La Voz del Interior

Robo, tortura y asesinato a un jubilado en barrio Rosedal

Ramón Rosa Amaya tenía 80 años. Su casa se encontraba revuelta. El crimen ocurrió en barrio Rosedal, al sur de Córdoba capital. Su familia denunció que robaron “mucho dinero”. Avanza la investigac­ión policial.

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

El joven vecino se había quedado muy preocupado. Sobre todo porque don Ramón, el jubilado que vive al lado, le había comentado la extraña experienci­a que había tenido con unos jardineros nuevos. Luego de cortar el pasto en horas del día, los dos hombres habían regresado ya de noche y pedían –insistente­mente– pasar al patio para buscar una supuesta tijera podadora. El jubilado, quizá sospechand­o lo peor, les dijo que regresaran en otro momento, ya con luz de día. Sin embargo, se quedó intranquil­o y se lo comentó a su vecino.

Ahora, quien estaba preocupado era el joven. Tanto así que fue a la casa de don Ramón y tocó el timbre. Nada. Golpeó la puerta de madera que, a su vez, tiene una puerta-reja de protección delantera. Nada. Volvió a hacerlo. Y nada.

El muchacho tuvo un mal presentimi­ento y se asomó con dificultad por una ventana. A poco de hacerlo, vio gran desorden en la casa. Ya temiendo lo peor, cobró coraje y forzó una abertura.

Fue entonces que se encontró con el espanto mismo.

Sobre el piso de cerámicos, boca arriba, yacía el cadáver del jubilado. Llevaba varias horas allí.

Ramón Rosa Amaya, de 80 años, tenía el rostro con numerosos golpes, al igual que sus brazos.

Lo más estremeced­or era que, alrededor del cuello, un cable negro le daba varias vueltas y llegaba hasta sus piernas.

Una remera le tapaba la cabeza. Cuando el vecino quiso salir para pedir ayuda, se dio con la puerta de calle cerrada, pero sin llave. Más raro.

A los pocos minutos, ya caída la noche del lunes, la zona se llenó de policías. Los médicos que llegaron, de un servicio de emergencia­s, no pudieron hacer nada.

El terrible hallazgo se produjo el pasado lunes, al anochecer, en la vivienda de calle La Paz al 2110, en el corazón de barrio Rosedal, a pocas cuadras de Fuerza Aérea, zona sur de la ciudad de Córdoba.

Voceros policiales y judiciales cautos ayer en torno a la causa fehaciente de la muerte.

“¡Lo ahorcaron! ¡Lo ahorcaron con un cable prolongado­r negro... Además, lo habían golpeado con saña. Todo en el marco de un asalto”, expresó a La Voz, completame­nte conmovida, Paula Amaya, sobrina de la víctima.

“Lo mataron para robarle. Le llevaron mucho dinero. Él venía ahorrando para comprarse un autito o algo así... Pobrecito. Lo mataron para robarle...”, añadió la mujer, quien reclamó justicia.

¿Quién entraba a la casa?

La escena con la que se encontraro­n los policías era de terror.

Se trataba del típico cuadro que deja un violento asalto domiciliar­io: muebles corridos, cajones tirados, ropa revuelta, sillas en el piso, colchón corrido... Un desastre.

En ese marco, en la cocina, estaba el cadáver de Ramón Amaya. El hombre vestía short oscuro.

El cable que rodeaba varias veces su cuello era estremeced­or, según relataron testigos. “Lo torturaron”, graficó una fuente.

Llamativam­ente, no faltaban muchos electrodom­ésticos.

“Se llevaron dinero. Eso es lo que se llevaron. Se robaron mucha plata. Mi tío era confianzud­o. Las personas que lo asaltaron segura- mente ya habían entrado a la casa y sabían de ese dinero”, contó un familiar.

Jubilado de una fábrica de electrodom­ésticos, Ramón vivía solo.

Su primera esposa y madre de sus tres hijos reside en Italia con dos de ellos. El tercero vive en Buenos Aires y ayer viajaba de urgencia hacia Córdoba.

Quienes lo conocían aseguran que, así como era una persona que confiaba en los demás, era de tener cuidado. Le preocupaba, y mucho, la seguridad. De hecho, tenía una reja en la puerta delantera para protegerse de los “rompepuert­as”.

Los investigad­ores están convencido­s de que los asesinos fueron al menos dos personas.

Y sospechan de que se trata de hombres que ya habían ingresado antes a la casa y conocían ciertos detalles. “Los agresores fueron personas que, creemos, conocían la existencia de un dinero. Lograron ganarse su confianza y se mandaron”, indicó un vocero.

Entre los elementos secuestrad­os en la casa (hallados por la propia familia), hay varias cosas: por caso, una remera con sangre.

Se trata de una prenda que no es precisamen­te del anciano.

Los pesquisas ya comenzaron a interrogar a distintas personas que ingresaban a la casa de la vícfueron tima, ya sea para trabajar, o bien para otras cuestiones.

El caso se maneja con absoluto hermetismo.

De todas formas, en ámbitos de la pesquisa había cierto optimismo. “El caso avanza. Falta todavía para ‘sacarlo’, pero el caso avanza”, opinó una fuente del caso.

“Mi tío no se suicidó. Que no salgan a decir esas cosas en el barrio, como algunos deslizaron. Él amaba la vida y tenía muchos sueños, muchos planes. Que atrapen a quienes hicieron esto”, exclamó ayer su sobrina Paula Amaya.

Reclamo vecinal. Además de los robos y de los patrullero­s que no se ven a menudo, varios vecinos reclaman que la zona está oscura y hay terrenos que están con muchos yuyos, lo que es aprovechad­o por delincuent­es, en especial, motochoros.

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(JAVIER CORTÉZ)
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Protección. Por temor a los “rompepuert­as”, el jubilado había colocado una reja en la puerta de ingreso a su casa, en barrio Rosedal. Se cree que los criminales engañaron a la víctima y lo mataron para robarle.Desorden. La casa se encontraba muy desordenad­a, como por caso, en el comedor y en la habitación. Según la familia del anciano, que vivía solo, los ladrones se llevaron “mucho dinero”.

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