Como el último de su vida
Así vivió Pablo Guiñazú el encuentro frente a São Paulo, en el que fue clave y eje en un segundo tiempo memorable.
Ya en la entrada en calor, Pablo Guiñazú fue el más ovacionado cuando lo nombraron por altoparlantes. Encabezó la fila, como capitán, por primera vez de manera oficial en el año. Se merecía ser quien lleve la cinta en la vuelta de Talleres al plano internacional.
Concentrado, silencioso, como en su mundo, fue el primero en llegar a la foto y se fue soltando de a poco hasta pegar un par de gritos y dar aliento a sus compañeros.
En el juego, también los primeros aplausos fueron para él. Ganó confianza con pases cortos, haciendo jugar a su equipo desde atrás. También se llevó la ovación cuando fue al piso a recuperar una pelota. En los primeros minutos se lo notó enchufado, metido y sabiendo lo que había que hacer para que Talleres se impusiera.
“El Cholo” marcó casi personalmente al árbitro Wilmar Roldán. En cada falta se acercaba, le hablaba y protestaba cuando había que hacerlo, sin gestos ampulosos.
Cuando promediaba la primera etapa, São Paulo le impuso gran verticalidad y ritmo al partido, y la pelota casi no pasó por el mediocampo albiazul. Y lo sufrió “el Cholo”, quien tuvo su oportunidad a los 30 minutos, a la salida de un tiro libre, que salió muy cerca del travesaño de Volpi.
La visita le puso a Teixeira para que le hiciera una personal en la mitad del campo mientras la “T” tenía la pelota y eso lo sintieron el equipo y él, que perdió soltura.
Cuando Roldán marcó el final de la etapa, fue el primero en marcarle fallos con los que no estaba de acuerdo. Se lo notaba disconforme. Se tomó unos segundos para pensar y luego habló con sus compañeros. Se fue sabiendo que el equipo tenía más para dar.
Al complemento salió renovado, con las mismas ganas y hablando más que nunca. Los quería a todos ordenados, sin regalar nada. Él tampoco lo hizo. Y llegó el desahogo a los 13 minutos. Ese premio que estaban buscando para sacarse los nervios y empezar a confiar. No se unió al abrazo de sus compañeros, pero lo gritó con el alma.
Otra vez fue al piso y allí levantó a todo el estadio, que le reconoció el esfuerzo. Llegó el tanto de Pochettino y esta vez no lo festejó. Fue a abrazarse con Bersano y luego volvió despacio, hablándose a sí mismo. El final lo encontró exhausto, buscando aire. No hizo ningún gesto ante el pitazo de Roldán, pero a los pocos segundos lo buscó a Herrera y se fundieron en un abrazo de capitanes.