La Voz del Interior

Cómo operan las organizaci­ones de narcomenud­eo en Córdoba

Cómo operan las organizaci­ones que venden droga en dosis en Córdoba. Las pistas que dejaron dos causas importante­s que acaban de ser juzgadas.

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

No tenían roles definidos. Utilizaban la misma casa para vender por una ventana. Si no conocían al cliente, algunas veces dudaban y respondían que allí jamás se les habría ocurrido vender cocaína o marihuana en pequeñas dosis. Todo ocurría en una de las periferias no sólo geográfica­s, sino también simbólicas de la ciudad de Córdoba, donde los “quioscos” de venta de estupefaci­entes pululan a la par de otras carencias sociales.

En este otro caso, había jerarquías y roles definidos, una “pantalla” muy bien estudiada y una ubicación llamativa: en el corazón de la capital cordobesa, a un paso del Centro y a poco más de 100 metros de la misma Jefatura de Policía.

Dos extremos del mismo eslabón del narcotráfi­co: el menudeo, la parte más superficia­l, la cara más conocida de este extendido negocio ilegal en la provincia de Córdoba.

Dos causas penales que en los últimos días terminaron por ser juzgadas en el edificio de Tribunales 2 y que dejaron pistas visibles sobre cómo se organiza este mercado clandestin­o que opera mucho más lejos de las sombras que lo que algunos pueden suponer.

Al oeste

Villa Unión está ubicada en el extremo oeste de la ciudad de Córdoba. Allí, donde la avenida Fuerza Aérea se cruza con la Gobernador José Antonio Ceballos, arteria que muchos aún confunden con la continuida­d de Cárcano.

Se trata de uno de los ángulos de un extenso y complejo territorio conformado por populosas barriadas en las que la droga, el delito y la violencia suelen aparecen de manera más frecuente que en otros sectores de la capital cordobesa.

Allí, el 4 enero de 2017, la Fuerza Policial Antinarcot­ráfico (FPA), el órgano del Poder Judicial que desde hace tres años y medio se dedica a perseguir la venta de drogas en dosis en la provincia (persecució­n que es de competenci­a ordinaria), realizó un operativo que divulgó rápido a la prensa: hubo ocho detenidos en un inmueble tras el secuestro de 88 dosis de cocaína.

¿Qué significa la cantidad difundida? Poco menos de 60 gramos de esa droga, según quedó asentado en el expediente judicial.

En el domicilio de calle Atilio Esteban Cattáneo, además de la droga se hallaron 16.510 pesos en efectivo, dos armas de fuego (pistola Bersa y revólver marca Italo calibre 22) y diferentes elementos presuntame­nte relacionad­os con el fraccionam­iento y venta de estupefaci­entes.

Terminaron detenidos e imputados siete miembros de una misma familia, además de un amigo de ellos: Carlos Francisco Juárez Schettini, Débora Melina Juárez, José Mauricio Molina, Carlos Francisco Schettini, Rubén Gabriel Schettini, Jonathan Fabián Eduardo Sotomayor, María Fabiana Sotomayor y Yohana Vicenta Sotomayor.

Ahora, en la Cámara 8ª del Crimen, el juez unipersona­l Juan Manuel Ugarte coincidió con el fiscal Hugo Almirón y aplicó condenas de entre cuatro años y cuatro años y cuatro meses de cárcel para todos los acusados. También se les aplicó una multa que en total asciende a los 135 mil pesos.

Cinco de los acusados tenían entre 18 y 30 años al momento del operativo.

Según el expediente, fue una mujer la que de manera anónima les acercó el dato a los investigad­ores de la FPA. A partir de entonces, dos meses antes del allanamien­to, los agentes se camuflaron en el barrio para observar el movimiento de la vivienda señalada. Y no tardaron en descubrir una dinámica compatible con la venta de drogas.

Personas que llegaban en autos, motos o a pie, que traspasaba­n la verja de rejas altas siempre abierta y tocaban la puerta, momento en que alguien se asomaba a través de una ventana. La transacció­n se concretaba en sólo segundos. Así, a cualquier hora del día.

