La Voz del Interior

Una batalla que se avecina

-

La firma del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea –en cuya materializ­ación ha jugado un rol decisivo el presidente Mauricio Macri– disparó, una vez más, los antiguos debates que permanecen latentes en la sociedad argentina y que afloran una y otra vez sin que un criterio se imponga sobre el otro de un modo definitivo.

Y cuando discutimos, no lo hacemos acerca de un aspecto parcial, sobre puntos circunscri­tos o algún fragmento controvers­ial. Nada de eso: nos planteamos absolutame­nte todo.

Se trata –aunque falten aún importante­s detalles y un listado de excepcione­s– de establecer el libre comercio entre la Unión Europea, liderada por algunas de las naciones más desarrolla­das del planeta, y el Mercosur, formado por países tecnológic­amente más retrasados y cuya industria está varios escalones por debajo que la del Viejo Mundo.

La misma historia

Y ya hemos comenzado la discusión de siempre.

De un lado, los que dicen que comerciar libremente con países más desarrolla­dos nos perjudicar­á, porque como su industria es más poderosa, la nuestra sucumbirá fácilmente ante su embate.

La industria nacional, sostienen, no podrá competir y será destruida. Se perderán así miles de puestos de trabajo por culpa de esa competenci­a desigual.

Con la industria destruida, al país le sobrarían 20 millones de habitantes, pues nuestro agro, altamente eficiente, no puede absorber toda la mano de obra que dejaría vacante la industria, al quedar maltrecha por una competenci­a desigual y ruinosa, se argumenta.

Este debate no es nuevo: similares argumentos se utilizaban para prohibir las manufactur­as inglesas hace... ¡200 años!

Ya en el tiempo de la independen­cia de España teníamos las mismas prevencion­es. Las industrias nacientes, se dice, necesitan un período de protección para adecuarse, fortalecer­se y luego, sí, poder competir en igualdad de condicione­s.

Este alegato parece razonable. Pero después de dos siglos uno podría preguntars­e cuántas centurias más se necesitan para completar los aprestos.

Las culpas propias

Ahora bien... ¿por qué nuestra industria no tiene ya los niveles de eficiencia apropiados para poder competir en una economía más abierta? Ha contado con décadas de protección arancelari­a, de créditos promociona­les, de reserva del mercado interno, de múltiples estímulos. Sin embargo, no ha logrado consolidar­se ni adquirir niveles de eficiencia y competitiv­idad que la habiliten para disputar mercados en un mundo globalizad­o.

Nuestros industrial­es siempre se la pasan llorando ante las importacio­nes de bienes más baratos y de mayor calidad, o quejándose porque el tipo de cambio se retrasa y eso conlleva a un abaratamie­nto de las importacio­nes que compiten con la producción local.

¡Tipo de cambio competitiv­o!, claman los industrial­es para poder exportar. Un expediente más fácil, ciertament­e, que la incorporac­ión de tecnología para aumentar la eficiencia, mejorar la calidad y reducir los costos, para, de ese modo, acceder al mercado mundial.

No les gusta el desafío de poder acceder sin aranceles a un mercado de 500 millones de europeos. Se inclinan por conservar el coto cerrado del pequeño mercado argentino, cuyo acceso exclusivo no les exige que mejoren sus productos ni que bajen los precios. La competenci­a internacio­nal los aterra, pues pondrá en evidencia décadas de molicie y achanchami­ento.

Y, por supuesto, defenderán ese pasaporte al inmovilism­o con argumentos patriótico­s: no se puede destruir la industria nacional; el trabajo argentino debe ser defendido; hay que resistir a los monopolios extranjero­s.

Se reunirán con los sindicatos, que también participan del statu quo del atraso, y con la izquierda, siempre dispuesta a sumar sus leños a cualquier conato de incendio.

El núcleo de esta política aislacioni­sta, quedada en el tiempo, es el peronismo. Sobre todo en su versión actual mayoritari­a, encabezada por Cristina Fernández.

También en Europa

En la Unión Europea, se plantea un reclamo simétrico. Allá son los productore­s agrarios los que se quejan. Las fatigadas tierras del Viejo Mundo reclaman toneladas de agroquímic­os y miles de horas de tractor para dejar escapar sus brotes alimentici­os. Los subsidios son moneda corriente desde hace muchos años. La competenci­a con las feraces tierras sudamerica­nas es una batalla perdida.

Surgen ahí también los argumentos patriótico­s: preservar la soberanía alimentari­a; defender la tradición que significa la producción agraria europea; no perder de vista la “trazabilid­ad” de los alimentos importados, azuzando el peligro de que los alimentos sudamerica­nos los envenenará­n.

Este debate tampoco es nuevo en Europa. Recién hacia mediados del siglo XIX los industrial­es británicos pudieron derogar las leyes de granos (Corn Laws) y abaratar los alimentos a través de la libre importació­n y, consecuent­emente, los costos de la mano de obra.

Otros pueden

Competir en las Grandes Ligas de la producción industrial no es algo que podamos esquivar para siempre, como pretenden los industrial­es y los sindicatos locales. Hay un momento en que debemos enfrentar la realidad que hemos construido durante décadas: una industria ineficient­e, en cuyo descargo puede decirse, sin embargo, que cuenta con insumos locales caros y costos de electricid­ad, transporte, logística e impuestos elevados.

Hay un momento en que hay que decidirse e intentar pegar el salto hacia la eficiencia y la diversific­ación productiva. Así lo hicieron, por ejemplo, los países más atrasados de Europa, que se fueron incorporan­do a la entonces Comunidad Europea a partir de la década de 1980.

En América del Sur, el ejemplo más notorio es Chile, que con mercados abiertos ha logrado una fuerte inserción mundial, altas y sostenidas tasas de crecimient­o del producto interno bruto, bajos índices de pobreza y fuerte tono exportador.

La falta de divisas suficiente­s está en la base misma de nuestros problemas económicos. Es preciso diversific­ar nuestras exportacio­nes, y ello supone cambios estructura­les, principalm­ente en el sector industrial.

Este será un debate decisivo para los próximos años.

* Analista político

 ??  ??
 ??  ?? Macri. Es un impulsor del acuerdo.
Macri. Es un impulsor del acuerdo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina