Basta de grieta, por favor
Es hora de que la grieta, tan rentable para la política, encuentre un punto final o por lo menos que se declare un alto el fuego entre Mauricio Macri y Alberto Fernández.
Ayer hubo un primer paso en ese sentido, pero el futuro inmediato del país, de la economía y de los argentinos aplastados por los sacrificios demandará mayores esfuerzos compartidos y sin mezquindades.
Lo que sucedió ayer se convirtió en un perfecto ejemplo de la reinante fragilidad del país, agravada, claro, por la brutal polarización a la que recurrieron el oficialismo y el kirchnerismo para disputarse el poder.
El mundo volvió a temblar y opacó las alentadoras noticias en la novela de la política doméstica. De nuevo, todos los activos argentinos encabezaron el ranking de las mayores sangrías.
Esta situación ya no debería suponer sorpresas para quienes se disputan la conducción del país.
La Argentina tiene históricos y serios problemas estructurales que demandan una respuesta inmediata y que esta cuente con el respaldo de consensos mayoritarios, para no ser víctimas de los pasionales virajes políticos de la coyuntura.
Ojalá el acercamiento entre Macri y Fernández constituya un punto de partida, aunque, como se dice popularmente, del dicho al hecho hay mucho trecho.
Sin ir más lejos, sólo hay que recordar lo que sucedió en la campaña hacia las Paso, que se caracterizó por la ausencia de empatía del oficialismo, que ratificó el rumbo apelando a un mayor sacrificio, y por las promesas del Frente de Todos, que no consiguen despejar temores sobre los pecados pasados del kirchnerismo.
El juego al que apeló la política hasta ahora no hizo más que agravar el estado de situación. Y todavía resta una desconcertante eternidad hasta conocer la sentencia final.
Por todo ello, basta, por favor, de recriminaciones y de críticas cruzadas.