En busca de bienestar, ganan lugar las terapias alternativas
Cada vez más gente experimenta terapias alternativas, complementarias o naturales. Buscan un trato humanizado, vincular el cuerpo y la mente o encontrar soluciones rápidas.
“Alos 53 años me di cuenta de que mi trabajo no me hace feliz y de que pasé 20 años con un hombre que no me valoraba. Te sentís como vacía y el tiempo pasa... Una amiga me recomendó mindfulness. Voy a probar”.
La situación de Daniela, arquitecta divorciada y con dos hijos, podría ser similar a la de cientos de personas que buscan terapias para estar o sentirse mejor o como complemento a los tratamientos médicos tradicionales. Las búsquedas alternativas existen desde siempre, pero las redes sociales han potenciado el conocimiento de promesas de mejoras físicas o espirituales.
En algunos casos, se trata de propuestas con una base científica probada y en constante investigación (es el caso del mindfulness, o “atención plena”, que trabaja con la plasticidad cerebral a través de la meditación), de técnicas milenarias y espirituales o de
ofertas vinculadas a una vuelta al mundo natural y orgánico.
En otros casos, de supercherías o de seudociencias que lucran con el dolor y con el sufrimiento ajeno.
Lo novedoso es que las instituciones de tradición más ortodoxa han comenzado a experimentar en el mundo con terapias complementarias. Hay hospitales que ofrecen reiki o universidades y empresas que dan cursos de mindfulness a sus empleados y hasta juzgados que, en determinados casos, no descartan las constelaciones familiares.
En Barcelona (España), algunos hospitales han creado “unidades de terapias naturales” bajo la consigna de una medicina integrativa, paralela a las terapias tradicionales, que miran a la persona de una manera holística y personalizada.
El fenómeno viene atado a los tiempos vertiginosos en que vivimos y a la necesidad de respuestas instantáneas o mágicas que generen beneficios a la salud y, de paso, felicidad. Aunque es difícil de medir, en distintos sectores perciben un crecimiento en la búsqueda de soluciones diversas a problemas físicos y emocionales. Aparecen así decenas de propuestas vinculadas a terapias integrales, terapias de mente-cuerpo, ambientales, orientadas a la vida sana o energéticas.
Arteterapia, reiki, musicoterapia, yoga, tai chi, meditación guiada, terapia lumínica, mindfulness, programación neurolingüística (PNL), herboterapia, coaching y muchísimas más podrían ingresar, con mayor o menor seriedad, en la categoría de terapias complementarias.
Las propuestas son distintas entre sí; algunas, con respaldo de la ciencia, y, otras, de las energías y de las creencias, que entrarían en la nominación de terapias alternativas.
Fátima González Palau, doctora en Neuropsicología; codirectora de la Fundación Cognición, Innovación, Asistencia, Tecnología, Evaluación y Creatividad (Ciatec), y del área de neuropsicología del sanatorio Allende, explica que las terapias complementarias no son nuevas y que, si bien es difícil medir su avance, un alto porcentaje de la población mundial recurre hoy a ellas, de manera temporal o permanente.
“Con la tecnología y con la globalización, estamos transitando un amplio crecimiento en la difusión de técnicas y tratamientos, tradicionales y alternativos. Quizás en el pasado confiábamos en nuestro profesional de cabecera, en nuestro médico de familia, para informarnos sobre las posibilidades para abordar lo que nos aquejaba. A diferencia de ello, hoy podemos utilizar internet para indagar sobre qué estrategias se ofertan para dar solución a nuestro sufrimiento, dolor o inquietud, incluso a lo vinculado a nuestras necesidades existenciales”, explica González Palau.
Sin embargo, advierte que cierta información en redes puede ser confusa, imprecisa o parcial. “Podemos encontrar una gran cantidad de oferta prometedora, a veces eficaz y, lógicamente, a veces muy lejos de ello”, sostiene.
La psicóloga Carina Lescano indica que, cuando se elige un tratamiento, es necesario contar con evidencia. Es decir, confirmar que “funciona para las fases agudas del problema, es eficaz y sus resultados pueden sostenerse a largo plazo”.
“A veces la persona en busca de una ayuda rápida o sin demasiado esfuerzo, casi mágica, es objeto de tratamientos que no sólo le hacen perder tiempo y dinero, sino además la esperanza en conseguir bienestar, y hasta pone en riesgo su calidad de vida”, remarca la experta.
