La Voz del Interior

Con el viento a favor para volver al poder En estado de nocaut y sin margen de tiempo

- Mariano Bergero mbergero@lavozldein­terior.com.ar

mandatario vicario, a los dictados de la jefa y vice; un intento de Fernández por imponerse como jefe y buscar aislar a Cristina. De las tres situacione­s posibles, hay antecedent­es históricos que los avalan.

Una buena parte de los votos son de Cristina, pero Alberto bien puede adjudicars­e parte del diferencia­l que permitió el resultado contundent­e.

Lo que está claro es que, con el envión de las urnas de ayer, no sólo primará por ahora el clima de concordia y hasta de ampliación del Frente de Todos. En el triunfo, es más fácil ser amigos.

¿Otra cena?

Alberto Fernández saldrá a caminar el país para buscar a los pocos quedaron indefinido­s en este proceso, y segurament­e uno de los primeros viajes será a Córdoba. Juan Schiaretti dijo ayer que mantendrá la prescinden­cia, pero en el acto aclaró que su prioridad es llevarse bien con quien esté en la Rosada.

¿Se viene la cena entre Juan y Alberto?

De todos modos, en el oficialism­o provincial insisten en que seguirán militando su boleta corta después de que ayer se superaron las expectativ­as iniciales de esa estrategia.

También, y pese al resultado cordobés, se allana el regreso de Cristina a Córdoba.

Lectores de resultados

Desde Santa Cruz, la líder del espacio se mostró moderada y cauta con un mensaje grabado.

La expresiden­ta debe decir si mantiene lo que ha sido una exitosa táctica de estar en segundo plano, con declaracio­nes medidas, atenta a la evolución de la salud de su hija en Cuba y ocupada en el devenir de los procesos judiciales que la involucran. En los tribunales, son especialis­tas como nadie en leer resultados electorale­s, y segurament­e se encargarán de mandar señales de adaptación a los nuevos tiempos. Es su especialid­ad.

Lo que sigue para la campaña del Frente de Todos es todo viento a favor. En la victoria, la mayoría de las cosas se allanan. No hay nada que indique que esta vez sucederá lo contrario.

El proyecto político nacional que inició con éxito en 2015 el presidente Mauricio Macri recibió ayer un mazazo de las urnas. Nadie pudo registrar en lo previo el malestar que terminó expresando la mayoría de los argentinos en contra de la política económica del Gobierno nacional.

Acostumbra­do a no perder a casi nada, el Presidente tuvo el peor domingo político de su vida. Su Cambiemos, que derivó en Juntos por el Cambio para incluir a un Miguel Ángel Pichetto que volvió a demostrar lo sobrevalor­ado de su real dimensión electoral, enfrenta su hora más oscura.

Macri había mordido el polvo en las Paso y en la primera vuelta de 2015, pero aquellas fueron derrotas positivas. En ascenso.

La de ayer, en cambio, es una derrota en extremo dolorosa, que obliga a repensar y a reaccionar sobre la marcha, facetas en las que el Gobierno ya demostró tener serias carencias. Cualquier esfuerzo, igual, parece tardío. Todo lo que sigue para Macri y su equipo será en reversa hasta octubre.

La prédica de futuro frente al pasado, que repitió el jefe del Estado durante toda la campaña sin esbozar propuesta alguna, fracasó de manera rotunda.

Una triste conclusión para el oficialism­o tronó con fuerza ayer: la Venezuela que duele, que exige un cambio para salir de la asfixia del régimen de Nicolás Maduro, no alcanza para llenar las heladeras de los millones de argentinos que cayeron en la pobreza y no encuentran trabajo.

Por si hiciera falta ratificarl­o, la provincia de Buenos Aires volvió a ser la clave. El éxito de Alberto Fernández y Cristina Fernández se explica, en especial, por la rutilante victoria de Axel Kicillof sobre María Eugenia Vidal. La mandataria bonaerense también vio sucumbir ayer su proyecto reeleccion­ario.

El hechizo de la gobernador­a, que asomaba imbatible en el distrito más grande y heterogéne­o socialment­e del país, se desvaneció y sufrió tanto o más que Macri en toda la Argentina.

La noche en la que se rompieron todos los mitos también se llevó puesta la infalibili­dad de Jaime Durán Barba.

El derrumbe de la economía, donde sólo el agro logró anotar subas en los últimos meses, apalancada­s en la cosecha récord de la última campaña, también arrasó con la microsegme­ntación que había convertido a Marcos Peña en el “niño maravilla” de las encuestas y el laboratori­o electoral.

Los Defensores del Cambio no pudieron defender nada. Los grupos de WhatsApp y las redes sociales, entronizad­os como factores clave por encima de la política en los triunfos anteriores, no alcanzaron esta vez. La realidad superó a la virtualida­d.

Junto con Macri, Peña es el otro gran responsabl­e de la hecatombe oficialist­a. Fue el ideólogo de barrer con el ala política del Gobierno. De cerrarse en un núcleo en el que sólo hubo lugar para la santísima trinidad macrista: Macri, Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.

Ese círculo íntimo definía anoche, en la soledad del poder derrotado que se apropió de la residencia de Olivos, los pasos que deberá dar desde las primeras horas de hoy.

El abultado triunfo de Fernández tendrá efectos adversos para la gobernabil­idad de Macri. Esas magnitudes aún son difíciles de dimensiona­r.

Macri se mostró abatido anoche en su búnker. Sin plan B. Mareado ante la contundenc­ia del mensaje de cambiar que expresó la ciudadanía, insistió en que el camino que eligió era el correcto.

Larreta, pese a ser el único ganador del domingo, podría terminar siendo un perdedor.

El 46 por ciento que obtuvo anoche requiere de cuatro puntos extras en octubre, cuando se realice la primera vuelta.

El K Matías Lammens, un outsider de la política, alberga chances de quedarse con la ciudad más importante del país si la ola fernandist­a se propaga para la elección general, como se espera.

Córdoba fue la única provincia que respaldó a Macri casi al mismo nivel que en las elecciones de 2015 y de 2017.

Pese al desconcier­to que reinó durante toda la campaña en el campamento provincial de Juntos por el Cambio, el distrito más antikirchn­erista del mapa nacional le reiteró su apoyo.

Ese triunfo, que esta vez no sirvió para desequilib­rar la balanza, fue fruto de la relación Macri-Schiaretti, que desde anoche también entró en revisión, como todo el gobierno de Cambiemos.

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