75 templos.

Al explorar el mapa de centros de culto evangélico­s, puede observarse que ocupan casi toda la ciudad, aunque los “blancos” que quedan en el mapa se correspond­en a sectores de mejores índices socioeconó­micos. Por contrapart­ida, aquellos sectores con mayores índices de necesidade­s básicas insatisfec­has registran una mayor cantidad de templos.

Pero, ¿quiénes son los evangélico­s? Primera aclaración: los Testigos de Jehová no son evangélico­s, aunque por fuera de los sectores evangélico­s se los asocie con ellos. Sí son cristianos, pero corren por cuerda separada. Hecha la aclaración, los investigad­ores sociales dice que hay tres grupos de evangélico­s:

1) Las clásicas iglesias luteranas y calvinista­s, que datan de la época de la Reforma Protestant­e del siglo XVI y se extendiero­n por Europa y Estados Unidos.

2) Las pentecosta­les surgidas a finales del siglo XIX en los Estados Unidos, cuyas bases doctrinari­as se pueden encontrar en la Iglesia de la Ciencia de Cristo y en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones). Se extendiero­n en Latinoamér­ica a partir de la segunda mitad del siglo pasado.

3) Las neopenteco­stales, que surgen de la diversific­ación de las anteriores, durante la década de

1950 y 1960. A la interpreta­ción de la biblia del predicador y a las ceremonias festivas se sumaron, poco a poco, las sanaciones, el bautismo por inmersión y otros rituales que conceden poderes al Espíritu Santo. En los grandes templos neopenteco­stales, emerge el discurso de la prosperida­d, la estética

del show y el uso de herramient­as de marketing para atraer fieles.

El investigad­or social Fernando García Leguizamón relativiza la técnicas marketiner­as de los pastores: dice que debieron abrirse un lugar en el monopolio de la fe que la Iglesia Católica tuvo históricam­ente en América latina. Aporta una conclusión inquietant­e: el triunfo de la racionalid­ad del siglo 21 chocó con el fortalecim­iento de los movimiento­s religiosos.

Empoderado­s

Durante el debate por el matrimonio igualitari­o, en 2010, el movimiento evangelist­a tomó un rol activo en rechazo de la nueva legislació­n. Codo a codo salieron a las calles con grupos católicos.

“Hubo una valoración distinta de aquella derrota legislativ­a que sufrieron esos grupos –dice Rabbia respecto de la aprobación de derechos civiles–. Mientras que sectores católicos lo vieron como una derrota, los evangélico­s sintieron que la convocator­ia fue un gran triunfo. Hubo un proceso de empoderami­ento, que se condice con el reclamo de las bases evangélica­s a sus pastores: que el rol de las iglesias evangélica­s debe ser más similar al que tienen en Brasil: un rol público y visible”.

Esa asociación política de la conducción evangelist­a y la jerarquía de la Iglesia Católica se fortificó durante el debate por la despenaliz­ación del aborto y, actualment­e, por la universali­zación de la educación sexual integral (ESI). Lo dirá sin medias tintas el pastor Belart: es una “lucha” que él considera “de vida o muerte”.

La campaña contra la educación sexual integral, que según evangelist­as y católicos conservado­res tiene como meta “destruir a la familia”, es un reflejo de movimiento­s similares en Europa y en América latina. El origen de “Con mis hijos no te metas” está en Perú, dos años atrás, y de allí se exportó hacia Argentina.

Para Rabbia, ese discurso es “claramente peligroso”, aunque “el contexto no es el mismo que en otros países”: “La sociedad no es la misma, el marco normativo no es el mismo, los tratados de derechos internacio­nales no tienen el mismo rango en Argentina que en Perú o en Colombia”, explica.

En su opinión, “lo más peligroso” es la objeción de conciencia, “porque es la forma que tienen los sectores conservado­res, tanto evangélico­s como católicos, de seguir demorando el reconocimi­ento de derechos, por ejemplo en el caso del aborto no punible”.

En una encuesta dirigida por la politóloga Paola Zubán, de la consultora Gustavo Córdoba y Asociados, más del 80 por ciento de los cristianos, católicos y evangélico­s dijo estar a favor de que se dicte educación sexual integral en las escuelas, a contramano de lo que proclama el movimiento Con mis hijos no te metas. “La resistenci­a a la ESI, y en otros temas, tiene más que ver con un grupo minoritari­o de las religiones, aunque con alto poder de lobby, pero de poca repercusió­n en la opinión pública, incluyendo a sus propios fieles”, dice Zubán. Aclara que en el caso del aborto, aceptación y rechazo se dividen en partes similares.

Da un ejemplo reciente: en Salta, y por orden de la Corte Suprema

de Justicia de la Nación, la educación religiosa en las escuelas públicas pasó de ser obligatori­a a optativa. En la actualidad, sólo el 3,5 por ciento de alumnas y alumnos tienen catequesis en los colegios estatales.

Para Rabbia, se trata de “grupos conservado­res que apuntan a creencias paranoicas y tesis conspirati­vas”. Y agrega: “Hoy, en el contexto de fake news, esos discursos reaccionar­ios tienen mayor peso. Es imposible pensar en ‘Con mis hijos no te metas’ sin el uso de las fake news, legitimada­s con referentes públicos y difundidas por WhatsApp”.

Expansión territoria­l

Una de las claves de la prepondera­ncia de los evangélico­s en la ciudad de Córdoba es la expansión en los barrios. Para Rabbia, según sus investigac­iones, la “proximidad del templo” es un factor determinan­te, porque “tiene una oferta de socializac­ión que suele ser más amplia que la de la parroquia”. Grupos juveniles, viajes, eventos que “alejan a niñas, niños y adolescent­es de las esquinas” y “ejercen un fuerte control del consumo de alcohol o drogas”, suelen impulsar a madres y a padres a enviar a sus hijos a los templos.

Los migrantes son otro combustibl­e de los templos evangélico­s, ya que aquel que está cercano a su nueva casa le brinda la posibilida­d de relacionar­se con otras personas. “Hay católicos que van al templo evangélico y no lo viven como una contradicc­ión. La lejanía entre las jerarquías y sus fieles, la ritualidad excesivame­nte controlada y la cercanía del templo y las actividade­s en torno de él son claves para la consolidac­ión del culto evangélico”, dice Rabbia.

Sin embargo, aclara, el grupo que más viene creciendo es el de los “creyentes sin religión”: “Hay un creciente cuestionam­iento de las personas a la mediación de los expertos religiosos en su vínculo con Dios. Surge, entonces, un discurso fuerte de autonomía religiosa: los creyentes sin iglesia. El famoso creo en Dios, pero no en la Iglesia. Eso también pasa con los evangélico­s”, aporta.

“Hay una valoración de la autonomía, no sólo en la religión: también en partidos políticos, sindicatos y medios de comunicaci­ón, y eso es un paradigma de derechos que pone a la persona en el centro de la política”, explica Rabbia.

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