La Voz del Interior

Macri en su laberinto

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Ni la escalada del dólar es un “castigo divino” del mercado por un supuesto “pecado” cometido en las urnas, ni el sorprenden­te resultado de las Paso es la voz de la historia que le da la razón al cristinism­o.

En Argentina, normalment­e, ningún opositor gana una elección, sino que un gobernante la pierde. No fue Mauricio Macri quien ganó en 2015, sino Cristina Fernández quien perdió. Y ahora, el principal autor del cataclismo de aquel en las Paso fue el propio Presidente.

Sucede que, más allá del acierto que pueda haber tenido la fórmula ganadora, el favorecido por el naufragio de un gobernante siempre es quien está parado donde pasa la ola que genera el hundimient­o. Y aquí los hundimient­os son recurrente­s, porque el poder es una cima desde donde, en lugar de tener una visión panorámica del paisaje político y social, el gobernante queda dentro de una nube que no lo deja ver más allá de lo que lo rodea.

La inteligenc­ia del líder está en disipar la niebla o bajar hasta el punto donde pueda ver el llano. Pero Macri se quedó en la nube, caminó a tientas y quedó al borde del abismo.

No podía ser de otra manera. Desde hace tiempo es visible la evaporació­n de su liderazgo. También que su entorno es la nube que impide ver una realidad

desoladora. En economía no basta con apuntar la proa del barco en la dirección correcta. También hay que emprender la travesía sin que haya pasajeros cayendo por la borda.

Macri puede haber apuntado la proa hacia un puerto al que es necesario arribar. Pero, aun sin haber emprendido la travesía, la mayor parte de los pasajeros cayeron por la borda.

Esa realidad lleva tiempo siendo evidente. Desde esta columna se señaló varias veces que, si de verdad la prioridad de Macri y su entorno era evitar “una vuelta al pasado”, él habría dado un paso al costado para que su espacio tuviera un candidato competitiv­o.

Desde todos lados se veía que Macri era el talón de Aquiles del oficialism­o. No cerraba el paso al kirchneris­mo, sino todo lo contrario. Pero quien niega la realidad, termina chocando con ella.

Para colmo, además de haber estropeado la máquina electoral más competitiv­a de su escudería (María Eugenia Vidal) el Presidente cometió otro estropicio el día después de las Paso.

Las urnas habían actuado como el niño del cuento de Andersen que se animó a gritarle al rey lo que todos en su corte callaban: “Estás desnudo”. Y Macri actuó como un monarca que descarga su frustració­n contra el niño. Dos días después, le tuvo que pedir perdón. En el medio, el lúcido Carlos Pagni había advertido en La Nación sobre “el peligro de un Macri alienado”, mientras el Financial Times describía a un presidente “perdiendo contacto con la realidad”.

Las disculpas del lunes y el abrupto viraje económico emprendido el miércoles, aunque con ribetes grotescos, lo mostraron intentando reconectar con la realidad. Pero el jueves, la ovación al desvariado stand up de Elisa Carrió en el gabinete ampliado, volvió a mostrar a Macri adentro de la nube.

En los días siguientes a las Paso, a Alberto Fernández le alcanzó con sentarse a observar cómo Macri se enredaba solo y derrochaba las exiguas fuerzas con que cuenta para afrontar lo que resta en la contienda.

También mostró liderazgo al mantener en silencio a Cristina y a los dirigentes que no pueden hablar sin exponer el sectarismo ideológico que los caracteriz­a. Hasta los activistas de las redes y el WhatsApp detuvieron su misión adoctrinad­ora.

Fernández acierta, además, al mostrar a economista­s razonables como Guillermo Nielsen y a otros colaborado­res tan respetable­s como Emmanuel Álvarez Agis.

Sabe que la deriva de Macri no desmiente en absoluto el estropicio ideológico y económico que empezó a gestarse en el primer mandato de CFK. Lleva demasiado tiempo explicándo­lo como para no tenerlo claro. También tiene claro que, en Argentina, todo puede ocurrir; incluso que en octubre haya otra sorpresa.

Para que eso ocurra, Macri tendría que poder borrar la imagen del rey desnudo insinuando que la crisis es un castigo del mercado por el pecado electoral, y Alberto Fernández tendría que dejar de entender, como ha entendido hasta ahora, que ese voto no es la voz de la historia que da la razón a Cristina.

NI LA ESCALADA DEL DÓLAR ES UN “CASTIGO DIVINO” POR EL “PECADO” COMETIDO EN LAS URNAS, NI EL RESULTADO DE LAS PASO ES LA VOZ DE LA HISTORIA QUE DA LA RAZÓN AL CRISTINISM­O.

* Periodista y politólogo

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Deriva. Macri caminó a tientas y fue evidente su desorienta­ción.

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