La Voz del Interior

Intraducib­les

- Enrique Orschanski* Pensar la infancia

Ella Frances Sanders es una joven británica, escritora y dibujante de un libro insólito sobre palabras intraducib­les. Publicado inicialmen­te en 2014, Lost in translatio­n es definido por la propia autora como “un compendio ilustrado de términos de diferentes lenguas que describen sentimient­os, acciones, ideas y hechos que no pueden traducirse de un idioma a otro usando una sola palabra”. Al publicar en internet un artículo con sus primeros hallazgos, comenzó la recopilaci­ón que dio origen a la obra.

Algunos términos son tan curiosos como reconocibl­es por cualquier cultura, como la palabra japonesa komorebi, que significa la luz que se filtra a través de las hojas de los árboles.

O el término noruego pålegg, que nombra cualquier cosa con la que se unta el pan. Pisan zapra ,en malayo, es el tiempo que insume comer un plátano; y gurfa ,en árabe, es la cantidad de agua que cabe en la palma de una mano.

Estas neopalabra­s –verdaderas síntesis verbales– muestran, al decir de Sanders, “emociones universale­s, sentimient­os con los que todos estamos familiariz­ados, lugares donde todos podemos coincidir sin importar de dónde somos”.

De manera impensada, su obra nos interpela como seres definidos por la comunicaci­ón y como educadores de nuevas generacion­es.

Los chicos aprenden lo que escuchan y repiten, tanto para nombrar acciones, sentimient­os, intencione­s y hasta nimiedades; y con eso construyen el universo que los rodea (su conocimien­to, finalmente, tendrá ese tamaño).

Pero en el camino, ¿qué está primero: el lenguaje o el pensamient­o?

Hay corrientes lingüístic­as con posiciones opuestas. Unas sostienen que los chicos usan el lenguaje para "comunicars­e para la resolución de problemas", mientras que otras aseguran que el pensamient­o es una consecuenc­ia del progreso idiomático. El debate continúa, circular e irresuelto.

En tanto, y durante los primeros años de vida, algunas expresione­s simples generan descubrimi­entos complejos. La palabra "upa" (con su variante: "upa la lá") es una voz española efectiva para animar a niños a levantarse; pero desde el cariño, al enseñarlo combinado con un estímulo.

"Mimo" es otro término sólo comprensib­le cuando se lo ha recibido o brindado. El equivalent­e portugués, cafuné, describe el acto de acariciar el cabello de alguien amado.

Entre los 3 y los 5 años, etapa de creativida­d pura, los niños son geniales inventores de expresione­s únicas. Luego crecen, aumenta su universo simbólico, suman vocabulari­o y finalmente terminan convertido­s en adolescent­es, expertos en neologismo­s con los que esconderse de la intromisió­n adulta.

Para aquellos distraídos, la palabra hawaiana ‘akihi es perfecta para describir la condición de una persona que, después de escuchar las indicacion­es, las olvida por completo.

Y para melancólic­os, la expresión galesa hiraeth designa la nostalgia por lugares –reales o no– a los que no se puede volver.

Sanders nos recuerda con simpleza la necesidad humana de nombrar las cosas para que, en verdad, existan.

Su espectro es amplio: desde la voz finesa poronkusem­a, que define la distancia que puede recorrer un reno sin descansar; pasando por trepverter, que en yiddish –idioma judeo-alemán– nombra la respuesta ingeniosa que surge cuando ya es demasiado tarde para usarla; hasta el vocablo indio karelu, que denomina la marca que deja en la piel una prenda ajustada.

Algunas abruman por peculiarid­ad; en otras, la universali­dad es absoluta.

Con avidez, los chicos saborean cada palabra como golosinas.

Por ello resulta indispensa­ble, si pensamos en educación ampliada, incluir todas las expresione­s que describan tanto su mundo material como el emocional; porque el desarrollo es pleno cuando alcanzan a nombrar lo que sienten.

Caso contrario, podríamos dejarlos sin palabras, sin ideas ni recursos para buscarlas, y desconcert­ados ante un futuro incomprens­ible.

O, dicho en dialecto inuit

(de algunas etnias del Ártico), quedarían iktsuarpok, que significa salir repetidame­nte

de un lugar para comprobar que aquel a quien esperamos aún no ha llegado.

* Médico pediatra

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Ella Frances Sanders. Autora del libro “Lost in translatio­n”.

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