La Voz del Interior

Una niña en Camboya y un instante disparador que lo marcó

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les facilita apuntes, consultas con profesores y otros trámites. También se ocupa de pequeños detalles como escribirle­s un mensaje de aliento el día previo a un examen.

El creador de Fénix aclara que los docentes no les regalan nada a esos alumnos “recuperado­s”. Y refuerza: “Tienen que volver a estudiar en serio”.

Puertas que se abren Lühning se emociona mientras cuenta su proyecto. Por ejemplo, al evocar al primer egresado, Daniel Caudana (41), dedicado desde hace años en Villa del Rosario a la fabricació­n de aberturas.

Daniel se había alejado de la facultad cuando le faltaba rendir sólo Física II para terminar la carrera. Tenía hasta aprobada la tesis. Pasaron 10 años para que volviera, alentado por este plan y por la insistenci­a de Diego.

Durante seis meses preparó Física II, una “materia difícil”. Estudiaba después de cada jornada laboral, a veces en el despacho de su empresa.

Una semana antes del examen, junto a dos excompañer­os (los mismos con los que durante su época de estudiante vivió en Córdoba, “el Negro” y “Pepón”, también adheridos al proyecto), alquilaron un piso y se encerraron a estudiar. La consigna –comenta– fue no usar celulares. “Y la cumplimos”, asegura hoy.

Daniel rindió con 10. Y sintió que se sacó de encima “una mochila como de 100 kilos”.

Pero para recibirse, debía revalidar también su tesis. La preparó durante un mes y medio y se presentó a defenderla.

En diciembre de 2018, a los 41 años, se recibió de ingeniero industrial. Sus padres, a los que les dedicó el título, estuvieron presentes ese día. Daniel cuenta que para ellos fue una enorme sorpresa porque no les había contado sobre su regreso a la facultad.

Para Lühning, ese primer caso significó la confirmaci­ón de que iba por buen camino. Y un empujón clave para seguir por más.

Durante el tiempo que estuvo alejado de la facultad, sin terminar la carrera, Daniel tuvo tres hijas y montó su propia empresa, que emplea a unas 50 personas. Allí, dos grupos de estudiante­s de la misma carrera de Ingeniería industrial realizan hoy su tesis de grado. Todo vuelve.

Volver al aula

Alejandro Medina es otro exalumno reclutado.

Acaba de cumplir 42 años y desde que se sumó al plan viaja dos veces por semana desde la ciudad de Pilar a la de Córdoba, a cursar las materias que le faltan para recibirse. En la UTN comparte el aula con pibes muchos más chicos que él.

De las seis materias que le quedaron cuando dejó los estudios, ya sacó una. “Era la más complicada”, asegura, mientras afirma que ahora empujará por las demás.

El día del examen le pasó de todo. Cuando fue a buscar su auto se dio con que le habían desinflado dos cubiertas. Y una vez en el aula tuvo que salir porque se sentía mareado. Pero terminó el examen y lo aprobó con 10.

“A veces flaqueo. Me cuesta mucho volver a estudiar. Cuando me pasa eso aparece Diego con una palabra de aliento. Es invalorabl­e lo que hace por nosotros. También la familia y los amigos empujan para adelante”, reconoce Alejandro, que avisa que el año que viene se recibirá.

“Pese a que es difícil, porque hay que mechar trabajo y estudio, ahora hasta el título no aflojo”, remarca.

En esa historia, alentados por Lühning, hay unos cuantos más próximos ingenieros.

Diego Lühning se recibió de ingeniero industrial en la UTN cordobesa a sus 32 años.

Cuando terminó la facultad, vendió todas sus pertenenci­as, hasta el microondas, y se dedicó a viajar durante casi dos años.

Entre otros países, vivió en Holanda, Vietnam, Camboya e Israel. Conoció 17 naciones de distintos continente­s, hasta que decidió volver a su Córdoba.

“De esos viajes aprendí que vivo con mucho más de lo que necesito”, apunta hoy.

Pero de tanto viaje, relata que una situación que lo marcó y que asegura que jamás puede olvidar. Uno de esos momentos que quedan grabados a fuego en la memoria.

Le ocurrió en Camboya, en una visita a un templo. Se le acercó una niña de unos 6 años, muy humilde, vendiendo artesanías.

La nena le ofreció una pulsera, que él se negó a comprar. Entonces, la niña se la regaló. Pudo pasar desapercib­ido, pero –asegura– hay pocas cosas que le hayan pasado que recuerde más que ese instante.

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(LA VOZ) En la UTN. Diego es docente en la carrera de Ingeniería Industrial.

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