Jorge Agüero, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y profesor de la cátedra de Psiquiatría de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC, también plantea que la búsqueda de terapias complementarias es ancestral y cultural.
“Desde siempre, quien ejerce la práctica médica ha convivido necesariamente con quienes ejercen las prácticas supersticiosas de brujerías, con más o menor intensidad de acuerdo con cada comunidad (...). Para nosotros es una gran incógnita aún, y lo seguirá siendo, el cruce tan azaroso y singular de lo biológico, con lo psicosociocultural”, sostiene.
María Eugenia Acosta, psicóloga y directora de la Asociación Civil Antares, un centro para adultos con discapacidad intelectual, sostiene que las sabidurías ancestrales a las que Occidente no prestaba atención hasta ahora comienzan a cobrar vigencia en épocas en las que los cambios y la velocidad en el modo de vivir provocan altos niveles de estrés y sufrimiento.
“En estos tiempos es cuando se está volviendo a viejas sabidurías, a mirar hacia adentro, y aparece el mindfulness como fruto de esta necesidad social e individual de encontrarnos con un modo de vida que favorezca la calma”, indica.
La búsqueda
¿Qué busca la gente en los tratamientos no tradicionales? “Algunos buscan un trato más humanizado, más cercano, o mayor vinculación entre el cuerpo y la mente, y otros buscan soluciones más rápidas o mágicas. Lo cierto es que la ciencia avanza lentamente; la validación científica de técnicas es un camino que lleva años, incluso décadas de esfuerzo y de trabajo profesional, y, así y todo, nunca es absoluta. Esto imposibilita dar respuesta a todas nuestras inquietudes actuales y nos confronta con las emociones que genera la incertidumbre. En esta incertidumbre suele aparecen una multiplicidad de otras ofertas que prometen, exitosamente o no, dar respuesta a necesidades humanas”, plantea González Palau.
Lescano opina, en este sentido, que en la cultura del bienestar y de la felicidad exprés, algunas personas buscan una solución rápida a sus padecimientos o malestares, algo que no requiera implicarse con demasiado esfuerzo.
Por su parte, Acosta explica que las personas que realizan mindfulness suelen acudir en la búsqueda de una conexión con ellas mismas, con intención de eliminar el estrés o la ansiedad. “Cuando ahondamos más, encontramos la búsqueda de un contacto verdadero con lo que hacen, los lugares que habitan y las personas con las que se vinculan”, sostiene.
Para Ileana Bustos, abogada y coach profesional, la gente está detrás de nuevas formas de aprendizaje, que incorporen las emociones. “Percibo una búsqueda relativa a incorporar lo sutil del ser humano, algo a lo que podríamos llamar ‘el alma’ a la vida, a las relaciones interpersonales, al trabajo. Hay un intento casi generalizado de conectar con lo inasible, de encontrar un sentido más abarcativo, a la experiencia de vivir. Esto aparece como una manera esperanzadora de afrontar la incertidumbre que la vida conlleva”, remarca.
“El ser humano se expresa a través de distintos dominios: el cuerpo, las emociones, la manera en que se observa el mundo, el particular modo en que resuena con él. De allí que las diferentes disciplinas deben complementarse”, agrega.
Para el psicoanalista Jorge Agüero, la búsqueda de alternativas se vincula a la proliferación de la oferta de gadgets y de productos de la industria de la “civilización hipermoderna” que devienen en una diversidad de objetos que producen saturación en las opciones de consumir. “Esto trae aparejado un aumento en la intensidad de un derecho a gozar del modo en que cada uno lo considere. En esta civilización occidental, el avance de la biotecnología, en alianza con el mercado del medicamento, instaló en su derrotero la transformación de los cuerpos, adelantándose a cualquier decisión humana”, dice.
Además, advierte que otra causa es el encarecimiento de las prácticas de salud y el desigual acceso. “Esta es una razón por la que han aumentado las prácticas no convencionales o de otras culturas no occidentales y aun milenarias. Esto –aunado a lo que llamamos la medicalización de la vida cotidiana– ha permitido que el mundo occidental intente formular estas prácticas no convencionales en forma reglada bajo la forma de oferta capitalista. Prácticas que se basan en la meditación, por ejemplo, para conocerse a sí mismo, dejando y sacando a cada ser hablante de su pasado y sus proyectos futuros, para dejarlo ubicado en su presente”, opinó.
