San Marcos Sierras, un lugar diferente
No hay turista que lo visite que no perciba que es distinto a otros destinos serranos. Desde aquella comarca “hippie” al actual desarrollo, recostado sobre el río Quilpo.
Cada año, son más los turistas que visitan San Marcos Sierras. El motivo principal es que se trata de un pueblo distinto, donde aún se respira la filosofía hippie de paz y amor que le dio su identidad. En torno de ese fenómeno, han crecido las ofertas culturales.
San Marcos Sierras vive una transformación en tiempo real. Cada año, la llegada de turistas se incrementa más allá de los números o porcentajes de ocupación que otros destinos se esmeran en difundir cuando son alentadores. Este pueblo, que en la década de 1970 vio nacer y crecer en su territorio a uno de los primeros asentamientos hippies del país, sigue abrevando ideales de aquel fenómeno mundial con bases ideológicas en el movimiento pacifista, en el amor libre y en la vida en contacto amable con la naturaleza.
Esa particularidad le da identidad. Pero no sólo por ese motivo este pueblo serrano, ubicado donde se confunden el norte de Punilla y el sur del departamento Cruz del Eje, parece diferente a todos los demás.
En los alrededores de la plaza Cacique Tulián, florecen los bares, restaurantes, locales de ropa hippie o afín, y los de artículos regionales, en los que la miel de producción local está entre lo más solicitado. No es sólo un eslogan el de la “capital de la miel”,
Desde la ruta 38, pasando Capilla del Monte, comienzan a verse mochileros a la espera de que alguien los acerque hasta el pueblo. Los hostels, complejos de cabañas y campings son el destino preferido de ese tipo de turista que llega a esta pequeña localidad en la que las tardes en la plaza son un encuentro con la cultura, el arte y las charlas despreocupadas bajo los árboles. Hay tantas mochilas como guitarras u otros instrumentos musicales en el equipaje de los que caminan de aquí para allá Qué buscan ahí
Karina Beorlegui, cantante de tango de trascendencia internacional, se considera casi una vecina del pueblo. Su madre vive aquí desde hace años y cuando ella llega a visitarla aprovecha para dejar algunos tangos en recitales bajo el cielo, en la plaza.
La gente vuelve del río Quilpo, a pocas cuadras de allí, y busca su lugar en algún banco de esa plaza que es su centro (en todo sentido), para esperar la noche acompañada de buena música.
Ignacio Benítez es de Temperley (Buenos Aires) y, como muchos, llegó solo al pueblo con su mochila a cuestas. Asegura que la principal experiencia que se puede tener en este sitio es “el contacto con el otro”. En días, ya sumó amigos.
“Es la primera vez que vengo y me llevo un grato recuerdo; acá se encuentran cosas que no están en otros lugares: la conexión con la gente, con la naturaleza, se generan otro tipo de encuentros y otro tipo de eventos culturales”, marca Ignacio.
También apunta que los precios y la manera de cobrar y pagar es otro elemento distintivo. “Para el viajero es recíproco el tema de los precios. Lo que yo tengo lo doy y lo que ellos tienen para ofrecerme lo recibo. No es que haya un precio estipulado para todo”, plantea.
Agustín Jorge es de Buenos Aires y, en un alto de su entrenamiento en malabares en la costa del río Quilpo, cuenta que vino sin tiempos estipulados, a “hacer” temporada. “La idea es pasar un tiempo, conocer gente, lugares, y seguir viajando”, expresa. “Vine por primera vez el año pasado y me pareció un lugar mágico, el contacto con la gente hace que pasen secuencias muy buenas. Acá hay una energía particular”, refiere.
El río es otro hito del lugar. Con aguas claras y arenas que no faltan, ofrece uno de los balnearios más atractivos de las Sierras.
Nadie deja San Marcos sin reconocer que es diferente al resto.