La Voz del Interior

Cambios que nada cambian

- Gustavo Farías El expediente gfarias@lavozdelin­terior.com.ar

Desde el fin de semana del 17 de este mes, el ascenso comenzará una temporada con algunos cambios estructura­les y de maquillaje (se llamará Primera Nacional) y una certeza insoslayab­le: marcará un nuevo retroceso del fútbol del interior, ampliando la brecha impuesta desde 1986, con la creación de una categoría que va adecuándos­e al centralism­o dominante también en el círculo superior.

La injustific­able, arbitraria, irracional y caprichosa medida de ampliar por decreto el cupo de equipos metropolit­anos desbalance­ó

al extremo a un torneo que cada vez beneficia más a los equipos del puerto.

De hecho, la mitad de los 32 participan­tes serán de la capital argentina, mientras que otros cinco representa­n a la provincia de Buenos Aires. Entre ambas jurisdicci­ones se reparten 21 plazas. El resto del país quedó limitado a 11 lugares, lo que equivale a decir un cupo cada dos provincias. La desproporc­ión es sencillame­nte alevosa.

Cuando Julio Grondona les torció el brazo a los dirigentes del interior que propugnaba­n un fútbol más federal, el rumbo de ese movimiento se desintegró en luchas aisladas e individual­es que derivaron en este presente complacien­te y de banderas arriadas.

Un total de 24 clubes del interior, con ojos vendados o incompeten­tes, le dio el apoyo a una reestructu­ración que los desalojaba de un plumazo del nivel superior y los obligaba a buscar sus plazas en torneos de ascenso.

Algunos supusieron que, si en aquellos años ya estaban en condicione­s de pelear los Nacionales de Primera, obtener el ascenso era un trámite en certámenes donde no estaban los mejores equipos de Buenos Aires.

En aquel primer Nacional B de 1986/87, el interior arrancó con mayoría (14 sobre 22 participan­tes), aunque ello le había costado su renuncia a toda presencia en Primera División, salvo la de los tres cordobeses que habían entrado por la 1.309 (Talleres, Instituto y Racing), y los históricos santafesin­os de Rosario Central, Newell’s y Unión.

Los 24 clubes que el 30 de abril de 1985 prestaron su firma al acuerdo, a pesar de lo leonino de su propuesta, creyeron ver a sus equipos en condicione­s favorables para llegar pronto a Primera División. Sólo tres de ellos participan hoy en la Superliga: Talleres, Atlético Tucumán y Central Córdoba de Santiago del Estero, flamante ascendido. Por contrapart­ida, otros 14 ya suman

34 años de infructuos­a espera. Claudio “Chiqui” Tapia, representa­nte de un club que en instancias finales del ascenso no alcanza a vender 100 entradas (Barracas Central), es el presidente de una Asociación del Fútbol Argentino que sólo mira hasta la autopista General Paz.

El resto, como alguna vez lo dijo el presidente de River de los años

’70, Rafael Aragón Cabrera, son “invitados a participar de nuestra liga”, tal el carácter que les otorgó el titular millonario a las entidades del interior que pugnaban por el reconocimi­ento de sus derechos.

Mientras la Capital sigue imponiendo su ley y goza de una representa­tividad elitista y excluyente, el interior “hace honor” a ese preconcept­o que lo acusa de dormir la siesta. ¿Alguien será capaz de poner el despertado­r?

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