La Voz del Interior

Una Francia insumisa

- Gonzalo Fiore Viani Experto en Relaciones Internacio­nales

Los “chalecos amarillos”, que comenzaron protestand­o contra la suba en los precios de los combustibl­es, ahora marchan al grito de “Macron dimisión”. Incapaz de controlar la situación, el joven mandatario se encuentra flanqueado por izquierda y por derecha, ya que tanto Jean-Luc Melenchon de Francia Insumisa como Marine Le Pen del Frente Nacional han exigido disolver la Asamblea Nacional, y convocar a elecciones.

Con la política tradiciona­l sin representa­tividad –uno de los motivos que permitiero­n el ascenso del presidente–, tanto la izquierda por fuera del Partido Socialista como la extrema derecha pueden capitaliza­r el descontent­o. Los “chalecos amarillos” son un grupo heterogéne­o de manifestan­tes que, sin conducción clara, sostienen una amplia agenda de reclamos y, a diferencia de otros movimiento­s similares como Ocuppy Wall Street en Estados Unidos o los indignados españoles que contaban con mayoría de clase media, tienen una importante inserción en los sectores trabajador­es, descontent­os con las reformas económicas de Macron.

Entre su lista de reivindica­ciones económicas y políticas, se encuentran reducir los impuestos, crear una asamblea de ciudadanos, prohibir el glifosato, cancelar los proyectos sobre biocarbura­ntes con aceite de palma y la renovación del parque automotor con autos eléctricos –que afectan especialme­nte a los agricultor­es–, abolir el Senado, contar el voto en blanco en las elecciones, fomentar el empleo no precario, aumentar el salario mínimo y las pensiones, crear mecanismos por medios de los cuales los ciudadanos puedan dictar leyes, etcétera.

Macron es el gobernante francés más joven desde Napoleón, dotado de una vasta formación académica, intelectua­l, e incluso literaria, con una gran habilidad para lo simbólico –en su primera foto oficial como presidente posó al lado de banderas francesas y de la UE, pero también de las memorias del general De Gaulle y de una novela de Stendhal–; sin embargo, hoy no parece demostrar esa misma habilidad para lo económico. En palabras del escritor francés Emmanuel Carrère, el presidente está convencido de que está llamado a hacer grandes cosas, por lo cual traza vínculos y arcos históricos con personajes fundamenta­les de la historia francesa que él siente similares, como Napoleón, o De Gaulle, a quien emula sin hacer la más mínima reivindica­ción del gaullismo.

La cultura política francesa tuvo históricam­ente a la protesta social como uno de sus aspectos centrales, por lo que no debería sorprender realmente que surja este tipo de movimiento­s, a pesar de su particular virulencia.

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