La Voz del Interior

La Falda es tango, voluntad y sentimient­os

- Alejandro Mareco Crónicas en penumbras amareco@lavozdelin­terior.com.ar

Si la historia de tango que cuenta La Falda es una historia con sentido profundo es, sobre todo, porque es una historia sentida. Antes que nada, aparece el espíritu que el festival ha ido modelando en su público (o acaso viceversa). Su gente llega con la atención dispuesta a escuchar, a no sólo entregarse a la devoción por los clásicos del género sino también a detenerse en otros detalles, y a reconocer con generosida­d a los artistas en escena.

Es un anfiteatro que escucha, que se guarece en la quietud de la penumbra con la emoción abierta y el oído paciente; sólo algunos pocos bailarines se sueltan entre los pasillos de la platea.

Este viernes y sábado, en una versión reducida según las dificultad­es que se viven, la 36ª edición del Festival Nacional del Tango tuvo una saludable travesía que sostuvo en alto ese espíritu y dejó tendida la mesa del porvenir. El público respondió colmando las dos largas noches y los artistas encendiend­o varios momentos de celebració­n tanguera.

Es una reunión en la que abundan la tradición de los tangos emblemátic­os, sobre todo de los años ’40 y ’50, y algunas citas recurrente­s a Astor Piazzolla (en especial, Libertango). Puede ser mirado como una concesión de los artistas a la demanda de la gente, pero quizá

se trata de algo así como una misión compartida. Es el faro tanguero en la plenitud del invierno argentino y uno de los pocos festivales del género que tiene el país, por lo que el modo asumido es parte del sentido.

Aunque suelen presentars­e algunas ventanas: ver y sentir otras cosas o las mismas de otro modo es el camino del crecimient­o. Lo del Franco Luciani y su armónica, el sábado, fue un ejemplo.

Mientras tanto, todo se sostiene si desde la acción del escenario se generan momentos de celebració­n compartida: disfrute, pasión, asombro, emoción, conmoción.

Si son los cantores los portadores de muchas de esas chispas, el final del viernes tuvo en escena a uno de los más precisos y potentes: Ariel Ardit.

Con un pañuelo apretado en el puño derecho, sus manos apenas apuntalan el sentir del tango en la boca: Ardit se planta junto al micrófono, delante de su orquesta pero casi como uno más, y desde ese puesto canta. La sustancia del relato, los sentimient­os hondos que suele interpelar el tango, se definen en las sutilezas de los fraseos, en la el impacto claro de la palabra, en la manera de decir el final, en el modo de vivir lo cantado.

El sábado, en tanto, uno de los cantores señalados fue Omar Mollo, que vino a conmover con la soltura de su voz áspera y, sobre todo, su estremeced­ora pasión para afrontar clásicos que hablan especialme­nte de sentimient­os desamparad­os y cruda desventura.

Más voces dejaron su marca: Raúl Lavié, Jesús Hidalgo, Karina Levine…

En cuanto a las orquestas, Osvaldo Piro, el gran maestro cuyo recorrido en el festival arranca en los comienzos del encuentro, regresó con la suya para refrescar la vigencia de su talento, inagotable de inquietud. Aunque, en esta edición, faltaron formacione­s de este tipo.

Mientras, La Falda, como comunidad al amparo de tantos años de afirmación tanguera, va

CON APOYO DEL PÚBLICO Y MOMENTOS DE CELEBRACIÓ­N ARTÍSTICA, CONCLUYÓ LA 36ª EDICIÓN DE LA GRAN REUNIÓN TANGUERA.

recogiendo su propia cosecha. Quedó claramente expuesto en la reunión del trío Contramano y la joven cantante y bandoneoni­sta Lisette, que deslumbrar­a como niña. Presentaro­n un proyecto compartido que los reúne en una veraz búsqueda artística. Carlos Habiague, el joven cantor faldense que cerró el festival, es otra prueba en esta dirección.

La Falda sostiene su festival con voluntad y sentimient­o claros. El sentido y lo sentido.

 ?? (LA VOZ) ?? Alta sociedad. Lisette expuso en el festival los alcances de su encuentro con el trío Contramano.
(LA VOZ) Alta sociedad. Lisette expuso en el festival los alcances de su encuentro con el trío Contramano.
 ?? (LA VOZ) ?? Es un sentimient­o. Ariel Ardit brilló por su claridad expresiva, por cómo plantea los sentimient­os hondos del tango.
(LA VOZ) Es un sentimient­o. Ariel Ardit brilló por su claridad expresiva, por cómo plantea los sentimient­os hondos del tango.
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