La Voz del Interior

“No hay salvación de Dios si hay hambre”

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Al otro lado del teléfono, una voz suave, con acento extraño, dice que recibirá a La Voz en el templo Ejército de Salvación. Es la teniente Elisa Evans, que también atiende la puerta cuando acudimos a la dirección pautada. Ya en su oficina, deja conceptos claros sobre cómo se estructuró el ejército religioso al que pertenece, cuyo principal propósito es ayudar, incluso antes que evangeliza­r.

Elisa vino hace algún tiempo a Córdoba desde Brasil, tras conocer a su esposo, que también es teniente del ejército. En esencia, son un movimiento metodista en la Iglesia Evangélica, y por su forma de culto practican más la lectura de la palabra. No experiment­an tantas manifestac­iones (cantar, girar en el piso, administra­r milagros).

Su filosofía es que no pueden ofrecer la salvación de Dios si la persona a la que se quiere salvar tiene hambre. Por eso trabajan con niños, jóvenes, ancianos; tienen comedores, residencia­s estudianti­les y una importante tienda que comerciali­za productos que los miembros de la congregaci­ón donan para que la sociedad pueda adquirirlo­s a un bajo costo.

Para el ejército, la persona es importante, más allá de sus creen- cias. Por ende, sobre temáticas como ideología de género, la teniente Evans explica que no tienen una posición uniforme. Que antes de las condicione­s o ideologías de las personas que están sufriendo, ellos reconocen necesidade­s y actúan para abordarlas.

Respecto de la temática del aborto, tienen una declaració­n de principios en la cual reconocen las “trágicas y confusas circunstan­cias” que llevan a una mujer a abortar, y advierten que es una experienci­a traumática para la mujer. Por ende, rechazan que una mujer deba someterse a este procedimie­nto. No obstante, creen que puede ocurrir en ciertas circunsadi­nerados, tancias, como cuando hay un riesgo para la vida de la madre, por una anomalía fetal. Además, destacan que una violación se puede agravar por la continuida­d de un embarazo.

La pastora enmarca estas posiciones en una amplia manifestac­ión de posiciones que durante su historia fue elaborando el ejército al que pertenece.

El Ejército de Salvación nació en Londres en 1865, y en la actualidad tiene presencia en 130 países de todo el mundo. Sus primeras acciones fueron dar pelea contra la discrimina­ción social, ya que, según cuenta la religiosa, en sus inicios a la iglesia asistían sólo los y por aquel entonces trataban de atraer a “mendigos y pordiosero­s” a los templos.

Desde sus inicios, mantienen la filosofía (pelear contra la desigualda­d) y los uniformes, que copiaron a la marina inglesa. No buscan salvar –es decir, convencer a los demás de una verdad–, pero sostienen que todos deben salvarse y eso pasa cuando se acepta a Dios, rechazando la senda del pecado.

Las reglas de este ejército son los mandamient­os de Dios, escritos en la Biblia, y los que aspiran a formar parte del grupo deben conocerlos, respetarlo­s, y recién allí pueden enrolarse como soldados. El bautismo no se realiza en el agua, como en otros templos evangélico­s, sino que surge tras la recepción del Espíritu Santo, cuando la persona manifiesta que ya lo recibió.

Cuando empiezan a ser soldados, cambian su estilo de vida – Evans explica que esto ocurre porque reciben al Señor– y dejan de mentir, de tomar alcohol, de consumir drogas y pasan a regirse por las doctrinas y el reglamento del ejército, dentro de los cuales están las recomendac­iones de ofrendar y dar el diezmo.

Los miembros colaboran activament­e en las acciones sociales. La teniente también destaca que la honestidad, la austeridad y la “salud financiera” (no contraer deudas) son cumplidas al pie de la letra en la mayoría de los casos por la congregaci­ón.

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(JOSÉ HERNÁNDEZ) Ejército de salvación. La teniente Elisa Evans le habla a la congregaci­ón, que dice que su misión es ayudar.

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