El enigma por Mariela terminó con una condena perpetua
La jornada final del juicio por el femicidio de Mariela Bortot fue tan extensa que hizo parecer pocos los angustiosos cinco años y medio que transcurrieron desde su desaparición y muerte. A las 22 del jueves, tras largos alegatos y varios cuartos intermedio, el jurado dio su veredicto de prisión perpetua para Juan Ramón Rodríguez por el crimen de la mujer de Inriville.
El hombre de 42 años fue declarado culpable de abuso sexual con acceso carnal y homicidio calificado en criminis causae en concurso real (esto significa que la mató para intentar lograr impunidad por la violación).
Además se le impartió un tratamiento psiquiátrico y psicológico. Rodríguez llegó a este juicio en medio de una condena que cumple a 13 años de prisión por otro caso de violación.
Probablemente, Mariela nunca hubiera sido encontrada, o quien sabe cuánto se hubiera tardado, si el propio autor de su muerte, desde la cárcel de Villa María, no levantaba el teléfono para meterse en el papel de supuesto testigo.
Aseguró que tenía datos de lo que había pasado con la mujer. En su siniestro plan, pidió primero hablar con las hijas de la víctima. Dijo que a ellas les revelaría lo que sabía. Durante un tiempo, su participación en el caso fue como testigo, aportando datos que la Justicia fue siguiendo en la búsqueda del cuerpo. Su mente criminal lo impulsó a volver al lugar del hecho y querer acercarse a los familiares de su víctima.
Su estrategia se desmoronó ante las contradicciones en su coartada. Según su relato inicial, supuestamente había visto a un grupo de hombres atacar a una mujer el día que desapareció Mariela. En ese momento, este peón rural conducía una máquina fumigadora en un campo cercano a Inriville, junto a un camino por el que la mujer había salido a caminar.
En el juicio quedó probado que ese 25 de enero de 2014 la víctima fue abordada por Rodríguez, quien la llevó por la fuerza hacia el interior de un maizal, la atacó, la violó y la estranguló.
Al otro día, bien temprano, el hombre habría trasladado el cuerpo de la mujer en la fumigadora hasta el lugar donde la enterró. Un grupo de personas que volvía de una domada, en el amanecer del domingo 26, dijo ver la máquina estacionada y sin ocupantes justo al frente del lugar donde luego fueron hallados los restos. Se supone que en ese momento Rodríguez estaba ocultando a su víctima bajo tierra.
El 18 de noviembre de 2016, el cuerpo fue desenterrado en medio de ese monte entre Inriville y Monte Buey. El lugar preciso fue señalado por el propio imputado, una vez que su mentira se había derrumbado por completo.
El juicio que terminó con su condena se extendió varias semanas. “En esta causa no quedó ninguna duda que controvierta la acusación. Después de cinco años y medio de trabajar todos los días en el caso, hemos logrado la sentencia que pedíamos”, comentó el querellante Horacio Baleani.
El abrazo final entre las dos hijas de la víctima permitió soltar una carga de emociones acumuladas desde enero de 2014.
No fue fácil para las dos jóvenes sobrellevar este proceso. Una de ellas pasó además por una dolorosa situación en medio de una inspección ocular que se hizo el miércoles 7 de este mes por los campos donde se había producido el crimen. Fue cuando uno de los jueces le pidió que se parara al lado del acusado para representar la figura de su madre.
La mujer aceptó, pero inmediatamente se quebró en llanto. No soportó estar junto al supuesto asesino de su madre. La dramática situación puso final al trámite judicial.
En todo momento el imputado se mantuvo inmutable. Su gesto serio, sin emociones, marcó su rostro en todo el proceso. Hasta cuando estuvo junto a la fumigadora, a centímetros de las hijas de su víctima, actuó con total indiferencia. lavoz.com.ar/sucesos