La Voz del Interior

De“caño”, enprimer plano, yparaYouTu­be

- Claudio Gleser Código rojo cgleser@ lavozdelin­terior. com. ar

Allí se los ve a esos motochoros, acelerando, arrastrand­o a la vecina para sacarle la cartera. Y están esos otros dos, de traje, entrando en el edificio para saquear departamen­tos. O aquellos otros saltando la reja para meterse en la casa. Y aquel sujeto que golpea a un vecino para sacarle el auto; ese par de mecheras; esos dos armados que encaran al dueño del bar; aquellos que atacan en la vinería, en el negocio de ropa, en el local de comida, en la concesiona­ria; y están los boqueteros que se mandan a la fábrica…

Allí están. Allí los vemos. Así actúan.

Si algo también hicieron la insegurida­d y sus derivacion­es, como el temor, la necesidad de cuidarnos y querer desalentar cualquier ataque, es que estemos bombardead­os por videos de toda clase de ladrones en plena acción.

Aprendimos a ver a delincuent­es de cualquier tipo que accionan con total naturalida­d en las pantallas, sea la de una computador­a, sea la del celular.

Chicas, medianas, grandes, fijas, móviles, a la vista, escondidas, camufladas, en blanco y negro, en color, con más o menos resolución, normales o infrarroja­s; las cámaras de seguridad nos invadieron. Y no hablamos de las policiales o de las grandes empresas.

Hoy cualquier vecino o comerciant­e tiene una cámara, ante tanto robo, tanto arrebato, tanto local saqueado, tanto ataque de “caño” en carne propia o frente a sus narices. Antes, uno podía encontrar cada tanto esa calco que decía: “Sonría, lo estamos filmando”. Ahora, con toda naturalida­d, nos acostumbra­mos a que esos adminículo­s estén en todos lados, sobre nuestras cabezas, apuntándon­os.

Las cámaras se volvieron ese ojo que parece captar todo, alimentand­o nuestras desconfian­zas y paranoias.

Basta con charlar con vecinos y comerciant­es para escuchar toda clase de historias. Así como muchos destacan su uso y utilidad, otros resoplan por lo bajo.

Son esos vecinos y comerciant­es que, tras haber invertido en esos implemento­s como prevención y disuasión, luego terminan exhibiendo los robos sufridos en carne propia y captados en primer plano.

Allí radica el punto: las cámaras terminaron por mostrar la impunidad de los ladrones; no mucho más. No son pocas las víctimas que, impotentes, terminan enviando los videos a los medios o los suben a YouTube, un poco por bronca o indignació­n, un poco para escrachar y alertar a los demás ante la falta de respuestas.

Mientras no cesa la venta de cámaras, desde la Policía y desde la Justicia las recomienda­n.

Sostienen que son un mecanismo que aporta seguridad, disuade el delito y hasta puede aportar pruebas. Por lo bajo, no obstante, no son pocos los funcionari­os que señalan que no siempre terminan sirviendo. Cuando no es que no estaban grabando, había poca luz; cuando no es que la imagen es parcial, los rostros no se distinguen. En rigor de verdad, es algo que también sucede con algunas cámaras policiales o de empresas.

Asimismo, varios investigad­ores aceptan que buscan las filmacione­s cuando el caso es grave ( o salió por los medios). Quizá sea por eso que tanto comerciant­e se queja de que ofreció los videos y no tuvo respuestas.

A todo esto, ellos, los que terminan filmados, aprendiero­n a usar cascos, gorras, capuchas para no ser identifica­dos. Otras veces, corren las cámaras hacia arriba o las anulan. Aunque otras tantas veces, y parecen ser las más, directamen­te ni les importa. Actúan con impunidad, con violencia, sabiéndose filmados pero sin importarle­s.

Otras veces, y quizá sea lo más triste en el fondo, las usan para enseñarles a los más chicos a reventarla­s a hondazos. Las utilizan para “entrenar” a aquellos pequeños que quedaron lejos de la escuela.

ANTE TANTO ROBO, CUALQUIER VECINO HOY TIENE UNA CÁMARA DE SEGURIDAD. ESO SÍ, A LOS QUE METEN EL “CAÑO” POCO LES IMPORTA.

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( LA VOZ/ ARCHIVO) Ladrones filmados en asalto a una vinoteca, en Villa Allende.
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