La avaricia destruye las bendiciones
La avaricia, considerada un pecado capital, es definida como el afán desordenado de poseer bienes para atesorarlos. Lleva aparejada la codicia, que es un apetito desordenado de tener cada vez más riqueza.
En ambos casos, es con el deseo de poseer más bienes materiales, y hasta es capaz de las acciones más viles y nocivas, porque el avaro va más allá, dado que lo hace sólo para guardar esos tesoros para sí mismo.
Lo contrario a la avaricia es la largueza, pero todo llevado al extremo es perjudicial.
Por un lado, el avaro atesora y no gasta nada, ni siquiera para él ni para su familia, mientras que el otro derrocha todo y se queda sin nada.
Un destacado imán musulmán dijo: “Nada es más destructivo para la religión de una persona como lo es la avaricia, tanto por los placeres mundanales, o bien por las riquezas, o por el poder y la fama. Si esta persona se rinde ante tales ambiciones, entonces estará perdida”.
La avaricia destruye las bendiciones y hace que las personas sientan que viven en constante pobreza.
El profeta Mahoma (Muhamad) decía: “El dinero es placentero y
agradable, porque quien lo toma de conformidad a todo lo lícito es una bendición para él, pero nunca puede ser bendecido quien lo busca por avaricia, porque esto es como quien persiste en comer pero nunca se sacia ni queda satisfecho”.
Quienquiera que sea dominado por la avaricia vivirá en perpetua humillación, porque siempre estará dispuesto a sacrificar su honor con tal de satisfacer sus caprichos y su ambiciones desmedidas. Hay quienes dicen que el avaro (“albajil” en idioma árabe) es rico porque posee riqueza monetaria.
Viene al caso aclarar que cuando se dice “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja a que un rico se salve”, no se identifica a la aguja como el utensilio de un sastre o una modista.
El ojo de la aguja se refiere a las puertas estrechas por donde se accedía a las ciudades palestinas amuralladas, comunes en esa época y que eran una medida de seguridad para los habitantes de esos pueblos.
Para nadie está vedada la salvación, sea rico o sea pobre, sea avaro o sea generoso, porque Dios es infinitamente misericordioso y todos los seres humanos somos iguales ante Él. Uassalamu Alaicum (La paz sea con todos).
* Imán, miembro del Comipaz