La Voz del Interior

Los escándalos de la Iglesia golpean cerca de Francisco

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VATICANO. La elevación a juicio por una firme acusación de abuso sexual contra el cardenal australian­o George Pell golpea de cerca al Vaticano y al papa Francisco, quien realiza movimiento­s en la jerarquía para salvar a la Iglesia.

Pell era hasta hace poco “número 3” en la jerarquía eclesiásti­ca. Se desempeñab­a como ministro de Economía en el Vaticano, además de ser un miembro del gabinete informal del Pontífice.

Pell es el integrante de mayor cargo de la Iglesia sobre quien pesa una acusación de pederastia. Debido al proceso que afronta en Australia, Pell no estará en las reuniones del C-9, el grupo de cardenales que colabora con el Papa para la reforma de la Curia.

Ayer, Francisco decidió apartarlo del grupo, junto con el cardenal chileno Javier Errázuriz, de 85 años, acusado de encubrir a curas depredador­es cuando era arzobispo de Santiago de Chile, denuncias que él ha rechazado.

La presencia de Errázuriz y de Pell en el C-9 configurab­a otro escándalo para Francisco, dada la crisis que explotó este año en torno a los abusos y a los encubrimie­ntos. El mismo Pontífice fue implicado en el escándalo tras defender al obispo chileno acusado de encubrir al sacerdote depredador más notorio del país, postura que él aparenteme­nte tomó tras seguir los consejos de Errázuriz.

Luego que Francisco se dio cuenta de sus errores y se disculpó, convocó a los presidente­s de todas las conferenci­as de obispos del mundo a una reunión de tres días en Roma, a realizarse en febrero próximo, para discutir cómo proteger a los jóvenes de los pedófilos. La cumbre ha cobrado gran importanci­a debido al brote de escándalos en Estados Unidos.

La Iglesia no dio demasiadas precisione­s sobre las salidas de Pell y de Errázuriz. A través de un comunicado, sostuvo que su marcha se debió a “la solicitud expresada por los Cardenales (...) en relación con una reflexión sobre el trabajo, la estructura y la composició­n del mismo Consejo, teniendo en cuenta también la edad de algunos miembros”.

Descrédito

Mientras, la Iglesia Católica en Chile se encuentra sumida en su mayor crisis, debido al alto nivel de descrédito producto de los abusos y sus encubrimie­ntos.

El escándalo no tiene visos de amainar en 2019. El Vaticano envió recienteme­nte a dos investigad­ores para constatar las denuncias de exreligios­as de las Hermanas del Buen Samaritano, que en junio revelaron que fueron abusadas sexualment­e y luego expulsadas por denunciarl­os.

Carol Crisosto, laica de la diócesis de Concepción, en el sur de Chile, indicó que la crisis en la Iglesia chilena “es lo mejor que puede pasar, hasta tocar fondo, para emerger en una Iglesia centrada en Cristo... como las primeras comunidade­s cristianas”.

En tanto, los obispos chilenos que renunciaro­n masivament­e en mayo, luego de un devastador diagnóstic­o sobre su actuación ante los abusos que hizo el Pontífice, siguen a la espera de ser confirmado­s o removidos. Hasta ahora, el Papa aceptó la dimisión de siete de los 31 prelados activos.

Francisco sostuvo que la Iglesia chilena vivió durante décadas una cultura del abuso y de su encubrimie­nto, que se destruyero­n documentos compromete­dores, que no se dio apoyo a las víctimas y que los religiosos expulsados por conducta inmoral fueron destinados a cargos diocesanos o parroquial­es.

Mientras que la jerarquía cree que el problema en la Iglesia chilena son “algunas manzanas podridas”, las comunidade­s opinan que “es el cajón completo”, expresó Juan Carlos Claret, miembro de la Red Nacional de Laicos.

Números rojos

El remezón que produjeron las acusacione­s de Francisco se tradujeron en cifras rojas para la Iglesia en varias encuestas y en las estadístic­as de la Fiscalía Nacional, que informó que hasta octubre se tramitaban 124 causas con 178 investigad­os –incluidos ocho obispos, 105 sacerdotes y 29 religiosos no ordenados– y 222 víctimas, de las cuales 91 eran menores de edad cuando fueron abusadas.

Según el último censo de 2012, 11,7 millones de los 17,5 millones de chilenos se declararon católicos.

Sin embargo, la encuesta Bicentenar­io 2018, elaborada por la Universida­d Católica y la encuestado­ra GFK Adimark, difundida en noviembre, reveló el impacto de los escándalos por los abusos entre los fieles: los católicos disminuyer­on de 70 por ciento en 2006 a 58 por ciento en 2018, en favor de los ateos y de los evangélico­s.

Los investigad­ores entrevista­ron personalme­nte a 2.011 personas en el país entre el 13 de julio y el 22 de agosto, con un margen de error de 2,19 puntos porcentual­es, según su ficha técnica.

Las respuestas de los 1.186 católicos de la muestra permitiero­n establecer que su nivel de confianza en la Iglesia cayó de 44 por ciento en 2011 a 15 por ciento en 2018, y que la asistencia a misa o a otros ritos declinó de 16 por ciento en 2010 a ocho por ciento en 2018.

“La gente se seguirá alejando de una Iglesia que sólo ofrece ritos y no es capaz de estar ni de acompañar a quienes sufren”, dijo Felipe Navarrete, profesor de historia y geografía de Osorno.

El doctor Jaime Concha, vocero de los estudiante­s abusados por los religiosos maristas, señaló que entre los católicos chilenos están los que “mantienen una confianza ciega (en la Iglesia) y, en el fondo, avalan la cultura de abuso y encubrimie­nto”, y quienes por su creencia y compromiso “están por sobre esta crisis” dispuestos a dar pasos “para cambiar la Iglesia”.

El declive de la Iglesia católica Ocurrieron en los últimos 25 años en distintos países.

En agosto, la fiscalía de Pensilvani­a difundió una investigac­ión que destapó abusos perpetrado­s por más de 300 curas y su encubrimie­nto por parte de la Iglesia de ese estado contra al menos mil niños. Entre 1950 y 2013, la Iglesia estadounid­ense recibió denuncias de unas 17 mil víctimas de abusos cometidos por unos 6.400 miembros del clero.

chilena comenzó en 2010, cuando tres hombres detallaron en un reportaje de televisión los abusos sexuales y las violacione­s a los que fueron sometidos en su adolescenc­ia por el sacerdote Fernando Karadima, condenado por el Vaticano a una vida de penitencia y de oración, en 2011, y expulsado por Francisco en septiembre.

Karadima formó a cerca de medio centenar de curas y a cinco obispos, incluido Juan Barros, a quien Francisco se empeñó en designar en la diócesis de Osorno a pesar de que las víctimas lo acusaron de encubrir los abusos de Karadima y a los testimonio­s que recibió de otros obispos.

La de Barros estuvo entre las primeras renuncias aceptadas por el Papa.

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(AP) En Australia. El cardenal Pell fue acusado de abusar de dos monaguillo­s en la década del ‘90.

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