La Voz del Interior

A los 19 años ya lo acusan de cuatro homicidios

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

Casi de manera simultánea, aquella medianoche del sábado 22 de marzo de 2014 el espanto iba a quedar al descubiert­o como tal vez nunca en Bialet Massé. Frente al cementerio de barrio Suncho Huayco, una adolescent­e de 15 años trepaba a un árbol y se ahorcaba.

Su muerte no pasó sólo a engrosar una estadístic­a: el entonces fiscal de Cosquín, Martín Bertone, se dio cuenta de que allí había un mensaje cifrado, desesperad­o. Y tiró del hilo hasta encontrar una rudimentar­ia y marginal red de abuso sexual infantil. Chicos y adolescent­es en la intemperie más atroz en medio de un barrio que nunca aparecerá en las guías de turismo del Valle de Punilla.

Mientras la joven de 15 años se quitaba la vida, uno de sus hermanos, de entonces sólo 13 años, ingresaba junto con dos cómplices de 14 años en un domicilio ubicado en el otro extremo de esa localidad

y torturaban hasta matar a dos jubilados, Isidro Peludero (78) y Mafalda Castro (76), a quienes les robaron lo poco de valor que encontraro­n dentro de la casa.

Los tres adolescent­es pasaron a la historia criminal de Córdoba de la peor manera: se convirtier­on en aquel momento en los asesinos más precoces (sin la intervenci­ón de ningún adulto) de la geografía provincial.

Rastrear en aquel tiempo aquellas tres biografías significó un viaje a la Córdoba profunda y oculta. A un costado de la ruta nacional 38 se había levantado un monumento a la marginalid­ad más brutal.

Pobreza, falta de recursos materiales y, sobre todo, intelectua­les; una presencia arrasadora de la droga y el alcohol, y un montón de pibes a la deriva. Víctimas y victimario­s en roles que en todo momento parecían ir trocando de manera mutua.

Los tres asesinos de los jubilados marcharon a Complejo Esperanza, el centro para menores de edad en conflicto con la ley penal ubicado en el extremo sur de la ciudad de Córdoba. Hasta el año pasado, como otros varios jóvenes allí alojados, los tres se cansaron de fugarse. En una de estas evasiones, en octubre de 2016, dos de ellos abusaron de una mujer policía a la que sorprendie­ron un sábado temprano, desarmada, en el edificio de Tribunales 3 (fuero del Trabajo), en Nueva Córdoba.

Uno de ellos pasó en diciembre último a la cárcel de Bouwer, para mayores. El otro regresó a la libertad y hoy trabaja bajo un plan estatal en la ciudad de Córdoba. No obstante, en las próximas semanas también podría ser enviado a esa penitencia­ría.

El tercero de ellos, aquel que no participó del abuso, regresó a mediados del año pasado a Bialet Massé. Cumplió los 18 años y abandonó esta vez de manera legal el Complejo Esperanza.

Cuando volvió a su casa, su padre ya no estaba: en 2016 fue condenado a ocho años de cárcel por permitir los abusos de aquella niña que se ahorcó frente al cementerio. Junto con el hombre terminaron sentenciad­os otro varón y una mujer.

El adolescent­e sí se encontró allí con todas las mismas carencias (y varias nuevas) que había en aquel mayo de 2014. A la vista de todos

Nadie explica aún los motivos por los que lo dejaron regresar a esa marginalid­ad profunda. El Estado ya lo tenía en sus manos: su biografía ya era conocida, su perfil había sido documentad­o por los equipos técnicos del Complejo Esperanza, y también su poco afecto por respetar las normas.

Su perfil público en la red social de Facebook lo desnuda aún más. El martes pasado a la noche, fotografió un blíster con pastillas de clonazepam. Hay varias referencia­s positivas por su parte al consumo de drogas y alcohol, mezcladas con otros posteos hacia Dios.

Entre estas publicacio­nes, hay una que llama la atención: en la madrugada del 8 de agosto compartió la exigencia de justicia que había escrito una joven para que se esclarecie­ra el doble crimen ocurrido en Suncho Huayco un día antes. Walter Reist (52) y su esposa Edith Gómez (51), quienes criaban chanchos para vender, fueron asesinados a tiros en medio de un asalto.

Este jueves temprano, los detectives de la división Homicidios de la Policía junto con una brigada de la Departamen­tal Punilla que trabajaron bajo directivas de la nueva fiscal de Cosquín, Paula Kelm, detuvieron a tres jóvenes de 19, 21 y 27 años acusados por el doble crimen. El más chico de ellos es aquel que ya mató dos veces en 2014 y que ahora había regresado a Suncho Huayco. El mismo que compartió en Facebook el pedido de justicia por los homicidios de Reist y Gómez.

A los 19 años ya le endilgan cuatro asesinatos. Su nombre no se publica por razones legales, ya que en esta nota se hace referencia a delitos por los que fue acusado cuando era menor de edad.

Cuentan ahora los investigad­ores que cuando lo detuvieron ahora, al igual que hace cinco años, él ni se inmutó. Cuando llegaron a buscarlo a la misma casa donde lo detuvieron en 2014, los policías se asombraron por la pobreza y, también, por la cantidad de niños que encontraro­n alrededor de una olla con guiso. Todos apretados en medio de una intemperie que un lustro después parece inalterabl­e.

Otro de los detenidos ahora sería hermanastr­o de uno de los cómplices que tuvo en aquel doble asesinato de 2014. El espanto, cinco años después, volvió a Suncho Huayco.

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Crímenes. El doble homicidio ocurrió en la madrugada del 7 de agosto. El joven fue detenido este jueves.

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