Las primarias sin uso aceleran la polarización Edgardo Moreno
No bien concluya el desfile por el Día de la Independencia, la Casa Rosada activará los llamados de confirmación para un encuentro del oficialismo, al día siguiente, en Parque Norte.
Mauricio Macri le dirá allí a los candidatos que encabezan las listas en cada provincia, acompañándolo en la boleta, que su coalición jugará fuerte –con la intensidad de una final– en la campaña previa a las elecciones primarias de agosto.
La explicación de los estrategas es sencilla: siempre en un balotaje el primer acto de campaña ocurre en la noche de la primera vuelta. Con la polarización acelerada, ese escenario se puede adelantar. Es imprescindible para el oficialismo asumir esa novedad.
La obligatoria inutilidad de las Paso –sin la competencia interna de los partidos para la que fueron creadas– transformará la noche de las primarias en el primer efecto demostración para dos bloques concentrados que aspiran a resolver su pleito en primera vuelta.
Como para confirmar que la aceleración será concreta, el macrismo espera aterrizar en Córdoba dos días después. Sería la primera de tres visitas a un territorio que antes le fue tan favorable que Alberto Fernández también organiza su llegada para los últimos días del mes, intentando achicar las diferencias. Dicen que el nuevo gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, le recomendó al
candidato de Cristina Fernández comenzar por ahí.
Marcos Peña ha vuelto a respirar aliviado, al evaluar encuestas que en los últimos 60 días muestran síntomas graduales de recuperación de las dos variables correlativas del escenario electoral: las expectativas económicas y la intención de voto del oficialismo.
Con el armado de las listas concluido, el equipo del jefe de Gabinete se siente de vuelta en el terreno que siempre le fue más cómodo: el de la organización de campaña y la comunicación electoral. De regreso al cálido hogar de los algoritmos tras la excursión por las tolderías impiadosas de la política territorial, donde tampoco le fue tan mal, si se comparan los nombres de las listas.
A Peña le llega una sugerencia: el oficialismo tiene que evitar la dispersión de su voto en las primarias. Le conviene señalarle a su votante díscolo que la tentación de un tirón de oreja en las Paso puede ser fatal para el objetivo final de obturar el regreso de Cristina al poder.
Pactos favorables
“Vamos por la primera vuelta”, es el mensaje que bajará el macrismo en Parque Norte. Sus principales referentes creen que la oposición no reaccionó con los reflejos adecuados a las últimas dos sorpresas del escenario político: la incorporación de Miguel Pichetto y el acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur.
Nadie esperaba de Macri la apertura que concretó con Pichetto. Menos el propio Sergio Massa, todo el país político daba por segura su capitulación. De modo que lo segundo no neutralizó lo primero, razonan en el oficialismo.
Y sobre el incipiente acuerdo comercial con Europa advierten que instaló de modo inesperado en el lenguaje de campaña el impacto de la política exterior.
Macri ganó la presidencia presentando al mundo como una oportunidad. Cristina se recuperó cuando el drástico fin del gradualismo lo mostró como una amenaza.
El nuevo giro de la economía global volvió a exhibir ese contraste. Mientras que el Gobierno apareció como el interlocutor del nuevo escenario en el encuentro con los empresarios argentinos, el kirchnerismo pareció desconcertado, oponiéndose con argumentos difusos y reflotando, de la mano del exministro Axel Kicillof, los fantasmas del cepo y el control de cambios.
Ocupada en Cuba de la salud y el asilo que gestionó para su hija Florencia, Cristina relajó por momentos el liderazgo de la campaña, y el desorden se hizo evidente. El Instituto Patria opera con una inercia ajena a los equipos que intenta formar Alberto Fernández para oxigenar su candidatura. Como si fuese escaso el conflicto, Massa también aporta invitados para el parto de la abuela.
El candidato presidencial consiguió una foto contundente con la liga de gobernadores peronistas y sus delegados en el Senado de la Nación. Es su mérito como armador. Pero sigue hablándole del peronismo al peronismo, mientras su oponente recuperó el habla para sugerirle un rumbo a la sociedad.
Como si estuviera todavía caminando a pie y ensangrentando el llano en el purgatorio de los conversos, Alberto Fernández viajó a visitar a Lula da Silva. El discurso de la revisión de condenas judiciales por corrupción se ha transformado en su principal eje de campaña.
El resto de sus declaraciones públicas se divide por partes iguales entre objeciones viscerales al gobierno de Macri y la absolución de posiciones cada vez que el kirchnerismo duro promete futuros de venganza venturosa.
Obligado a radicalizar su discurso, Alberto Fernández se alejó –al denostar de raíz el acuerdo comercial sorpresivo con Europa– de la opinión de antiguos aliados continentales como Evo Morales, Tabaré Vázquez y José Mujica.
Mientras Michelle Bachelet contaba los siete mil muertos de la dictadura chavista, Venezuela y Cuba quedaron como las únicas referencias cercanas a Cristina.
El perfil centrista de Alberto Fernández tiene un dilema central: parece haber quedado oculto en las sombras, cuando ya pasó el eclipse.