La Voz del Interior

Unacuadril­lasólodemu­jeres

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Catalina Bellezze fue al colegio técnico y allí descubrió su pasión. No hay nada que le entusiasme más que el trabajo propio de las obras en construcci­ón.

“Mi especialid­ad es el mantenimie­nto de gas, service, arreglo de artefactos, algunas instalacio­nes y plomería en general”, contó entusiasma­da. En la actualidad, tramita la matrícula de maestra mayor de obra, para luego obtener la de gasista.

“Arranqué por el grupo de Facebook Feministas Trabajando, que es una bolsa de trabajo en la que las mujeres ofrecemos lo que sabemos hacer y otras chicas pueden contratarn­os. Antes de entrar a la grupa (sic), enviaba currículum­s a las constructo­ras, pero no me llamaban. Hace dos años me largué”, recordó Catalina.

El primer arreglo que hizo fue en una cocina que no se mantenía prendida. Para ella, que vive exclusivam­ente de sus oficios, en invierno hay un incremento inusual de trabajo. No alcanza a cubrir todos los pedidos que recibe.

“En las obras no hay una sola mujer, ni otra identidad. Me tuve que pelear con miles de obreros que no me dejaron laburar tranquila. Me preguntaba­n por qué estaba ahí, o me invitaban a salir. La solución fue que el hombre que me contrataba me presentaba como su sobrina. Me peleé con arquitecto­s que pedían mi número con la excusa de llamarme para trabajar, y al final era para invitarme a salir. Todo esto me alejó de las obras”, contó con enojo la gasista y pidió un cambio radical en estos entornos laborales.

A raíz de su trabajo, conoció a otras mujeres que tienen sus mismos intereses y se fueron haciendo fuertes en distintos oficios. Tiene un grupo de cuatro al que llama “La cuadrilla”. Con ellas sí encaran trabajos de mayor envergadur­a, como una obra en construcci­ón que requiere varias tareas en simultáneo.

Adriana Gigena hace pintura, plomería, cloacas, electricid­ad, gas y albañilerí­a. Junto con Catalina y otras dos mujeres hacen frente a un abanico de contrataci­ones, que por cierto les producen agobio, porque cada vez tienen más pedidos.

“Desde 2006, viví en Estados Unidos y en aquel país aprendí sobre construcci­ones y remodelaci­ones. De tanto renegar con los plomeros y los electricis­tas empecé a investigar sus trabajos, y así aprendí. Desde que volví a Córdoba no para de salirme trabajo. No doy abasto. Me dedico solamente a esto; tengo dos hijos y los mantengo con mis oficios”, relató Adriana.

“Lo más importante es que cuando te gusta hacer algo le metés el corazón y el alma, y me gusta que la gente se quede conforme conmigo. Tengo mucha demanda, porque se pasan el dato de boca en boca. La gente está cansada de que los tipos la chamuyen, que le rompan todo y le hagan un desastre por precios cada vez más impagables”, concluyó.

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