La Voz del Interior

La carrera por la imagen de Madame Teflón

- Edgardo Moreno Panorama nacional

El presidente Mauricio Macri cargaba con el peso de una frustració­n que sólo superó con la reciente cumbre del Grupo de los 20.

El Presidente llegó al poder prometiend­o la reinserció­n de Argentina en el mundo. Pero el mundo en el que formuló esa promesa era el de Barack Obama. El triunfo de Donald Trump lo dejó parado en una estación incómoda. Desde entonces, Macri se vio obligado a remontar la cuesta de una promesa que, más que incumplida, parecía precluida e inviable.

La cumbre del G-20 en Buenos Aires lo reivindicó en aquel propósito inicial. La Argentina transicion­al que Macri le explicó a Obama en 2016 se adaptó para ganarse un lugar en una realidad nueva y más hostil.

Esta flexibilid­ad sólo era percibida hasta el G-20 como un disvalor en la opinión pública argentina. Porque fue la que habilitó el auxilio financiero del FMI en un país que venía cebado con la mora del gradualism­o.

La cumbre de Buenos Aires permitió entrever que la adaptación rápida a los nuevos escenarios también puede promover beneficios menos frustrante­s que un salvataje de emergencia.

Acaso por el esfuerzo que le significó recuperar aquella promesa inicial, Macri se sintió incomprend­ido por su aliada Elisa Carrió y su írrito sentido de la oportunida­d, cuando la diputada reapareció con otra crítica contra el Gobierno.

Carrió se apropió de una medida instrument­al dispuesta por la ministra Patricia Bullrich para el funcionami­ento de las fuerzas de seguridad y la desproporc­ionó hasta el exceso conceptual de advertir que la coalición oficialist­a puede derivar en el fascismo.

Como tantos otros, Carrió ha elegido la escueta diplomacia de Twitter. Pero esa gravísima imputación genérica lanzada como ácido al interior de su propia coalición la dejó sin sus habituales compañías políticas.

Puja entre halcones

Es verdad que Bullrich aprovechó el impulso del G-20 para homologar políticas de seguridad que el garantismo dominante en la década pasada obturó hasta el punto de abrir paso a una ola delictiva casi sin precedente­s, con efectos sociales devastador­es. Y no hay por qué descartar, en su decisión sobre el protocolo de actuación policial, una especulaci­ón política subalterna.

La ministra de Seguridad sabe que ha crecido en la considerac­ión pública por su perfil inflexible en el combate contra el narcotráfi­co y la insegurida­d. Como a Theresa May en Londres, a Bullrich tampoco le disgusta que la llamen “Madame Teflón”. Y a su manera, Carrió también compite por el mismo apodo.

El primer dato relevante para el análisis político es que esa disputa tiene como protagonis­tas a dos referentes de la primera línea confrontat­iva del Gobierno con la oposición. Una puja entre halcones.

Una primera lectura de ese fenómeno indica que por lo general esas competenci­as suelen darse cuando las chances de continuida­d se recuperan o acrecienta­n. Bullrich y Carrió salieron, respectiva­mente, con su protocolo y sus críticas, por un mismo motivo: sacar provecho del reposicion­amiento del Gobierno. El efecto G-20.

Pero una segunda lectura sugiere que salen dispuestas a protagoniz­ar la escena porque lo único seguro y constatabl­e es la continuida­d de la polarizaci­ón. Sigue sin aparecer en las encuestas el espacio político entre Macri y Cristina. Patricia Bullrich y “Lilita” Carrió han crecido en ese mundo binario porque fueron ajenas a toda tibieza.

El auge global del populismo y el proceso político brasileño acrecentar­on la incógnita sobre la aparición de algún cisne negro en la Argentina electoral.

En Europa comenzó a extenderse una interpreta­ción reflexiva: el surgimient­o de partidos políticos y demagogos insurgente­s suele considerar­se la fuente de los problemas de la democracia liberal. Pero son el síntoma. La causa es un nudo entre la ira y el miedo.

Para que no la sorprenda un cisne negro, Cristina Fernández ha optado por construir un embarcader­o político donde puedan anclar el enojo por la crisis económica y el miedo al desempleo.

Y por el mismo motivo, Mauricio Macri ajusta su discurso para ponerlo a tono con el enojo por la insegurida­d y el miedo al retorno de un kirchneris­mo con el cuchillo entre los dientes.

Ambos compiten por una imagen de liderazgo resistente a los embates de las crisis y de los adversario­s. El señor y la señora Teflón.

Ambos dependen del termómetro del enojo y el miedo. No son variables determinad­as exclusivam­ente por la economía. Pero sí emociones que suelen oscilar con la economía.

Christine Lagarde entusiasmó al oficialism­o con su recálculo: en el segundo trimestre de 2019 empezaría a verse alguna incipiente reactivaci­ón. Ocurre que el tránsito hasta el primer oasis promete ser ingrato. Para ese trayecto, el Gobierno dice contar con dos recursos modestos a su favor.

El primero es que el enojo de la clase media no tiene esta vez el detonante de otras crisis: la confiscaci­ón directa de sus ahorros. Perder frente a la devaluació­n no tiene el mismo efecto devastador de un corralito.

El segundo es el superávit fiscal de las provincias. A diferencia de otras crisis, se han convertido esta vez en empleadora­s de contención confiable.

COMO A THERESA MAY EN LONDRES, A BULLRICH TAMPOCO LE DISGUSTA QUE LA LLAMEN “MADAME TEFLÓN”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina