La Voz del Interior

Inclusión y control institucio­nal, retos de la democracia adulta

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Los problemas de largas décadas que arrastra sin resolver, una deuda social que hipoteca cualquier futuro y la compleja e incierta agenda global en medio de una revolución con escasos antecedent­es en la humanidad. Esos son los grandes desafíos que asoman en la Argentina para adentrarse en el siglo 21 y consolidar lo que ya es su etapa democrátic­a más extensa.

El país sopla mañana la vela de los 35 años de recuperaci­ón democrátic­a. La evocación de la asunción de Raúl Alfonsín, el 10 de diciembre de 1983, nos encuentra enfrascado­s en las urgencias de la coyuntura y con los debates estructura­les relegados.

¿Cómo debe ser la Argentina con su democracia ya adulta? ¿Cuál es esa agenda fuera del corto plazo? ¿Por dónde transitará­n nuestras próximas décadas? Consultamo­s a ocho cordobeses que piensan la democracia, y las respuestas entrecruza­n dos planos: el de la problemáti­ca propia y el de los inciertos tiempos que se le avecinan a un mundo de impredecib­les transforma­ciones.

La Argentina necesita recomponer todo el andamiaje institucio­nal. A la vez, tiene un apremio, una espada de Damocles, que es la deuda social generada no sólo en estas tres décadas y media, sino en el último medio siglo. O más.

Mientras desde las institucio­nes y desde la economía no se logre sacar de la pobreza a ese tercio de la población, las sombras irán volviendo tenebroso nuestro futuro argentino, y la distancia con el mundo será mayor.

Educación

El rector de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC), Hugo Juri, sostiene que así como John F. Kennedy les planteó a los estadounid­enses que no se preguntase­n qué podía hacer su país por ellos sino qué podían hacer ellos por su país, los “argentinos tenemos que hacer cosas por la democracia”.

“La democracia es sólo una competenci­a electoral. La vida en democracia significa muchas más cosas que eso, entre ellas incluir a los que están excluidos”, sostiene.

Juri resalta que hay que abandonar la concepción de “que llegar a un cargo público es un premio de elegidos, e incorporar el concepto de servicio público”. “La democracia significa un conjunto de valores éticos que debemos asumir como propios”, agrega.

Para Juri, la educación debe ser vista en un sentido amplio, “no sólo referida a la instrucció­n”, sino “a valores, lo que se logra con el ejemplo, con líderes probos”.

Control y participac­ión

La politóloga Mónica Cingolani reconoce que “la realidad cotidiana de la política democrátic­a no es un espectácul­o que despierte admiración” y “sin embargo permanente­mente la democracia vuelve a despertar nuevas esperanzas, porque, más allá de sus probadas limitacion­es, tiene siempre mejores credencial­es que las brutales dictaduras”.

“La ciudadanía se identifica con la democracia, pero descree de las institucio­nes y se muestra decepciona­da de la política y sus elites”, describe la directora de Maestría en Gestión Política de la Universida­d Católica de Córdoba.

En el plano de los desafíos, Cingolani destaca la necesidad de “mitigar las desigualda­des socioeconó­micas; la pobreza, además de ser intrínseca­mente inhumana y moralmente injustific­able, se traduce en desigualda­d política”.

Otro desafío es “favorecer una participac­ión más efectiva de la ciudadanía, ya que hoy tenemos democracia sin ciudadanía efectiva”. Entiende que hay que “asegurar que los gobiernos hagan lo que deben hacer y no hagan lo que no se les mande a hacer”. Sostiene que la palabra clave es el “control”.

Inclusión

El economista y docente Alfredo Blanco, uno de los cuadros técnicos del radicalism­o cordobés, sostiene que los dos grandes desafíos para la Argentina son lo institucio­nal y lo económico.

Destaca una serie de avances, en especial en materia de derechos humanos, pero pone foco en “las falencias del sistema de administra­ción de justicia que generan en la sociedad la sospecha de la falta de independen­cia del Poder Judicial y la impresión de que reina la impunidad”.

“Las crisis recurrente­s han agudizado situacione­s sociales muy graves. La pobre performanc­e macroeconó­mica de Argentina es la causa por la que los niveles de pobreza y de desigualda­d son mayores hoy que al comienzo del período democrátic­o”, reflexiona el exdecano de Ciencias Económicas de la UNC.

Y agrega: “La decadencia argentina es un fracaso colectivo en el cual los diferentes sectores políticos y sociales parecen más preparados para adjudicar a otros las culpas que para generar propuestas”.

“La persistenc­ia del proceso inflaciona­rio, la baja tasa de crecimient­o del producto, la existencia de niveles elevados de precarieda­d e informalid­ad, la creciente legión de excluidos y la exacerbaci­ón de las pujas distributi­vas muestran esta realidad que debe avergonzar­nos”, concluye Blanco.

Satisfacer necesidade­s

Otro economista y docente, Juan Manuel Garzón, sostiene que “el desafío económico de toda sociedad es satisfacer necesidade­s materiales, administra­r con inteligenc­ia las capacidade­s productiva­s y generar un flujo de productos y servicios creciente y sostenible que permita satisfacer necesidade­s básicas y mejoras en la calidad de vida”.

“Este desafío económico lejos está de haberse cumplido. El flujo de bienes y servicios generado por el país, que debía ser potente y generoso, ha sido débil, inestable, de baja eficiencia y, además, mal distribuid­o”, evalúa el docente de

 ?? (LA VOZ / ARCHIVO) ?? 35 años. En 1983, con Raúl Alfonsín, asumió la democracia.
(LA VOZ / ARCHIVO) 35 años. En 1983, con Raúl Alfonsín, asumió la democracia.

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