Por el bien del país
Ha concluido la primera etapa de la elección nacional. Desde hoy, con los datos de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso), cada candidato a presidente organizará los ejes de su campaña para la primera vuelta.
Si hasta aquí les han hablado a quienes consideraban sus votantes más fieles, ahora deberán dirigirse a quienes no los votaron en las Paso.
Las dos candidaturas principales buscarán crecer, sobre todo de cara a un eventual balotaje en noviembre, a costa de restarles votos a los demás candidatos,
mostrándose como una mejor opción que la que muchos ciudadanos eligieron ayer.
Además, se espera que en la primera vuelta vote más gente que en las primarias, de modo que hay allí un grupo que quizá no se haya identificado aún con una candidatura en particular.
A unos y otros, no los convencerán con el discurso de las Paso, donde cada quien era el mejor para los propios. Pero llegada la hora de la comparación con los demás candidatos, todos aceptaban, con las variantes del caso, ser evaluados como el mal menor.
Quien quiera crecer en intención de voto y aumentar así su probabilidad de convertirse en el próximo presidente estará obligado a presentar un diagnóstico más real sobre la situación del país y un programa que haga posible revertir el complejo cuadro actual.
En otras palabras, deberá esbozar un proyecto: cuáles serán los objetivos de corto, mediano y largo plazo que regirán su plan de acción, para que este presente se transforme en un futuro con determinadas características.
Por lógica, el mejor escenario es aquel donde los diagnósticos de los distintos candidatos se parecen entre sí, de modo que las diferencias sólo se expresen en los programas con los cuales cada uno de ellos promete enfrentar los problemas que todos, o casi todos, visualizan por igual.
Por el contrario, el peor escenario se da cuando, para usar una metáfora cromática, un candidato dice que la pared está pintada de blanco y el otro la ve negra.
Si no hay un mínimo acuerdo sobre la valoración del presente, todo es puesto en duda.
Y un país, cualquiera sea, corre graves riesgos, ya que no habrá sólo diferencias de matices según quién gane, sino gobiernos bien opuestos.
En consecuencia, esperamos que se concrete el debate presidencial, pero que no sea el único momento discursivo en el que se aborden las cuestiones de fondo.
Obviamente, deseamos que las chicanas, los agravios, las agresiones y las falsas noticias queden reducidas a su mínima expresión. Por el bien de todos, por el bien del país.