El 44% de los chicos argentinos son pobres
El 42% de los chicos argentinos residen en hogares con ingresos insuficientes y casi cinco de 10 tienen vulnerados derechos. Los datos se desprenden de un informe de Unicef sobre pobreza multidimensional.
El 42 por ciento de los niños y adolescentes, de 0 a 17 años, en la Argentina residen en hogares con ingresos insuficientes que no les permiten cubrir una canasta de bienes y servicios básicos. Más del ocho por ciento vive en familias que no tienen recursos para la canasta básica alimentaria.
A la vez, casi cinco de cada 10 (48%) chicos experimentan vulneración en algunos de los derechos básicos relacionados con la educación, el saneamiento y la protección social, la vivienda adecuada y el acceso al agua y a un hábitat seguro. De ese total, veinte puntos porcentuales corresponden a privaciones severas. Si se consideran ambas variables, es posible afirmar que el 44 por ciento de los pobres son niños y adolescentes.
Las cifras de la pobreza relacionadas con la infancia superan a las que arroja la incidencia en la población total: 27% para la pobreza monetaria y 38% para las privaciones no monetarias.
Los datos surgen de la investigación “Pobreza y privaciones monetarias y no monetarias”, de Unicef Argentina, de la Universidad Nacional de Salta, de la Universidad Nacional de General Sarmiento y de Equidad para la Infancia, que aborda la pobreza multidimensional en el país.
Según el estudio, la pobreza (monetaria y no monetaria) ha disminuido en la última década, pero los niveles siguen muy altos y con cierta resistencia al cambio durante los últimos años.
“En lo que refiere a la niñez y adolescencia, vivir en la pobreza durante las primeras etapas de la vida significa no asistir a la escuela o hacerlo con retraso, no tener vestimenta digna y estar privado del acceso al agua potable y a la electricidad. También, vivir en espacios inseguros y en condiciones de hacinamiento o enfrentarse a otras carencias”, plantea.
Estas realidades, además de tener consecuencias negativas en los chicos, contribuyen a que la pobreza se reproduzca en la siguiente generación. En otras palabras, el presente y el futuro de los niños se ven comprometidos, al igual que el desarrollo económico y el bienestar social del país.
“Aparece así revelado un fenómeno conocido: la pobreza en la niñez es más elevada que la pobreza en adultos, y esto se cumple tanto si toman en cuenta las privaciones no monetarias como monetarias. En los hogares identificados como pobres, viven más niñas y niños que aquellos otros que no sufren este problema”, se indica.
Existen grandes brechas entre grupos de población definidas por edad, sexo, nivel educativo e inserción ocupacional, que dejan al descubierto la existencia de desigualdades en el acceso a bienes y servicios básicos para el funcionamiento biológico y social.
Los niños y adolescentes que residen en hogares cuyo jefe o jefa tiene bajo nivel educativo e inserción precaria en el mercado laboral cuentan con niveles de privación mucho más elevados que aquellos que residen en hogares con mayores años de escolaridad del jefe de hogar y una condición de empleo más estable (ver Un chico que vive...). En términos absolutos, alrededor de 17 millones de personas tienen privaciones en al menos una de las dimensiones consideradas en este estudio, y 6,3 millones de niñas y niños ven vulnerado alguno de sus derechos.
Por el lado de los ingresos, unos 12 millones de argentinos residen en hogares con ingresos insuficientes, y 5,5 millones de niñas, niños y adolescentes se encuentran en esta situación.
Los hogares extendidos y los monoparentales suben el riesgo de que los niños padezcan altos índices de pobreza y se observa que las transferencias monetarias, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), resultan instrumentos eficaces para disminuir el riesgo de pobreza por ingresos. No obstante, se apunta, “el impacto podría ser más importante si se calibraran algunos detalles de diseño, como las condicionalidades que se exigen a la población beneficiaria”.
Políticas públicas
La pobreza (monetaria y no monetaria) ha disminuido a lo largo de la última década, pero los niveles siguen muy altos y con cierta resistencia al cambio durante los últimos años. Unicef advierte de que se requieren “acciones de política contundentes” para que el país se aproxime a la meta comprometida en los Obje- tivos de Desarrollo Sostenible para erradicar la pobreza extrema y reducir la pobreza en 2030.
“Esto es importante en una economía con serios problemas de crecimiento económico y con una inflación que atenta contra el poder adquisitivo de los sectores más vulnerables”, dice el texto.
Según el método integrado de medición de la pobreza (MIP) utilizado, casi 3,5 millones de niñas, niños y adolescentes experimentan privaciones no monetarias y, a la vez, residen en hogares con ingresos insuficientes. En la población general, más de 7,2 millones de personas están en esa situación.
Conforme a esta medición, el 44 por ciento de los pobres, tanto por ingresos insuficientes como por vulneración de derechos humanos básicos, son niños y adolescentes.
Hay personas que quedan invisibilizadas por la medición oficial de la pobreza por ingresos. Casi tres millones de chicos y más de 10 millones de personas de otras edades viven en hogares con ingresos suficientes, pero tienen vulnerado al menos uno de sus derechos.