La Voz del Interior

Disciplina por libros

- Juan Federico Encrucijad­as jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

La secuencia es atroz. Alguien que por sorpresa se encuentra con un cadáver joven arrojado así nomás en un descampado. Se acerca, da vuelta el cuerpo, mira y se convence: le saca las zapatillas, el celular y una campera de cuero. Luego, se marcha.

La investigac­ión por el femicidio de Eylin Jiménez Condori, la adolescent­e de 17 años que apareció asesinada en Nuestro Hogar 3

(al sur de la ciudad de Córdoba) la semana pasada, arroja, entre otros capítulos de espanto, esta cruel sospecha.

¿En qué clase se sociedad emergen este tipo de conductas? Aunque pueden pensarse como casos aislados, asoma un patrón que se ha ido consolidan­do en los últimos tiempos.

En el otro extremo de la ciudad, al noroeste, el lunes pasado murió Gastón Alejandro Navarro (29), quien el domingo 7 de este mes fue encontrado malherido con un

balazo en la cabeza en un descampado de Sol Naciente.

Se sospecha que jóvenes de entre 20 y 30 años, de la misma zona que él, lo asaltaron, le quitaron el auto (al que abandonaro­n tras sacarle las ruedas), la billetera y el celular y después le dispararon sin miramiento­s.

Un desprecio por la vida que abruma. Y que se multiplica a diario de diferentes maneras. Hasta en aquellos casos de los que aceleran un auto sin medir las consecuenc­ias. Una violencia que circula desde la calle al interior de los hogares. Y que a diferencia de la economía, sí se derrama.

Realidad que emerge en medio de un contexto social frágil, en los márgenes de modernas autopistas celebradas por la mayor velocidad que le impregnaro­n a otros aspectos de la dinámica cotidiana. Pero en estos barrios lo que llega más rápido es la muerte.

Las imágenes que desencaden­ó el acuartelam­iento policial de fines de 2013 en Córdoba rápido fueron pasadas a archivo por las clases dirigentes y aquellos encargados de pensar la cosa pública. Cinco años y medio después, no aprendimos nada de ese momento que nos enseñó todo.

Córdoba, que aún insiste por retratarse como aquella Docta hoy perdida, quedó fotografia­da entonces como una ciudad salvaje, atrasada, con conductas dignas de la inciviliza­ción. Si nadie te protege, lo tuyo es mío.

No fuimos todos, ni siquiera una mayoría. Pero lo extendido de aquellos saqueos no generó aún la reflexión necesaria sobre qué estaba pasando en los barrios para que el contrato social se rompiera de tal manera, sólo porque los policías dejaron de patrullar durante unas horas.

El derrotero colectivo que se observa en los cuatro puntos cardinales de la ciudad muchas veces decanta en impotencia.

“Para los que estamos en contacto con los problemas sociales, el tiempo es hoy”, suele recordar el psicólogo Sebastián Bertucelli, un especialis­ta en prevención de la violencia urbana.

Todo el año en clave de elecciones de diverso tipo, con las gestiones puestas virtualmen­te entre paréntesis, suena a demasiado costo social.

En este contexto de campaña permanente, esta semana el Gobierno nacional anunció la creación del Servicio Cívico Voluntario.

A diferencia de la antigua “colimba” a la que ingresaban todos los jóvenes a través de un sorteo, ahora se plantea que Gendarmerí­a se va a encargar de contener a adolescent­es de entre 16 y 20 años que no estudian ni trabajan, los “ni-ni”, una denominaci­ón que pone debajo de la alfombra un montón de matices que la desmienten. Por ejemplo, diversos estudios económicos ya han advertido que un gran porcentaje de las mujeres rotuladas así en realidad realiza trabajo doméstico no remunerado.

La idea oficial apunta a que jóvenes sin horizontes, a los que la escuela no contuvo y que no califican para trabajar, ahora sean “ordenados” por una fuerza de

¿REFORZAR LA EDUCACIÓN O IR DIRECTAMEN­TE A PALIAR LAS CONSECUENC­IAS DE TANTA DESERCIÓN?

seguridad. Disciplina por libros. La relación causa-efecto plantea interrogan­tes sobre las prioridade­s: ¿reforzar la educación o ir directamen­te a paliar las consecuenc­ias de tanta deserción?

Hace poco, en una escuela urbano marginal, uno de los pocos chicos que había terminado el secundario decidió ingresar en una fuerza de seguridad nacional. Los maestros se sorprendie­ron y hasta se desanimaro­n: creían que aquella excepción se iba a animar a intentar un futuro universita­rio.

Tras debatirlo mucho, una de las docentes llegó a una conclusión: el joven se había anotado allí porque necesitaba ser ubicado con un rol específico en medio del caos cotidiano en el que vivía desde muy niño. En su familia, la única prioridad siempre había sido la de subsistir día a día.

Allí donde los chicos tienen roles de adultos, porque deben salir a buscar una moneda o cuidar de sus hermanitos más pequeños, la esquina suele ser sólo un recreo. En el fondo anidan otras violencias que muchas veces, ya de más grandes, generan una dinámica perversa. Y también, propuestas que sólo maquillan una estructura social hasta hoy inalterada.

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