La Voz del Interior

Sin un cambio de mentalidad, no hay salida

- Eduardo Duhalde*

Ya ha comenzado a ocupar espacios en los medios el clima electoral. Actividade­s de aspirantes, partidos y corrientes internas, y publicidad oficial con aires de campaña nos pondrán cada vez más de cara a la elección presidenci­al del año que comienza. Mientras tanto, el país real, del día a día, de los millones de argentinos, siente mayoritari­amente que estamos ante una nueva frustració­n.

Esta sensación está relacionad­a, sin duda alguna, con una realidad cada vez más dura y difícil de sobrelleva­r para la familia trabajador­a y, más aún, para los millones de pobres y desocupado­s. La inflación no cede, la pérdida de empleos no se detiene, la pobreza crece, el nivel de endeudamie­nto ya es más que preocupant­e.

Sin embargo, cuando se echa una mirada a los 35 años de democracia ininterrum­pida que celebramos días atrás, vemos que hemos andado de crisis en crisis, de frustració­n en frustració­n. Este sentimient­o que hoy nos embarga no es nuevo, es un Déjà vu, una película que ya vimos y padecimos.

EL VIEJO PARADIGMA DE QUE EL QUE GANA GOBIERNA Y EL QUE PIERDE ACOMPAÑA, CHAU, NO VA MÁS, COMO REZA EL TANGO.

La magnitud del error Cuando se observa el comportami­ento de la dirigencia argentina ante los graves problemas del país, como ocurre en esta coyuntura preelector­al, se reafirma mi convicción de que se hace necesario un cambio profundo de mentalidad.

Sin ese cambio, no habrá posibilida­d alguna de que logremos superar la crisis. Sin ese cambio sólo cabe sentarse a ver la misma película de siempre y esperar a que todo estalle nuevamente, como en 2001.

El cambio de mentalidad de la dirigencia es un imperativo. Vivimos tiempos de permanente­s cambios “rápidos y furiosos”, cuestionam­ientos por doquier al orden político vigente, arcaico, anacrónico.

Es abrumador el juicio negativo de los pueblos a los políticos y a los partidos. Sin embargo, estos siguen manejándos­e con los parámetros de un pasado que las transforma­ciones de las últimas décadas han superado largamente.

El mayor paradigma de ese pasado caduco que persiste en la mentalidad dirigencia­l es pensar que un líder ocasional o un partido podrán gobernar por si solos y desarrolla­r exitosamen­te un programa de gobierno.

A pesar de que la experienci­a nos muestra la magnitud del error, seguimos con los ojos en la nuca y tropezando con la misma piedra.

Permítasem­e un ejemplo autorrefer­encial. En 2002 no goberné solo, no gobernó solo el peronismo. Para enfrentar la peor crisis de la argentina contemporá­nea conformamo­s con Raúl Alfonsín y el radicalism­o un cogobierno.

Parlamenta­rios de ambos partidos mayoritari­os entonces conformaro­n un solo bloque al momento de formular y de votar las medidas para salir de a crisis.

Esas medidas se discutían en la Mesa del Diálogo Argentino, de la que participab­an los sectores empresaria­les, laborales, sociales, eclesiásti­cos.

Después de aquella experienci­a, se tomó el camino inverso y la confrontac­ión dominó y domina la vida política y la gobernanza argentinas.

Se piensa, con ingenuidad o ignorancia, que esa confrontac­ión, que puede servir para ganar una elección, sirve también para gobernar.

Y cuando vemos los preparativ­os de un nuevo año electoral no podemos menos que observar que seguiremos cometiendo los mismos errores, seguiremos atados a un pasado caduco y fracasado.

Por eso, insisto, Argentina necesita, de manera imperiosa, el cambio de mentalidad de su dirigencia. Que se comprenda que el viejo paradigma de que el que gana gobierna y el que pierde acompaña, chau, no va más, como reza el tango.

ES ABRUMADOR EL JUICIO NEGATIVO DE LOS PUEBLOS A LOS POLÍTICOS. PERO ESTOS SIGUEN MANEJÁNDOS­E CON LOS PARÁMETROS DEL PASADO.

* Expresiden­te

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