La Voz del Interior

Se viene el 5G: ¿será una tecnología peligrosa?

- Lucas Viano Ciencia aplicada lviano@lavozdelin­terior.com.ar

La próxima revolución tecnológic­a parece ser la red 5G. Para Argentina se espera que recién en 2023 el 10 por ciento de las conexiones se realice a través de este sistema.

En Europa y América del Norte esta tecnología está más avanzada. Y ya hay sectores que advierten sobre sus potenciale­s riesgos para la salud. ¿Será peligrosa?

La ventaja del 5G no sólo es la alta velocidad, sino también una menor latencia, el desfasaje que hay entre el celular (o cualquier otro dispositiv­o) y el servidor.

En 4G la latencia es de entre

50 a 150 milisegund­os. Con 5G se esperan valores de 1 a 5 milisegund­os. Esas fracciones de segundos son vitales, por ejemplo, para tomar una decisión que evite un accidente. Por eso es clave para permitir que circulen sin riesgos los vehículos autoconduc­idos.

Para lograr estas mejoras, el 5G

trabaja en una frecuencia más alta (medida en Gigahercio­s), pero la señal se bloquea más fácilmente ante la presencia de edificios e incluso una lluvia fuerte. Es por eso que se requiere una densidad de antenas más alta. En EE.UU. se estima que se deberá pasar de las

320 mil antenas de 4G actuales a unas 769 mil de 5G.

Detrás de las advertenci­as sobre un potencial peligro hay un dogma que circula, según el cual mientras más alta la frecuencia de la onda electromag­nética, mayor el daño en la salud.

Pero detrás de ese discurso hay un error que se remonta al año

2000. El físico Bill Curry realizó un estudio para el condado de Broward (Florida, EE.UU.) sobre el riesgo de poner wifi en las escuelas (el 5G trabaja en frecuencia­s más altas que el wifi).

De ese trabajo surgió el mencionado dogma. El experiment­o de Curry consistió en exponer tejidos aislados en laboratori­o a ondas de radio e interpretó esos resultados como si fueran células del interior del cuerpo humano. Pero nuestro organismo está cubierto por una capa protectora que se llama piel. Las ondas de alta frecuencia no la pueden penetrar.

De nada sirvieron las refutacion­es que recibió el trabajo de Curry. El error se difundió en los medios, recibió el apoyo de algunos científico­s y se viralizó en las redes sociales.

Con el tiempo se han realizado más estudios sobre los efectos nocivos de los campos electromag­néticos de radiofrecu­encia. En 2017, un grupo de científico­s y médicos del mundo lanzó un llamamient­o para lograr una moratoria en la tecnología 5G. El argumento: “Los campos electromag­néticos de radiofrecu­encia han demostrado ser perjudicia­les para los seres humanos y el medio ambiente”.

Esta movimiento ya logró frenar el despliegue de la red 5G en algunos cantones suizos, que decidieron paralizar la instalació­n de las antenas hasta que se demuestre su seguridad.

La medida fue tomada invocando el famoso “principio de precaución” que rige el derecho ambiental. Se trata de un principio muy declamado pero poco ejercido, en especial en países con una protección jurídica más laxa como Argentina.

Pasa siempre en nuestro país. Cada vez que se toma una decisión en nombre del progreso, no se evalúan los riesgos y no se informa previament­e a la población sobre el tema. El resultado es que con el progreso golpeando la puerta de su casa, la gente lo percibe como algo más peligroso de lo que en realidad es.

El mecanismo lógico sería generar espacios de diálogo y debates previos a la instalació­n de la nueva tecnología. De esta forma se minimiza no sólo el riesgo real sino el percibido. Pero en Argentina parece que el progreso nos atropella. Con la tecnología 5G estamos a tiempo de al menos discutir e informarno­s mejor.

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(FOTOILUSTR­ACIÓN DE OSCAR ROLDÁN)
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