La historia de la mamá, una clave para la enseñanza
Es posible la ternura en la escuela explica que, en general, resulta curioso que un niño sea capaz de querer a una maestra, a la que no conoce previamente, y acepte las condiciones que impone en la clase. ¿Cómo se entiende este vínculo de afecto y confianza?
“Uno se pregunta cómo es posible que un nene de 3 o 4 años llegue a la escuela y se acerque a darle un abrazo y un beso a la maestra como si la conociera de toda la vida. Las razones las explica el psicoanálisis con la posibilidad de ese niño de evocar los buenos vínculos que tuvo. Es decir que sabe lo que es un buen vínculo y lo proyecta, lo transfiere a la maestra y espera lo mismo de ella. Hay una composición emocional y ética que tiene que ver con esta dinámica del encuentro con el otro sabiendo qué puedo esperar de él”, remarca Dolagaray.
Al conocer a la madre, aparecen indicios sobre cómo se relacionará el niño en el futuro con la maestra. Si se observan obstáculos, el docente puede reconstruir el vínculo para que el pequeño se socialice de una manera diferente.
“Si me acerco y el niño se corre quizá piensa que le voy a pegar. Le tengo que explicar que me acerqué para que me escuchara. Voy acompañando el proceso de socialización y reconstruyendo esa modalidad de vínculo”, dice la psicopedagoga.
“Es súper importante saber quién es la madre de mi alumno, porque permite entender las problemáticas que puede pasar el niño en la escuela. Como maestras podemos tener herramientas para entenderlo pedagógicamente mejor”, explicó una alumna del profesorado.
El origen de todo
Hasta ahora se realizaron 300 entrevistas a madres elegidas al azar. Las encuestadas son mujeres jóvenes y trabajadoras, de clase media y media baja, con pareja estable y estudios secundarios completos. En muchos casos, el embarazo no fue planificado.
El relevamiento considera variables como la edad de la madre, el conocimiento y utilización de métodos anticonceptivos, la opción de abortar, el acompañamiento emocional, la aceptación o el rechazo del embarazo por parte de la madre, de la pareja o compañero sexual y de los padres de la mujer.
Aunque el análisis aún no está completo, se observa que en gran parte de los testimonios la madre refiere situaciones de malestar emocional durante la gestación. Según los datos preliminares, 22 de un total de 60 mujeres manifestaron que alguna persona cercana le propuso abortar; siete hicieron algún intento, pero ninguna interrumpió el embarazo.
“Lo más difícil es cuando la propia madre de la embarazada propone el aborto porque es una situación que no se termina de metabolizar”, apunta Dolagaray. La embarazada debe sentir que tiene con quién contar. En ocasiones, las chicas encuentran más apoyo en la familia del novio que en la propia. Incluso, cuando el hombre no se hace cargo.
“En las adolescentes, la primera matriz de apoyo son las amigas, pero es fundamental la presencia del padre y de la madre durante el embarazo”, explica Dolagaray.
Sin embargo, no siempre ocurre. Algunos de los relatos surgidos en las entrevistas.
ADICCIONES. “La chica que entrevisté tenía 18 años, vivía con la madre. El papá del bebé la había dejado. Estaba en tema de drogas, alcohol y le decía a la familia de él que no era su hijo. No se hizo cargo y ella está con ayuda social, viviendo con su madre y la bebé”. ADOLESCENTE. “Entrevistamos a una niña de 16 años que había quedado embarazada de su novio sin haberlo planeado. Cuando se enteró de que estaba embarazada hacía un mes que no estaba con él. Dice que se quedó helada, que tenía miedo y no tenía el apoyo de su madre, que le propuso abortar y no hizo caso. La madre no acepta a su hijo hasta el día de hoy”. COMPARTIDO. “La madre que entrevisté tenía 34 años, era su tercer hijo, lo había planificado con su esposo. Cuando es algo compartido es diferente cómo se vive y cómo influye en los niños”. VIOLACIÓN. “La madre que entrevisté nació producto de una violación. Su mamá estaba internada en un neuropsiquiátrico y la violaron. Hoy, ella, a pesar de todo lo que atravesó, es una buena madre, tiene dos hijos, pareja y hizo lo que mejor pudo”. ABORTO. “Entrevisté a una mamá de 16 años. La madre pidió que lo abortara. Tenía muchas ganas de contar. No tenía dónde apoyarse. Nos contó los problemas que tiene el bebé y que hace todo lo que le dice la doctora porque no tiene alguien que la aconseje”.
“Hemos visto casos en que el padre echa a la hija de la casa o se la destina a la última habitación de la vivienda para que el padre no la vea embarazada”, subraya Dolagaray.
Los estudiantes del profesorado indicaron que un gran número de adolescentes-madres entrevistadas aseguraron que sienten que defraudaron a sus progenitores.
Dolagaray explica que pese a que con el tiempo esa relación padrehija se puede reconstruir y se repara el daño emocional, el malestar queda latente. “Ahora, mi papá me acepta, pero no es lo mismo”, expresan las chicas.
En sectores económicamente más altos, la posición familiar frente al embarazo adolescente es diferente. Los padres ayudan, le permiten a la joven que permanezca en su casa, pero no le dan cabida al padre del bebé.
“También hay daño en esos casos en los que no importa el hombre porque para la mujer el hijo es más importante. Tenemos madres solas e hijos sin padres. Es interesante ver que las resoluciones culturales en los distintos sectores sociales terminan generando algún riesgo por exagerar la protección o no darla”, plantea Dolagaray.
El otro fenómeno que se advierte en las entrevistas es la constitución de las familias por la llegada del hijo. En los sectores más desfavorecidos, la maternidad temprana genera uniones familiares y no a la inversa cuando una pareja es la que decide formar una familia.