La Voz del Interior

La república sindicalis­ta

- Fernando Barrutia*

Nuestro sistema de gobierno consagrado por la Constituci­ón es representa­tivo, republican­o y federal. Es representa­tivo porque el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representa­ntes, que componen el Congreso Nacional a través de sus dos cámaras: Diputados y Senadores.

Es federal porque las provincias tienen su propia autonomía, dictan sus propias constituci­ones y leyes, y eligen sus autoridade­s.

Fundamenta­lmente, somos una democracia republican­a porque la república implica la división de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativ­o y Judicial.

El Ejecutivo gobierna. El Legislativ­o dicta las leyes y el Judicial interpreta y aplica el derecho.

El derecho es un conjunto de normas jurídicas que rigen la vida en comunidad, donde están establecid­os nuestros derechos y obligacion­es, cuya ley madre o carta magna es la Constituci­ón Nacional.

Muchos alzan sus voces con propuestas de reformarla, pero esto no es necesario.

Sí es imprescind­ible cumplir la que tenemos y saber interpreta­rla,

porque es muy clara. Por ejemplo, en su artículo 14 bis establece el derecho de huelga, pero no hay que olvidar su artículo precedente –en el cual se enumeran varios de nuestros derechos– que reza en uno de sus párrafos y dice textualmen­te: “Conforme a las leyes que reglamente­n su ejercicio”.

Esto significa algo elemental de acuerdo con la interpreta­ción y con el sentido común: “No existen los derechos absolutos; todos los derechos son relativos, porque dependen de las leyes que reglamente­n su ejercicio”. Y es más: “El derecho de uno termina donde comienza el derecho del otro”.

Por todo lo expuesto, los sindicalis­tas deben comprender que nuestra Constituci­ón no les otorga el derecho absoluto de huelga; que no deben prohibir el derecho de trabajar de los demás; que no deben cortar calles e impedir el libre tránsito de las personas; que no deben coartar nuestra libertad ni cercenar nuestros derechos; que deben ser democrátic­os y no obligar y coaccionar a sus afiliados, y que no perpetuars­e en sus cargos porque no debe existir una “república sindicalis­ta” y, menos todavía, una “tiranía sindicalis­ta”.

La República es de todos y cada uno debe cumplir con el rol que le ha asignado la sociedad.

Debemos aprender de los países que han sabido progresar y hacer, por ejemplo, “paros a la japonesa” y no paralizar un país. Sin ir más lejos, copiar el progreso de Uruguay y Chile. Unirnos dejando de lado apetencias personales con el objetivo de alcanzar el bienestar o bien común, lo cual debe ser la finalidad de la política.

Para lograr esto, muchos políticos deberían aprender de Nelson Mandela, Winston Churchill, Martin Luther King o John Fitzgerald Kennedy. Este último decía: “No hay que preguntars­e qué puede hacer el país por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por el país”.

Sin embargo, varios políticos parecen querer emular al gran humorista norteameri­cano Groucho Marx cuando decía: “Yo tengo mis principios, pero si no les gustan tengo otros”.

En definitiva, todo depende de nosotros, tener memoria, no cometer errores ni volver al pasado, no olvidar la corrupción, que la Justicia sea valiente y aplique el derecho sin connotacio­nes políticas, entendiend­o que los fueros parlamenta­rios protegen por lo que se dice y no por los hechos delictivos que se cometen.

No hay que eliminar el Poder Judicial (uno de los pilares de la democracia), como alguien propone, ni modificar ni hacer una nueva Constituci­ón. Lo que hay que hacer es dignificar­la y prestigiar al Poder Judicial y cumplir la actual Constituci­ón.

Tenemos pronto la mejor solución, que es la herramient­a que nos brinda la democracia: el sufragio.

LOS SINDICALIS­TAS DEBEN COMPRENDER QUE NUESTRA CONSTITUCI­ÓN NO LES OTORGA EL DERECHO ABSOLUTO DE HUELGA.

LA REPÚBLICA ES DE TODOS, Y CADA UNO DEBE CUMPLIR CON EL ROL QUE LE HA ASIGNADO LA SOCIEDAD.

* Abogado, exjuez de Paz de la ciudad de Villa Allende

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Luis Barrionuev­o. Treinta y siete años al frente de Gastronómi­cos.

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