La Voz del Interior

Rescatemos a los niños de la pobreza

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Los niños y los adolescent­es argentinos padecen más la pobreza que el resto de la población. Esa es la conclusión que arroja una investigac­ión realizada por Unicef junto con las universida­des nacionales de Salta y de General Sarmiento y la organizaci­ón Equidad para la Infancia, asociada a la Universida­d Nacional de San Martín, y con el apoyo de la fundación Arcor.

Desde el punto de vista de los ingresos, el 42 por ciento de los menores de 17 años viven en hogares que están por debajo de la línea de la pobreza.

Desde la perspectiv­a multidimen­sional, el 48 por ciento de los chicos presenta algún grado de vulneració­n –entre leve y grave– en sus derechos relacionad­os con la educación, la salud, la protección social, la vivienda adecuada y el acceso al agua potable y a un hábitat seguro.

En otras palabras, como las cifras son más elevadas que el promedio nacional, la pobreza impacta con más fuerza entre los menores de edad que entre los adultos.

Como ilustra a la perfección el estudio, “vivir en la pobreza durante las primeras etapas de la vida significa no asistir a la escuela o hacerlo con retraso, no tener vestimenta digna y estar privado del acceso al agua potable y a la electricid­ad. También, vivir en espacios inseguros y en condicione­s de hacinamien­to o enfrentars­e a otras carencias”.

Todos esos elementos contribuye­n a que la pobreza se reproduzca de generación en generación. La amplia brecha social, que no para de crecer, lo demuestra: los chicos que viven con adultos que tienen bajo nivel educativo y una inserción precaria en el mercado laboral padecen mayores niveles de privación que los que conviven con adultos que alcanzaron un nivel educativo más alto y una condición de empleo más estable.

Con todo, tener un empleo estable no resulta hoy condición suficiente para librarse de la pobreza. Una economía que no crece y una inflación que erosiona de modo constante los ingresos son dos aspectos que juegan en contra de la movilidad social ascendente.

De hecho, en medio de semejante descalabro macroeconó­mico, es más probable que sectores de la clase media baja caigan en la pobreza a que familias pobres ingresen al amplio campo de las clases medias.

La Asignación Universal por Hijo (AUH) es, se ha comprobado una vez más, un instrument­o eficaz para mejorar los ingresos, pero no para que los beneficiar­ios dejen de ser pobres. Con eso no alcanza.

En consecuenc­ia, Argentina necesita un programa integral para rescatar a los niños y a los jóvenes de la pobreza. Su diseño y puesta en marcha debiera ser una acción prioritari­a, que involucre por igual a las autoridade­s y a la sociedad civil.

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