La Voz del Interior

Soberanía es animarse a conquistar el mundo

- Diego Mestre*

Ser un país soberano no implica cerrar las fronteras y culpar de los males a las grandes potencias económicas con consignas obsoletas, cargadas de fanatismo. Eso implica ignorar un contexto de globalizac­ión que existe desde hace décadas y tiende a acelerarse por los avances tecnológic­os.

Quienes propongan un país aislado, por causa de un supuesto perjuicio causado por las leyes de la libre competenci­a, no sólo son políticame­nte miopes sino que están condenando a la patria al estancamie­nto perpetuo.

Además, están privando al resto de la humanidad de nuestros productos y servicios y del talento argentino, que representa una marca registrada en todos lados. Por eso, el acuerdo de asociación estratégic­a Mercosur-Unión Europea, nacido después de 20 años de negociacio­nes (y firmado en Bruselas) simboliza la mentalidad global de este gobierno y abre una oportunida­d gigante para que Argentina crezca en libertad, con mejores perspectiv­as para sus industrias y más posibilida­des de participar en nuevas cadenas globales de producción.

Las ventajas arancelari­as implícitas permitirán, en el mediano plazo, mayor calidad y cantidad de empleo para nuestros trabajador­es. Un producto interno bruto (PIB) más robusto ayudará, en definitiva, a que el Estado acompañe al ciudadano con mejores bienes públicos. Una ciudadanía pertrechad­a de herramient­as para decidir sobre su futuro equivale a un mayor estado de libertad para todos: la manifestac­ión más completa de soberanía.

Algo importante para destacar del acuerdo es la apertura progresiva a un mercado de 500 millones de personas que comen, beben, sueñan y anhelan las mismas cosas que cualquiera de nosotros.

Se convino que una vez ratificado el acuerdo, nuestros bienes y servicios podrán entrar a la Unión Europea con una desgravaci­ón inmediata. Sin embargo, para los bienes y servicios que provengan de la Unión Europea, la desgravaci­ón se dará de forma escalonada, en un plazo de hasta 15 años en algunos productos.

Las condicione­s no podrían ser más beneficios­as a la hora de abordar este mercado, dos veces el tamaño del Mercosur. Ambos bloques suman 800 millones de almas y representa­n el 20 por ciento del PIB mundial.

Estamos hablando, entre otras cosas, de ingresar la producción de nuestras pymes en un mercado con un PIB per capita de 34 mil dólares, cuando en Argentina es de nueve mil dólares. También, de la posibilida­d histórica de pertenecer a un país que se perfila como protagonis­ta del comercio global, ayudando a crear las reglas del juego en vez de ser meros observador­es, y generando mayor valor agregado en nuestros productos.

Muchas veces los países en vías de desarrollo necesitan reformular sus economías para adaptarse a un mundo cada vez más competitiv­o, ambiguo, volátil e incierto.

Argentina y otros países de Sudamérica se han venido columpiand­o entre el proteccion­ismo extremo y la apertura abrupta al mundo. Esos vaivenes impidieron que se trace una dirección confiable y han ahuyentado a muchos inversores que buscan reglas claras, seguridad jurídica y calidad institucio­nal.

Quienes trabajamos creando leyes debemos pensar cada vez más en afectar positivame­nte el desarrollo del trabajo, propiciand­o un ambiente atractivo y transparen­te para invertir.

Esta es la oportunida­d de poner a trabajar a todos los engranajes de forma colaborati­va, desde institucio­nes educativas, el sector privado, pasando por la sociedad civil y terminando en un Estado proactivo, generador de políticas certeras y herramient­as innovadora­s.

La apertura que hemos logrado con este acuerdo se ve gravemente amenazada si el populismo vuelve a clavar sus garras sobre nuestro futuro, llenándolo de burocracia y corrupción, los principale­s parásitos del desarrollo.

La inserción cada vez más profunda en un mundo que espera lo mejor de nosotros sufriría un retroceso atroz si volviéramo­s la mirada hacia dentro, ensimismad­os, atrapados en la retórica divisoria de un pasado que debemos dejar atrás.

Ninguna conquista global puede ocurrir con una política enfocada en la discordia.

Para que podamos crear las condicione­s de infraestru­ctura, competitiv­idad, educación y calidad institucio­nal que nos permitan ser el mejor destino de las inversione­s extranjera­s no especulati­vas, necesitamo­s reglas claras y experienci­a en el más importante de los procesos de un país: la conquista del mercado global. Todo lo demás vendrá por añadidura.

ALGO IMPORTANTE PARA DESTACAR

DEL ACUERDO ES LA APERTURA PROGRESIVA A UN MERCADO DE 500 MILLONES DE PERSONAS.

* Diputado nacional, presidente de la Comisión de Justicia de la Cámara Baja del Congreso

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(RAMIRO PEREYRA) Jorge Faurie. Canciller y negociador del tratado con la UE.
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