El mindfulness, o atención plena, se ha popularizado en los últimos años. Si bien es una práctica que remite a un estado mental promovido por las técnicas milenarias orientales, ya contaría con suficiente evidencia científica para ser utilizado en el campo de la salud.
Quienes lo promueven aseguran que produce cambios en la calidad de vida y en la estructura y la función cerebral. Por eso afirman que no es una “terapia alternativa”.
“Desde una mirada científica y la neuropsicología y las neurociencias, cuando hablamos de los cambios que la meditación produce a nivel cerebral, se entiende que no son distintos de los cambios que se originan en el cerebro con el aprendizaje de una nueva habilidad. Estos cambios son posibilitados por la plasticidad cerebral”, plantea González Palau. En otras palabras, cuando una conducta se repite numerosas veces, como cuando se lleva la atención una y otra vez al momento presente durante la meditación, la cascada de actividad cerebral cambia.
“Nuestra hipótesis científica, ya acompañada de suficiente evidencia, es que la estructura del cerebro se modifica y es esta nueva estructura la que determina ahora la conducta, mejorando la calidad de vida”, indica González Palau.
El mindfulness es utilizado en programas de mejora de la salud, en ámbitos psicológicos, empresariales, educacionales y comunitarios. Universidades prestigiosas del mundo, como Harvard, Cambridge u Oxford, poseen departamentos dedicados a su estudio.
González Palau la utiliza en pacientes con antecedentes neurológicos y psicológicos en Fundación Ciatec y en la unidad de neuropsicología del sanatorio Allende. También con trabajadores de empresas e instituciones educativas, como la Universidad Siglo 21.
“He observado que el mindfulness se asocia, entre otros resultados, a la mejoría de la calidad de vida, la reducción del estrés, el incremento del rendimiento laboral y el aumento de la concentración”, remarca González Palau.
Según la ciencia, esto se explica porque la técnica impacta en las áreas cerebrales que son más sensibles a la exposición de estrés agudo y crónico. Es decir, en la corteza prefrontal (área implicada en la atención, la concentración y la toma de decisiones), el hipocampo (área responsable del aprendizaje y de la memoria) y la amígdala (área responsable del procesamiento emocional).
Parar y estar presente
María Eugenia Acosta explica que la palabra mindfulness refiere a la capacidad de estar plenamente atento sin juzgar. “Se refiere a un estado o rasgo de la mente humana, por eso decimos que mindfulness no es una técnica sino mucho más que eso, es un modo de estar. Parar y estar presente”, dice.
Y subraya que la práctica permite encontrar recursos para lograr calma y conexión, posibilita un mejor manejo de las emociones y aumenta el bienestar psicológico y físico. Así, es posible tener mejores relaciones interpersonales. “Aumenta la capacidad de atención y de concentración; y disminuye la reactividad, nos permite elegir la respuesta ante algo que nos ocurre en lo cotidiano”, indica.
El mindfulness se aplica cada vez más en las empresas. Con la práctica aumenta el nivel atencional y, por ende, mejora el rendimiento laboral y las relaciones interpersonales, desde el modo de percibir una situación conflictiva hasta de qué manera responder. Puede ser aplicado a los profesionales de salud expuestos al estrés propio de su actividad y en la formación de personal.
El equipo de Carina Lescano desarrolló talleres en los cursos de auxiliares terapéuticos del Instituto Morra para capacitar a profesionales y, luego, aplicar en pacientes.
En escuelas se indica a docentes y alumnos ya que mejora el estado de ánimo, la memoria de trabajo, la creatividad, la capacidad de concentración y la velocidad de reacción, la resistencia y la capacidad de recuperación. Hay un colegio en Villa Allende que la aplica.
“Mejora la inteligencia emocional a partir del desarrollo de habilidades sociales y emocionales”, puntualiza Lescano. Entre ellas, la empatía. Ayuda al entrenamiento de cualidades humanas innatas como la compasión, la amistad y la ecuanimidad.
EL “MINDFULNESS” AUMENTA EL NIVEL ATENCIONAL Y MEJORA EL RENDIMIENTO LABORAL Y LAS RELACIONES.