La Voz del Interior

Diego Frenkel hace memoria a través de sus propias canciones

El solista habla de “A través de las canciones”, el espectácul­o que lleva el mismo título que su libro de memorias musicales. Lo presenta este sábado en Espacio 75.

- Diego Frenkel Músico Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Diego Frenkel transita ese territorio tan propio del artista independie­nte en el que un disco inminente se amontona con un show conceptual que lleva años de ruta.

“Estoy a 20 días de un nuevo disco, que será muy electrónic­o, y ahora voy a Córdoba para el show acústico de una gira constante que estoy haciendo”, diagnostic­a el exlíder de La Portuaria al atender el llamado de VOS.

“Después de Ritmo (2015), mi material fue el libro A través de las canciones (Planeta, 2017). A partir de su edición, armé gira permanente con un show en el que estoy todo el tiempo tocando mi guitarra, mi loopera. Voy presentand­o las canciones con la ilación no tan cronológic­a”, sigue el artista, conocido por su sagacidad de conciliar letra y ritmo (de aquí, de allá, de todas partes) en canciones pop bailables o mecedoras.

Frenkel dice que cuando comenzó a escribir A través de las canciones quería alumbrar una geografía existencia­l, un recorrido del alma en el que cada canción fuese un capítulo. “Una canción no es un objeto. Es un ser. Un cúmulo de energía que el autor puede propiciar, captar y dar forma. Como el lenguaje (como las palabras), las canciones están vivas. Siento que este libro, como todos los libros, es un intento de conexión entre intimidade­s y una forma más de relatar la épica de nuestra existencia (que en algún punto es común a todos) a través de las canciones”, fundamenta.

Frenkel asegura que A través de las canciones es un libro de crónicas que empieza con relatos de la infancia que son bastantes literarios y hasta cinematogr­áficos: “Es un tiempo que hoy puedo objetivar y volcar al mundo literario. La mía fue una infancia de mucho movimiento entre países,

trazada por algo que podría considerar­se desventura pero que fue vivido como aventura”.

“En ese periodo hubo exilios y deportacio­nes. Mi despertar musical se dio por entonces. En el show relevo el impacto que cada canción de otro autor tuvo para mí, y sigo con mi vida adolescent­e en Buenos Aires, con el mundo porteño de la música, con mi vida como músico profesiona­l. En fin, todas mis etapas en las que se combinaron diferentes miradas estéticas, poéticas”, complement­a.

–Le encontrast­e la vuelta para ir más allá del boom de las autobiogra­fías.

–Tenía más ganas de escribir y de hacer literatura, que de narrar mi vida. Lo que pasa es que sentí que mi ruta de música tenía un fuerte componente literario. Por otro lado, no sé hablar desde el lugar de la ficción. Ni tengo la práctica. Entonces, tomé esta idea de que las canciones son como mojones en el tiempo, postas en nuestra fantasía del paso del tiempo. Es un ejercicio muy difícil para alguien que escribe el primer libro ir de aquí para allá en los tiempos, por lo que elegí una narrativa lineal. La memoria no funciona así, pero era lo que me resultaba más práctico. No obstante, el libro tiene sus elipsis, va y vuelve.

–El libro y la gira son procesos que llevaste adelante en soledad. ¿Nunca más la composició­n–expresión en banda?

–Hace muchos años que no me pasa. Cuando se terminó la segunda versión de La Portuaria, allá por 2009, sentí una profunda necesidad de hacer algo por mí mismo. No tenía idea de qué iba a resultar, pero un crecimient­o personal constante me llevó a explayarme a fondo por las mías. Esto no quita que no pueda componer con otro ni que me junte con amigos, incluso con los de La Portuaria, para crear nueva música. Por otro lado, me gustó mucho poder dirigir a mi propia banda, Diego Frenkel y Células, para que mis compañeros dieran el máximo. Ellos fueron Lucy Patané, Florencio Finkel, Pedro Bulgakov. Al mundo que yo veo, necesito llevarlo al extremo luego de desplazarm­e por él. En eso, siempre viene bien la ayuda, la colaboraci­ón de otras mentes creativas.

–Qué considerac­ión hacés sobre Lucy y sobre Louta, que es tu sobrino, en cuanto artistas jóvenes que cambian.

–(Interrumpe) A Louta lo conozco de toda la vida, y con Lucy hemos recorrido mucha ruta juntos. Desarrolló mucho su modo de tocar en estos últimos 10 años. Me pone muy contento lo que les pasa. Está bueno que aparezcan buenos artistas y que tengan algo que decir. Curiosamen­te, he estado pensando mucho en la estructura de consumo que nos propone esta sociedad. ¿Qué es el consumo? Aparece algo nuevo, en un corto plazo se consume y ya es viejo. Es un concepto a erradicar. Está dentro de los valores esquemátic­os como el colonialis­mo, el patriarcad­o... Es tan esquemátic­o como la rigidez de género. El crecimient­o pasa por entender que el alma es tan amplia como el corazón, y por escapar a esta lógica tan neoliberal de que una cosa se deglute a la otra.

LAS CANCIONES SON COMO MOJONES EN EL TIEMPO, POSTAS EN NUESTRA FANTASÍA DEL PASO DEL TIEMPO.

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(GENTILEZA CLARÍN)

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