Hacen falta muchos como él
Para los que conocimos al “Chulo” y tuvimos el gusto de tratarlo a diario, la noticia nos golpeó muy duro. Era un tipo querido y querible, nos hacía disfrutar de cubrir una práctica, siempre presto para una broma.
Nos ponía apodos y preguntaba a quién pondríamos para hacer un cambio. Si alguno faltaba a una práctica lo sabía, como si fuéramos un jugador de su plantel.
Facilitaba las notas, nunca se negaba a una y, como si fuera poco, porque era un intuitivo y simplista del fútbol, te enseñaba.
Cubrir un entrenamiento del “Chulo” era un placer.
Saludaba desde el campo de juego cuando estábamos viendo las prácticas en las tribunas del Monumental de Alta Córdoba y te gastaba una broma.
Ahora a los técnicos le ponen un día a la semana para hablar y podés hacerle una sola pregunta entre un enjambre de colegas.
Obligaba a los jugadores a atendernos. Respetaba nuestro laburo. Terminaba de darte una nota y te preguntaba por tu familia, cuestiones personales y te alentaba a seguir adelante frente a cualquier problema.
Y cuando se “calentaba” por una crítica te lo decía en la cara, sin filtro ni mediaciones.
Héctor Rivoira fue parte de la buena gente que el fútbol siempre tiene y te permite conocer. Ahora que te esconden a los entrenadores y los protegen como si una pregunta fuera a acribillarlos, su figura se destaca aun más.
Buen viaje.
Hacen falta muchos “Chulos” en este fútbol tan engreído.