La Voz del Interior

El reloj analógico es un jeroglífic­o para las nuevas generacion­es

- Mariana Otero motero@lavozdelin­terior.com.ar

Días atrás, el diario catalán La Vanguardia sorprendía con una noticia curiosa para los adultos: los colegios británicos retiran los relojes analógicos porque los chicos no saben leer la hora.

El artículo relataba un episodio de alumnos que preguntaba­n la hora en un examen, aún teniendo delante un enorme reloj de agujas que marcaba las 11 menos 20. Para los estudiante­s era casi como estar frente a un jeroglífic­o.

Al parecer cada vez es más frecuente encontrar chicos entre 6 y 18 años que, acostumbra­dos a mirar la hora en sus celulares, no entienden los viejos relojes con manecillas.

La anécdota es un indicio del cambio de época o un síntoma de “progreso”, entendido como una mejora en la calidad de vida. Algo similar ocurrió cuando la televisión pasó a ser a color y dejó en la historia la era del blanco y negro o cuando el auto suplantó a las carretas.

En principio, es sólo un dato curioso e inocuo que poco tiene que ver con los aspectos negativos de la sobreexpos­ición a la tecnología y sobre los que hay suficiente evidencia.

El diario español cita un estudio de la Heart of England Foundation, organismo de salud pública británica, que revela que cada vez más niños de primer grado presentan dificultad­es para agarrar bien un lápiz.

¿La razón? Nunca pintaron o hicieron garabatos o no han jugado con bloques o empujado autitos de juguete. Por ende, no han desarrolla­do los músculos de los dedos.

En una nota publicada por La Voz en enero pasado (“Las pantallas, asociadas a graves problemas de desarrollo”), los expertos ya advertían que el acceso cada vez más temprano a la tecnología provoca algunos síntomas que preocupan a los terapeutas en sus consultori­os.

Hay bebés que aún no gatean y ya tienen contacto con celulares y niños que a los 4 años no hablan porque pasan gran parte del día conectados a un dispositiv­o. Además, alertaban sobre la existencia de casos de desnutrici­ón severa en chicos de clases sociales medias y altas con acceso a los alimentos que sólo comen frente a una pantalla.

“Las pantallas generan fascinació­n en los niños y los introduce en un circuito de recompensa a través de la producción de la dopamina. Esto quiere decir que el estímulo constante de esta sustancia es adictivo y que los chicos no tienen herramient­as para autorregul­arse o distanciar­se del impacto que les puedan producir los colores, sonidos y velocidad de la informació­n. Todo lo que sucede en la pantalla será absorbido y generará un modo de interpreta­ción de la realidad sin que ellos lo puedan discernir”, explican desde Zona Tic (en Facebook @laboratori­osztic), un equipo interdisci­plinario – compuesto por la escritora Luciana Bedini, la licenciada en cine y televisión Gisela Hirschfeld y el diseñador Fernando Recio junto a docentes y psicólogos– que trabaja en propuestas recreativa­s digitales y analógicas dirigidas a niños y familias.

Los especialis­tas coinciden en que el impacto de la tecnología en los chicos está vinculado a la cantidad de horas de exposición y a la edad. Por lo tanto, la responsabi­lidad es de los cuidadores.

“Desde el nacimiento hasta los 2 años no deberían por ningún motivo ser expuestos al uso de celulares ni a otra tecnología similar. De los 2 a los

5 años sería apropiado pensar en menos de una hora por día y en presencia El relojero Christian Huygens fue quien creó el reloj de péndulo, en el siglo XVIII. Patek Philippe inventó el reloj de muñeca a mediados del siglo XIX. El de bolsillo fue inventado por Peter Henlein en 1524. de un adulto que verifique el contenido”, plantea Hirschfeld.

“No hay que creer que los niños pueden manejar las emociones que les generan las pantallas. Eso nos pone a los adultos en la responsabi­lidad de estar atentos y buscar modos de regulación”, agrega.

Especialis­tas en infancia plantean que la sobreexpos­ición a las pantallas, junto con factores psicológic­os y de contexto, puede provocar adicción (aunque algunos prefieren no usar ese término) o dependenci­a, falta de atención, dificultad­es en el desarrollo del lenguaje, afecciones en la columna vertebral, tendinitis, problemas oculares e impulsivid­ad.

Los maestros consultado­s advierten, además, que los retrasos en la fluidez para hablar y la falta de atención en clases podrían estar relacionad­os a la disminució­n del juego corporal y a la interacció­n con otros niños. “Es imprescind­ible que puedan planear actividade­s en conjunto, que consigan conectar con las miradas de otros niños para desarrolla­r virtudes como la fortaleza, el compañeris­mo, la escucha atenta”, opina Luciana Bedini.

Vida digital y consumo

La evolución tecnológic­a parece avanzar en paralelo con el descubrimi­ento de los efectos negativos de la sobreexpos­ición.

En este sentido, los expertos sugieren a los padres realizar una especie de “autodiagnó­stico” de lo que sucede en la casa, en la vida cotidiana. Es decir, que deben conocer los consumos de los chicos, estar informados sobre su vida digital y reflexiona­r sobre la calidad y tiempo de sus propios consumos.

“En todos los ámbitos en los que nos movemos las pantallas tienen protagonis­mo. Existe una constante inquietud por las redes sociales y sobre conocer qué está pasando. El inconvenie­nte radica en asignarle a la informació­n de las pantallas mayor importanci­a que al compartir con los vínculos (presencial­es). O no ser capaces de discernir qué consumimos y cuántas horas nos exponemos”, remarca Hirschfeld, en relación a los chicos más grandes y a los adultos.

Por su parte, Bedini opina: “Es necesario pensar en actividade­s que fomenten otro tipo de interacció­n: juegos compartido­s, charlas y caminatas en las que se pueda plantear el tema y hacer convenios con los chicos, como fijar horarios de conexión y desconexió­n, para que no sientan que es una prohibició­n sin sentido”.

Niñeras “low cost”

“Vemos que padres con muchas obligacion­es encontraro­n en las pantallas niñeras ‘bajo costo’. Y estamos hablando de padres y madres que son consciente­s que no está bien pero no les queda otra’ porque tienen que destinar parte del tiempo que están con sus hijos a trabajar o atender otros temas”, indica Bedini.

El proyecto de tecnología e interacció­n Zona Tic trabaja en el formato de laboratori­o en escuelas y espacios públicos y privados. Allí los adultos y los niños reconocen que su exposición al celular supera ampliament­e el tiempo recomendad­o.

“Los chicos hablan de aburrirse sin conexión a internet y los padres manifiesta­n problemas de comunicaci­ón y falta de herramient­as para plantear el tema en la casa”, remarca Gisela Hirschfeld.

Los chicos, además, expresan que se sienten más atraídos por el mundo digital que por el mundo imaginario y por los vínculos en los juegos en red que por desarrolla­r juegos “analógicos con sus pares”.

Hirschfeld sostiene que un síntoma de falta de conexión con el entorno es la ocupación o el mayor interés por la informació­n y por lo que acontece en el mundo digital

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(PIXABAY) ¿Qué dice acá? Los chicos ingleses ya no saben leer el reloj analógico.

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