La Voz del Interior

Invierno y desamparo

- Alejandro Mareco Albures argentinos

Sabemos del rigor del frío porque vivimos debajo del Trópico, en el confín sudamerica­no donde el invierno se vuelve una brisa helada que va en busca del final blanco del sur.

Lo llevamos adentro, con cada uno de nosotros, en esa imprecisa nostalgia que suele tener los modos de nuestra cultura y que tantas veces nos devora en los

sueños del ayer que alguna vez alcanzamos y a los que nunca llegamos.

Y mucho sabemos también del dolor que trae al frío hecho materia hostil: cuando la adversidad se vuelve amarga y despiadada, el invierno martiriza a aquellos que atraviesan las noches tiritando a la intemperie o en los desamparos interiores donde tantos se juegan la vida por un poco de calor tóxico en lo profundo de las noches.

El frío de estos días ha venido con un humor polar capaz de ponernos al desnudo. Por un lado, el costado más dramático de la desvalidez de recursos, la de los que viven y duermen en la calle, quedó puesto en relieve a partir de cinco muertes provocadas por el frío y el desamparo, lo que motivó una reacción solidaria, con participac­ión de institucio­nes deportivas. Esta ayuda a los “sin techo” movilizó también a otros sin comida y sin abrigo.

Por otro lado, asomó la reacción de algunos que ven en esa crudeza expuesta una maniobra electorali­sta. Como si las condicione­s socioeconó­micas de la gente debieran quedar al margen del juego de las urnas.

¿Cómo esperamos que se expresen en la piel viva de la gente tantos números adversos que hablan de los aumentos de la pobreza, de la indigencia, de la desocupaci­ón, de los precios de los alimentos, de los medicament­os, de los combustibl­es, de los servicios esenciales, mientras los que bajan son el poder adquisitiv­o de los salarios y los índices de la actividad productiva, especialme­nte la industrial?

Hay tantos, y no sólo en el Gobierno nacional, que actúan frente a los números como si la economía fuera un asunto vaciado de gente. Pero no es un mero asiento contable ni tampoco un estado de ánimo social pasajero: van en ella la suerte de las personas, las condicione­s de vida de cada uno y la de los argentinos del futuro.

Hemos atravesado crisis bien hondas, como la de 2001/2002, cuando la solidarida­d fue capaz de atenuar los daños. Juan Carr, creador de Red Solidaria y propuesto para el Nobel de la Paz por la Unesco por su actuación en más de 20 años, fue blanco ahora de cuestionam­ientos. Por su parte, le pidió a la gente que levantara la vista para registrar a aquellos que necesiten ayuda.

No sólo desesperan las bajas temperatur­as, sino las inequidade­s y las miserias de un país que cada vez abriga a menos de sus hijos. Si se agrega indiferenc­ia, el frío se vuelve entonces una metáfora definitiva del desamparo.

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