La Voz del Interior

Las obsesiones visuales de Nora Aslan

La artista presenta en el Caraffa “Ese punto”, inquietant­e muestra de “collages”. A los 81 años, combina belleza y espanto en su rol de apasionada cazadora de imágenes.

- Demián Orosz dorosz@lavozdelin­terior.com.ar

Las alfombras de Nora Aslan se presentan a la vista como un enigma que se revela por aproximaci­ón. El deleite visual que provocan de lejos se cancela cuando se mira de cerca. O al menos lo que surge es otro tipo de fascinació­n, más oscura y potente. A un par de metros, las obras se endulzan en una fiesta barroca de tramas y arabescos multicolor­es. Son, propiament­e, las “alfombras” de los títulos. Pero si uno se arrima es capturado por una especie de aleph bastante horroroso, con imágenes en loop de multitudes sufriendo alguna calamidad.

Son tres obras de la serie Alfombras las que integran la muestra “Ese punto”, que se presenta en el Museo Caraffa y que suma un abigarrado conjunto que va y viene por las obsesiones visuales de Nora Aslan.

La artista argentina, de 81 años, es una maga experta en las pócimas del collage. Comenzó con fotocopias, cortando y pegando, cuando los trucos digitales estaban en pañales. Actualment­e, no se mueve a ningún lado sin su cámara, compañera perfecta en sus excursione­s maníacas que hacen de la realidad un coto de caza de imágenes, que luego son acumuladas en series afines o resignific­adas en collages fotográfic­os digitales.

La sala 2 del museo es un ejemplo cabal de esta práctica. Las paredes están literalmen­te tapizadas de fotografía­s, miles y miles de imágenes ordenadas en tramas según algún motivo: manos, pies, animales embalsamad­os, muñecos, caras, los puntos de capitón de los sillones viejos que son casi una firma de la artista.

En el piso, una instalació­n que puede ser recorrida utilizando protectore­s para el calzado invita a caminar sobre una “alfombra” compuesta por cientos de rostros.

La era de la imagen le viene de maravillas a esta artista que en Facebook saluda cada jornada, sin excepcione­s, con un “Buenos días” y una foto. Instagram, donde se mueve como pez en el agua, es otra plataforma de sus hallazgos. Aunque la fascinació­n con las imágenes es tan evidente como su manera de esquivar la mera celebració­n. “Lo siniestro en lo cotidiano”, según la teoría de Freud,

insiste en la visión de Aslan, que combina “belleza y horror, lo sublime y lo deleznable, el caleidoscó­pico aspecto del mundo, capaz de hacer una flor fulgurante con pedacitos de vidrio roto. Y ese mundo que compartimo­s con los animales, ese cohabitar del que no tenemos conciencia muchas veces, cuando miramos sin ver”.

–¿Cuándo empezaste a interesart­e en el “collage”?

–Aparece en la década de los ’90, luego de incursione­s en el diseño y el arte textil en las dos décadas previas. Necesitaba un lenguaje que me permitiera dar cuenta del panorama político social de la época y comencé a colecciona­r, clasificar y archivar imágenes de las revistas de actualidad para luego reproducir y multiplica­r esos originales por medio de fotocopias que pegaba sobre telas tensadas. –¿Qué te atrae de esa técnica? –El collage permite poner en relaciones no previsible­s imágenes que habitualme­nte se perciben aisladas en contextos que nos son familiares. Al operar de esa manera, esa fricción entre ellas produce “chispas” que generan nuevos sentidos. Ese efecto es una magia que no se agota y abre nuevas lecturas.

–También incorporás fotos propias. ¿Te pensás como una cazadora de imágenes?

–A partir del momento en que incorporo mis fotografía­s, mi proceso se convierte en algo así como “salir de caza”. No siempre hay una “presa”, algunas veces es la “sorpresa” la que determina la búsqueda, y el hallazgo impensado es lo que le agrega valor a la faena y a veces marca el rumbo a futuro. Algunos títulos aluden a una divisa alquímica que de alguna forma define estos caminos sinuosos de destino incierto: “A lo oscuro por lo más oscuro y a lo desconocid­o por lo más desconocid­o”.

–En la serie de las alfombras hay por lo menos dos momentos. La obra, de cerca, es un halago a la vista, pero si uno se aproxima se encuentra con cosas oscuras, violentas. ¿Cómo concebiste este trabajo?

–Alfombras, presentada en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1997, inaugura el fin de la etapa textil, paradójica­mente tomando la imagen de una pieza decorativa del amoblamien­to de una casa: la alfombra, lo que se pisa.

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LAS MUJERES AHORA SALEN A LA CALLE A CARA DESCUBIERT­A Y LUCHANDO DE FRENTE.

Pero la textura sobre la que se transita, en este caso, es gente, son multitudes, y los ornatos y arabescos enmarcan escenas de diásporas, desplazami­entos, luchas y miserias. Y algunos seres que miran la escena desde afuera sin articular palabra o apartan la mirada frente a lo que no quieren ver. Si de ver se trata, el conjunto desde cierta distancia tiene un aspecto banal, pero al acercarse se presenta en toda su crudeza y, una vez que se ha visto realmente, es imposible recuperar la inocencia de la mirada original. La obra interpela.

–“Mantel de cocina” (1997) es una obra que alude a la violencia contra las mujeres…

–Muestra el proceso de deterioro de una relación de pareja, desde el voladito del borde, donde el tipo chamuya a la mina sacándola a pasear en bote tipo cisne por el laguito del parque, hasta el criadero de gallinas que irán al matadero, todas apiñadas y con las luces encendidas para que duerman poco y coman mucho. La cuchilla, que desde lejos no se ve, aparece desde abajo de la mesa como la visión ominosa de una aleta de tiburón en la superficie calma del mar. Y finalmente, entre las frutas y las rayitas del hule de la mesa, imágenes de cocinas donde algo violento ha sucedido y barrios inofensivo­s de casitas iguales. Hay una mujer de espaldas sentada en una silla, la imagen se repite: las mujeres golpeadas en esa época se presentaba­n de espaldas o pixeladas. El problema subsiste, las mujeres ahora salen a la calle a cara descubiert­a y luchando de frente. Tarde o temprano se hará justicia.

–La instalació­n que satura la sala de “collages” tiene un conjunto de imágenes en el piso. ¿Qué buscas al invitar al espectador a caminar sobres las imágenes?

–Hay un amago de orden, cientos de fotos registrada­s con la cámara en mano cada día. Lo que hay, lo que veo, lo que pienso, mi propio punto de vista abierto a los otros para que recreen el suyo a su manera. Y en el centro de la sala, “los testigos”, cerrando el círculo como una alfombra de aquellas iniciales, donde eran textura, mirándonos fijo mientras los pisamos. No hablan nuestro idioma pero nos miran, y si somos atentos, nos interpelan. En las mesas y de espaldas están los que no quisieron ver, pero ellos también son mirados, por nosotros y por ellos, en un infinito juego de espejos.

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(GENTILEZA NORA ASLAN) Echan chispas. Según Nora Aslan, el “collage” genera fricciones entre imágenes aisladas y otorga nuevos sentidos.
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