De acuerdo con las observacio­nes, desde dentro de la casa aparecían, de manera indistinta, hombres jóvenes, mujeres y varones de más edad. O sea, la atención era rotativa.

La dosis de la cocaína, de poco menos de un gramo, a la que llamaban “alita de mosca”, ya que la ofrecían como si fuera de una calidad superior, la vendían a 100 pesos.

“Habiéndose secuestrad­o estupefaci­entes acondicion­ados y fraccionad­os para su venta al menudeo en lugares de acceso común a todos lo moradores, y que se encontraba­n a simple vista, todos actuaban como tenedores de la droga que luego era comerciali­zada”, se destacó en la causa.

El Rico Pollo

Mucho más cerca del Centro, en un contexto urbano bastante diferente en comparació­n con Villa Unión, se desarrolló la investigac­ión que también terminó con condenas. Un caso que fue juzgado por narcomenud­eo, pero que se aproxima al narcotráfi­co en su expresión de organizaci­ón, tentáculos e “influencia­s”.

En sólo ocho años y medio, el bar comedor de origen peruano que durante mucho tiempo se llamó “El Rico Pollo”, y que después cambió su denominaci­ón por “La Chiclayani­ta”, fue allanado en siete oportunida­des.

Ubicado en calle Chubut al 250, a sólo 20 metros de la avenida Colón y a poco más de una cuadra de la Central de Policía, fue el primer lugar donde se informó que se vendía paco en Córdoba, allá por abril de 2009. Sin embargo, continuó siendo noticia, siempre por lo mismo.

En esos años, su dueña, Rosa Elvira Calderón Guevara (45) , cayó presa en varias oportunida­des, arregló juicios abreviados y hasta fue grabada conversand­o con policías para que la “protegiera­n”. Las investigac­iones federales y provincial­es se superponía­n, pero el local continuaba siendo un imán para los consumidor­es de drogas.

Elvira; su pareja, Elmer Juárez Dionisio, y otros cinco acusados (Juan Carlos Álvarez de la Cruz, Jaime Agustín Barreto Venero, Gregoria Zoraida Palacios Valverde, Alberto Gustavo Martín Ramírez y Juanito Nicolay Ortega Rodríguez) fueron condenados ahora por la Cámara 5° del Crimen de Córdoba con penas de entre tres y siete años y medio de cárcel.

La mujer, sindicada como la cabecilla, fue la que recibió la sentencia más amplia.

La historia narco en Córdoba ya tiene un capítulo reservado para el caso de El Rico Pollo. Porque si bien ahora la banda terminó presa por vender drogas, la dinámica que desplegó, el lugar y la “pantalla” que eligió y el momento en el que comenzó con esta venta clandestin­a difieren bastante con la investigac­ión en Villa Unión.

En este caso, la banda tenía roles y jerarquías definidas, además de proveedore­s de envergadur­as que aún no fueron identifica­dos, como tampoco las “cocinas”.

Tampoco figuraron en el radar de esta última investigac­ión los cómplices policiales que sí habían sido detectados en otras causas anteriores.

Pero, sobre todo, en El Rico Pollo fueron pioneros no sólo en la venta de paco, sino también en la inserción de la “alita de mosca”, cocaína peruana que se ofrece como de una calidad superior en el mercado ilegal.

Durante un tiempo, atraparon la clientela con esta “novedad” de mayor costo económico, aunque en Córdoba no fue necesario que pasara mucho tiempo para que cualquier traficante de droga de mala calidad adoptara la misma denominaci­ón.

Porque, pese a estar a pocos pasos de la Jefatura, las noticias sobre este local llegaron mucho antes a la periferia de la ciudad.

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(FPA/ARCHIVO) Villa Unión. En el oeste capitalino, ocho personas, siete de la misma familia, fueron condenadas por vender droga a través de la ventana.
 ?? (FPA/ARCHIVO) ?? Alberdi. Un local de comidas ubicado a poco más de 100 metros de Jefatura, la “pantalla” de los narcos.
(FPA/ARCHIVO) Alberdi. Un local de comidas ubicado a poco más de 100 metros de Jefatura, la “pantalla” de los narcos.

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