La Voz del Interior

La nueva carta de navegación del trabajo

- César Arese*

La 108ª Conferenci­a Internacio­nal del Trabajo de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT), que se realiza en Ginebra, podrá recordarse como una de las más complejas y productiva­s de su historia.

Más de seis delegados de 187 países, una inmensa Torre de Babel, se proponen celebrar el centenario de la organizaci­ón examinando el futuro del trabajo y aprobando un nuevo convenio (tratado internacio­nal, en realidad) luego de ocho años, y una declaració­n general que se agregará a las cinco que emitió en toda su trayectori­a.

El entorno mundial no es amigable con su tarea. Las principale­s potencias y los líderes planetario­s no se muestran predispues­tos a impulsar, ni siquiera a conceder, avances en materia de derechos sociales.

Protagonis­mo

En su intensa vida, la OIT aprobó más de 400 instrument­os internacio­nales, 189 convenios, seis protocolos y 205 recomendac­iones, aparte de las declaracio­nes. Un ritmo que se hizo más cansino desde la conformaci­ón de un mundo multipolar predominan­temente de mercado a fines de la década de 1990.

Además, la caracterís­tica esencial de OIT es que se conforma de manera tripartita, ya que los estados participan a través de la representa­ción tripartita (gobiernos, empleadore­s y trabajador­es). Eso le otorga mayor complejida­d, pero a la vez riqueza y aceptación normativa, a su inmensa labor de producción y control de normas supranacio­nales de trabajo.

Este organismo especializ­ado de las Naciones Unidas recuperó protagonis­mo en su centenario al convocar a más de 40 presidente­s, primeros ministros y altos representa­ntes de países de todos los continente­s.

En un mismo día, hablaron en su conferenci­a Angela Merkel, de Alemania; Theresa May, de Gran Bretaña, y Emmanuel Macron, de Francia. Está recuperand­o el respeto que le valió un premio Nobel de La Paz. El haber sobrevivid­o a la Segunda Guerra Mundial y, por lo tanto, ser anterior a la propia Organizaci­ón de Naciones Unidas.

Pero debe demostrarl­o con una tangible generación de derechos. La conferenci­a anual sometió a debate plenario el informe de la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo, titulado “Trabajar para un futuro más prometedor”.

Propone, entre otras medidas, otorgar rostro y control humano de las nuevas tecnología­s y conformar un contrato social mundial, nada menos.

La declaració­n del centenario de la OIT realizará un balance de su trayectori­a para proporcion­ar un enfoque del futuro del trabajo centrado en las personas. Su elaboració­n ha incluido un trámite expedito, pero que atravesó numerosas enmiendas y discusione­s. Finalmente, podrá ser una carta de navegación mundial para el Derecho del Trabajo.

Cambio de cultura

Pero tal vez sea el nuevo convenio sobre violencia y acoso en el trabajo el que más análisis y recopilaci­ón de ideas ha requerido, desde hace tres años por lo menos.

Es un instrument­o que debe armonizar el avance de los derechos humanos laborales y el cambio de cultura del mundo en la materia.

Se trata del reconocimi­ento de derechos y garantías de una nueva generación, haciendo eje en la persona del trabajador como sujeto integral. El trabajador no es sólo un engranaje en la producción que intercambi­a su tiempo individual a cambio de una remuneraci­ón. Es ante todo una persona portadora de dignidad y derechos y, como tal, recipiente de proteccion­es especiales, se encuentre o no en relación de dependenci­a.

Lo que aparece como relativame­nte simple en las actuales relaciones de trabajo no es tan claro a nivel global. Ningún Estado puede negarse a considerar la reglamenta­ción protectori­a de la dignidad humana frente a la violencia o el abuso.

El documento que debate la conferenci­a mereció numerosas enmiendas, producto de las tensiones culturales y políticas que envuelven el mundo del trabajo. Pero su texto central ya está aprobado y se acompañará con una recomendac­ión aplicativa. En breve, Argentina deberá adecuar su legislació­n interna e inclusive sancionar una ley sobre violencia y acoso laboral.

En el instrument­o fundaciona­l de 1919 de la OIT, escrito en el Palacio de Versalles, en la Europa aún humeante de la Primera Guerra Mundial, se denunció: “Existen condicione­s de trabajo que entrañan tal grado de injusticia, miseria y privacione­s para gran número de seres humanos, que el descontent­o causado constituye una amenaza para la paz y armonía universale­s”.

Por cierto, ninguna de aquellas causas de indignidad humana ha podido ser erradicada. Pero, al menos, la OIT lo está intentando. Un mundo más justo y digno está más cerca.

NINGUNA DE AQUELLAS CAUSAS DE INDIGNIDAD HUMANA HA PODIDO SER ERRADICADA. PERO, AL MENOS, LA OIT LO ESTÁ INTENTANDO.

* Doctor en Derecho Laboral

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(AP) Sede de la OIT. El edificio del organismo en Ginebra.
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