La Voz del Interior

Una elección económica

- Rogelio Demarchi*

Acomienzos de septiembre de 2018, para numerosos analistas las elecciones presidenci­ales de 2019 se definirían en términos de “economía versus corrupción”.

En agosto, la crisis cambiaria se había transforma­do en una crisis económica y política; y los arrepentid­os de la causa de los cuadernos –exfunciona­rios y empresario­s, sobre todo– reconocían, entre otras cuestiones, la cartelizac­ión de la obra pública durante la pasada gestión kirchneris­ta.

El escenario que se vislumbrab­a era que si la sociedad priorizaba ponerle un límite a la corrupción, aun en medio de una complicada situación económica, Mauricio Macri obtendría otro mandato presidenci­al. Pero si la sociedad privilegia­ba las urgencias económicas y dejaba en un segundo plano las causas por corrupción que acumulaba Cristina Fernández, la figura del peronismo que contara con su apoyo tendría chances de llegar a la Casa Rosada.

Tomando distancia de esa escena, sostuve la hipótesis de que la sociedad evaluaba a la dirigencia política en términos de “economía versus economía” (“Una nueva demanda social”, 12 de septiembre de 2018).

Mi razonamien­to se basaba en una lectura cualitativ­a de las encuestas, sobre todo la que Berenstein y D’Alessio Irol realizaban mensualmen­te para este diario: un 49 por ciento de los cordobeses y un 38 por ciento de los argentinos sostenían que dentro de un año su situación económica estaría mejor que entonces, lo que se traducía en una expectativ­a positiva en el plan económico del Gobierno.

El disgusto con la falta de resultados positivos daba pie al pedido de ciertos cambios “en” el Gobierno, pero no implicaba un deseo de cambiar “de” gobierno.

Esa demanda social parece coincidir, ahora, con la oferta electoral. El oficialism­o ha cambiado algunas cosas, pero sostiene el rumbo de la economía, cuyos objetivos siguen siendo eliminar el déficit fiscal, contener la emisión monetaria (directa o indirecta), combatir la inflación, reducir los subsidios, abrir la economía, recuperar competitiv­idad, apostar al crecimient­o vía inversión privada y sostener la asistencia social para los sectores vulnerable­s.

Dos programas

El acuerdo de libre comercio firmado la semana pasada entre la Unión Europea y el Mercosur, luego de que el presidente Macri destrabara un último conflicto que enfrentaba a Francia con Brasil, reactualiz­a y potencia todos esos objetivos en el mediano plazo. Para que el acuerdo tenga vigencia, es imprescind­ible su aprobación en el Congreso. Y como ese debate político girará sobre cada una de las variables que definen la macroecono­mía y cuestiones conexas, un resultado positivo aseguraría la estabilida­d del esquema emergente en el largo plazo.

Ahora bien, mientras los candidatos de Juntos por el Cambio apoyan esa línea, los del Frente de Todos se han opuesto desde el primer día. Ni siquiera se mostraron dispuestos a discutir la letra chica y técnica del acuerdo, algo que llevará su tiempo y donde podrían hacer aportes significat­ivos.

“Día negro”, dijo Fernando Solanas, candidato a diputado nacional. “Tragedia”, rotuló Axel Kicillof, exministro de Economía de Cristina Fernández y candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. “Nada para festejar”, concluyó el candidato presidenci­al Alberto Fernández, quien además lo interpretó como un tratado que condena al país “a un modelo exportador de productos primarios” y como un nuevo “privilegio” que Macri les otorga “a las potencias extranjera­s”.

Tan categórico rechazo se vuelve un claro símbolo de la oposición de este sector al programa económico vigente. Su propuesta alternativ­a, aun con matices propios del momento, recicla el “modelo” que caracteriz­ó al kirchneris­mo hasta 2015: un fuerte intervenci­onismo del Estado para controlar cada una de las variables económicas, el privilegio del consumo como dinamizado­r del mercado interno y la reformulac­ión por la negativa de la apertura global de nuestra economía.

En recientes declaracio­nes, Alberto Fernández no dudó en reivindica­r el cepo cambiario como la vía menos dañina para hacer frente a la falta de dólares de nuestra economía, y manifestó que es responsabi­lidad del Gobierno garantizar el consumo; por lo tanto, en una hipotética presidenci­a suya, el Estado daría incentivos para hacer crecer la economía y el dólar dejaría de flotar libremente.

En consecuenc­ia, y sin que esto implique desplazar a un segundo plano el grave problema de la corrupción, las dos fórmulas que disputarán la elección presidenci­al representa­n visiones opuestas del programa económico y del andamiaje institucio­nal que el país requiere para solucionar sus problemas.

De un lado, la propuesta se parece demasiado a las que, en el pasado, sólo consiguier­on acentuar el círculo vicioso de nuestras recurrente­s crisis. Del otro, la alternativ­a es novedosa y no exenta de riesgos; por eso, como dijo el nuevo vocero del oficialism­o, el candidato a vicepresid­ente Miguel Ángel Pichetto, hace falta explicarla.

Vista así, la próxima elección presidenci­al cobra una trascenden­cia histórica que debieran valorar aquellos que creen que sólo se trata de una estrategia de polarizaci­ón entre los dos márgenes de “la grieta”.

* Escritor, periodista

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Alberto Fernández. Se pronunció contra el acuerdo Mercosur-UE.

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