La Voz del Interior

El poder real está buscando su cauce Edgardo Moreno

- Edgardo Moreno Panorama nacional

Algo peor que el resultado de las primarias le estalló en las manos al presidente Mauricio Macri tras el triunfo contundent­e de sus adversario­s. Su método habitual para tomar decisiones quedó enfrentado con la realidad.

Nunca dejó de confiar en los sensores que monitoreab­a Marcos Peña y en el diseño de campaña que sugería Jaime Durán Barba. Encuestas que presumían del máximo rigor metodológi­co y un discurso político adecuado a las demandas detectadas.

Ya es pasado. El Gobierno camina aturdido por la urgencia de encontrar un método de reemplazo que le ayude a contener la crisis económica y que le otorgue al Presidente el único atributo que lo puede sostener competitiv­o para octubre: proveer de gobernabil­idad.

Tanto mejor actúe Macri como administra­dor en un contexto de crisis, tanto más puede rescatar su candidatur­a del abismo al que se asomó en las primarias.

No es más que sentido común, pero el impacto del resultado adverso fue tan intenso que le llevó al Gobierno un par de días asumirlo.

Fue necesario el trayecto desde la negación de las primeras horas, el enojo del día después, el retroceso con disculpas y apertura al diálogo y la reacción con medidas económicas cuyo alcance político parece cuanto menos incierto. Y resta todavía enfrentar la auditoría inminente del Fondo Monetario. El ministro Nicolás Dujovne era el interlocut­or privilegia­do del acuerdo con el FMI. Le comunicó ayer su renuncia a Macri. No enfrentará a los técnicos del Fondo para informar el desvío de la meta fiscal comprometi­da.

Su reemplazan­te, Hernán Lacunza, tendrá esa tarea. Lo acompañará Guido Sandleris. Fue

su colaborado­r en el manejo de las finanzas bonaerense­s, antes de asumir desde el Banco Central el otro compromiso de base con el Fondo: emisión cero.

Los temblores en el gabinete tienen ahora una dinámica distinta. Siempre ocurrieron como una disputa de aliados para acrecentar su poder mediante la cercanía con Macri. ¿Esta vez los aliados esperan los cambios para preservar espacios alejándose de él? El canibalism­o de Cambiemos enfrenta en estas horas su desafío final.

No es que los adversario­s de Macri carezcan de preocupaci­ones similares. El triunfo siempre opera como sordina. El regreso al poder parece irreversib­le, pero todavía no se ha concretado.

Hay una novedad que se instaló con potencia. Cristina es el liderazgo del espacio opositor. Alberto Fernández es el candidato ampliament­e más votado. En términos electorale­s, la ecuación ha resultado exitosa. Comenzó a rendir su examen de estabilida­d.

El repliegue táctico de Cristina le permitió al peronismo unificar la ventanilla de cobro del voto castigo. El eje de campaña “orden o caos” funciona ahora tal como lo había imaginado el Instituto Patria. El lunes posterior a la elección fue la constataci­ón más evidente de la profecía autocumpli­da. Todo el costo político del derrumbe de los mercados por el triunfo del kirchneris­mo lo pagó la dañada credibilid­ad de Mauricio Macri.

Curiosa paradoja: la primera vez que Cristina acertó un pleno en el diseño de una estrategia electoral fue cuando decidió autoexclui­rse como principal candidata. El rédito ya la favoreció en lo inmediato. La corrupción de su gobierno ha desapareci­do de la agenda pública. Está a punto de conquistar el indulto de los votos.

La expresiden­ta ha conseguido, además, una expansión territoria­l que también será legislativ­a. Dirigentes de La Cámpora se aprestan a asumir la administra­ción de potentes municipios bonaerense­s. Axel Kicillof –otra apuesta personal de Cristina– ya saborea la gobernació­n de la provincia más poblada del país.

La mesa chica de la oposición ha comenzado a funcionar reflejando esa composició­n de poder interno: Cristina, su hijo Máximo, Wado de Pedro y Alberto Fernández.

El candidato a presidente bascula entre ese núcleo decisorio y sus consejeros de la calle México: Santiago Cafiero, Matías Kulfas, Cecilia Todesca, el vaticanist­a Ernesto Valdez, Alberto Iribarne. Más la procesión de bautizados en el albertismo de los últimos días.

Su capital no es ese, sino los votos que obtuvo. Su argumento, tan cierto como indecible: con Cristina se perdía.

Sus asesores pueden interpreta­r que hay una transferen­cia de poder real que ya comenzó a operarse. Fue la palabra del candidato la que marcó el punto de equilibrio entre la profecía del caos y el aporte a la gobernabil­idad. Se expresó en el idioma universal de las crisis argentinas: el precio del dólar.

Agregan que los éxitos territoria­les de La Cámpora pueden significar una ayuda impensada. Los referentes de Cristina tendrán que ponerse a administra­r sus municipios. Kicillof tendrá a su cargo el gigantesco espacio del Estado bonaerense. Con un presupuest­o en crisis, van a estar ocupados los ideólogos.

Confían en que esa novedad territoria­l le permitirá al albertismo articular una mejor alianza interna con los gobernador­es.

Por ahora, Alberto Fernández comparte con Macri la inédita condición de ser a un tiempo candidatos competitiv­os y actores responsabl­es de una frágil gobernabil­idad.

Así como la misión del FMI le recordará a Macri que la elección argentina es algo más que doméstica, Fernández ya tuvo dos alarmas significat­ivas.

Brasil advirtió que puede desenganch­ar a la Argentina del último tren de oportunida­des al que apenas pudo subirse: el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.

Y, desde Venezuela, el jefe militar de la dictadura metió el dedo en la llaga. Los votos son de los Kirchner, recordó Diosdado Cabello.

Libre ya de los salvajes incordios de Comodoro Py, ¿Cristina Kirchner seguirá replegada o auditará liderazgo?

Ha dejado de ser la incógnita principal de Mauricio Macri.

LOS VOTOS QUE HACE UNA SEMANA ATURDIERON AL GOBIERNO AHORA DESAFÍAN A LA OPOSICIÓN.

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(TÉLAM) Cristina. Su repliegue le permitió al peronismo unificar el voto castigo.
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