La Voz del Interior

El sobrevivie­nte de la Amia que esperó el rescate durante cinco horas

Alejandro Mirochnik sobrevivió al atentado a la Amia. Trabajaba en prensa del edificio. Hoy, a 25 años de la tragedia, recuerda cómo aguantó 5 horas debajo de miles de escombros.

- Josefina Edelstein Especial

En un terremoto o en un incendio, la recomendac­ión es no refugiarse en un ascensor. Sin embargo, el 18 de julio de 1994 fue un elevador el que protegió a Alejandro Mirochnik el día del atentado contra la Amia.

El sobrevivie­nte trabajaba en el Departamen­to de Prensa de la Delegación de Asociacion­es Israelitas Argentinas (Daia), que estaba en el quinto piso del edificio de la Amia. Como todos los días, aquel 18 de julio volvía con el paquete de diarios para recortar todo lo relacionad­o con la comunidad judía, con lo que armaban una síntesis diaria que se distribuía en el Once y en el centro.

Pero el ascensor nunca llegó al quinto piso. Dentro de la máquina, Mirochnik sintió cómo descendía precipitad­amente y creyó que había llegado al sótano.

Después de cinco horas en la oscuridad, con cientos de escombros encima, mucho polvo y ruido, detectó una bota amarilla y gritó. El bombero pidió silencio y escuchó que Alejandro reclamaba: “¡Acá estoy, qué pasa con Carlitos y esos cinco boludos que están sentados ahí! ¿No se dieron cuenta de que se cayó el ascensor?”.

Carlitos y otros integrante­s de la seguridad en el ingreso del edificio de la Amia habían muerto a las 9.53, cuando estalló la bomba que destruyó la vida de 85 personas, dentro y fuera de la institució­n.

Pero Alejandro pensaba que lo que había pasado era un desperfect­o técnico porque la ascensoris­ta hacía tiempo que les decía que el aparato “algún día se iba a caer porque no le hacían mantenimie­nto”.

Esa idea y su estado físico (es campeón argentino de triatlón), lo ayudaron a soportar lo incomprens­ible y el dolor de la pierna derecha “rota en mil pedazos”.

Los bomberos le pasaron una manguera que le suministra­ba agua y oxígeno, mientras con una sierra trataban de ensanchar el agujero por donde, casi cuatro horas más tarde, iba a salir izado con una soga a lo largo de los dos metros que lo separaban de la destrucció­n y también de la vida.

Hospital

En el Hospital de Clínicas de Buenos Aires se aferró a tres médicos que, esa misma noche, le hicieron un orificio en el talón. “Desde allí trataron de que mi pierna se estirara lo más posible con seis kilos de pesas”, le cuenta a La Voz y agrega que, de parte de los estudiante­s de Medicina, escuchó “terribles hipótesis” sobre cómo tendrían que amputarlo para evitar una gangrena.

“Yo lo abrazaba a mi médico Ferreyra y le pedía que me salvara la pierna porque quería volver a correr triatlón. Estaba en un momento sublime de mi carrera como deportista”, recuerda.

Su pierna derecha quedó tres centímetro­s más corta, pero no fue obstáculo para que continuara compitiend­o. Después del atentado trabajó dos años en la Daia, hasta que se fue para dedicarse a la docencia y a la promoción de la actividad física.

“A raíz de lo que me pasó, durante 22 años me dediqué a la Educación Física especial con chicos que tenían todo tipo de discapacid­ades”, cuenta. También siguió entrenándo­se para participar en triatlón, pero aclara que “en distancias más largas y superadora­s” para su mente y su cuerpo. Alejandro se jubiló en 2018 y piensa vivir en Mina Clavero.

 ?? (F. LÓPEZ CLARO) ?? Sobrevivie­nte. Mirochnik logró soportar el encierro durante varias horas gracias a su estado físico.
(F. LÓPEZ CLARO) Sobrevivie­nte. Mirochnik logró soportar el encierro durante varias horas gracias a su estado físico.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina