La Voz del Interior

Paradas, los “cajeros” de la delincuenc­ia

- Claudio Gleser Código Rojo cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

“Estábamos donados y se aprovechar­on. Éramos varios esperando el bondi y apareciero­n. Uno aceleraba la moto, el otro estaba armado y nos iba afanando de a uno. Me agarraron de los pelos y me tiraron al suelo. A un pibe le pegaron feo en la cabeza”.

Pilar habla con dolor, pero principalm­ente con bronca. Motivos no faltan. Junto a otros vecinos protagoniz­ó, días atrás, un capítulo más de la serie de ataques que se registran desde hace tiempo en varios puntos de la ciudad de Córdoba: los asaltos en paradas de colectivo.

Aguardar el ómnibus o bajarse de uno se ha convertido quizá en una de las situacione­s urbanas de mayor riesgo que se padecen en calles, avenidas y plazas. Tanto o más que meter el auto en casa.

La parada es ese espacio público

que parece haberse convertido en una verdadera trampa para muchos ciudadanos.

Para peor, muchos de quienes están allí no lo están porque quieran o lo deseen. El bolsillo los obliga a esa espera y a enfrentar el riesgo de llegar a vérselas con un arma.

Que el bolso, que la mochila, que la billetera, que el celular. Todo vale en ataques que no duran más que un puñado de segundos. Son emboscadas exprés. Los motochoros saben que no deben tardarse. Una patrulla puede aparecer.

Atacan, se marchan y, eventualme­nte, vuelven a pasar al rato. Saben que la oferta de potenciale­s víctimas se va renovando a cada momento.

Antes, eran las estaciones de servicio. Hoy, las paradas son los cajeros automático­s de la delincuenc­ia.

Sea de mañana o de noche, los ataques en paradas constituye­n un problema para la Policía. Y la siesta es un momento serio: cualquier ladrón sabe que a esa hora muchas patrullas desaparece­n por el recambio de sus ocupantes.

La impunidad no sorprende. Así como algunos motochoros pueden pegar varias veces al día en las mismas paradas, otros ataques pueden ser de tipo “piraña”. Varias motos llegan juntas, atacan y se marchan.

Y varios de estos asaltos han derivado en episodios serios, con víctimas golpeadas o baleadas. Uno de los últimos casos se dio semanas atrás en barrio Comercial, al sur de la ciudad, cuando Gabriel Córdoba, un joven albañil, terminó ejecutado de dos balazos por motochoros que lo emboscaron junto a su familia en una parada.

Dos sospechoso­s cayeron presos. ¿Cómo dieron con ellos? Simple. Policías del barrio conocían de sobra dónde vivían quienes se especializ­aban en esa actividad, y fueron a buscarlos.

En las paradas, puede perder principalm­ente quien espera el colectivo, pero también quien se baja de uno. Que hable Micaela, esa estudiante a quien le pegaron un tiro en el abdomen en San Cayetano y sobrevivió. Que hable Pedro, ese albañil baleado cuando llegaba a trabajar en las cloacas de la Costanera.

No hace mucho hubo otro caso trágico. El motochoro asaltaba a mujeres en la parada. No sabía que la última era policía. Terminó muerto de un tiro en la cabeza.

La Policía dice que mete presos a los ladrones y que, a las horas, quedan libres. Desde la Justicia sostienen que muchas veces no hay pruebas suficiente­s para dejar gente presa. En el medio, Provincia y Municipali­dad se tiran dardos sobre los barrios vueltos “boca de lobo” por falta de luz (el cruce de responsabi­lidades persistirá por lo menos hasta el próximo 10 de diciembre).

En el medio, el vecino sigue viendo cómo el espacio público es cada vez menos público y más propiedad de delincuent­es que se mueven con impunidad, y a toda velocidad.

ANTES ERAN LAS ESTACIONES DE SERVICIO. HOY LAS PARADAS SON LOS CAJEROS AUTOMÁTICO­S DE LA DELINCUENC­IA.

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(RAMIRO PEREYRA/ARCHIVO) Fatal. En mayo, un joven fue asesinado en Comercial.
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