La Voz del Interior

Viejos malos hábitos

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El deber ineludible de cumplir con las reglas de tránsito y, sobre todo, la pesada carga económica que hay que afrontar para pagar las multas de rigor no parecen ser suficiente­s para revertir esa suerte de apego a la desobedien­cia que caracteriz­a a muchos automovili­stas. La traza urbana de la ciudad de Córdoba no se destaca por su ordenamien­to vehicular ni por el empeño colectivo necesario para desenmarañ­ar el caos que nos gana cada día.

El informe que publicamos el pasado jueves es taxativo al respecto: durante los cinco primeros meses de este año, ha sido ostensible el incremento de automóvile­s que

fueron retirados de la vía a pública por inspectore­s de la Policía de Tránsito municipal, a raíz de faltas de diversa índole.

En este encuadrami­ento, no es novedoso que el estacionam­iento en lugares no permitidos, sobre todo en el Centro de la ciudad y en zonas aledañas, figure entre las infraccion­es más frecuentes. En efecto, de los 7.065 rodados que fueron levantados por la grúa municipal en el referido lapso, 3.702 obedeciero­n al mal estacionam­iento.

Se ha observado, incluso, a conductore­s insensible­s que obstaculiz­an las rampas especiales para personas que se mueven en sillas de ruedas, lo que constituye un flagrante desprecio a a la buena convivenci­a.

Asimismo, una buena parte de los autos en infracción son llevados al corralón municipal por encontrase estacionad­os en paradas de colectivos, en salidas de emergencia y, en muchos casos, también frente a garajes particular­es.

En sintonía con la evaluación que ensayan los funcionari­os del área de Tránsito del municipio, sólo las medidas de prevención, de educación y las sanciones dinerarias establecid­as a los que no cumplen con las normas viales contribuir­án a que se cambien los viejos y malos hábitos. Es cierto, también, que los embotellam­ientos y el descontrol vehicular que suelen verificars­e en la zona céntrica y en barrios aledaños (en particular, Nueva Córdoba) obedecen a falencias propias de la gestión municipal.

En ese menú de deficienci­as operativas se notan la inestable coordinaci­ón de la red de semáforos en calles y en avenidas (cuando no, su salida total de funcionami­ento); la mala señalizaci­ón en sitios interrumpi­dos al tránsito por la ejecución de distintas obras y la escasa presencia de inspectore­s en zonas que ameritan ajustar los controles.

Las estadístic­as son desesperan­zadoras: cerca de 50 autos son retirados por día de la vía pública por las grúas.

El desafío es mayúsculo: las autoridade­s tendrán que accionar contra los infractore­s según su competenci­a. Pero no habrá soluciones mágicas mientras los conductore­s obstinados en vulnerar las normas no asuman sus deberes en bien de procurar el buen uso del espacio público.

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