“No estoy al día ni miro las noticias”
La española Flavita Banana es una de las dibujantes humorísticas del momento. Invitada a la Feria del Libro, presentará su obra, que se destaca en soportes analógicos y digitales.
Si una crecida Mafalda se hubiera dedicado al humor gráfico, sus viñetas bien podrían asemejarse a las de Flavita Banana (Oviedo, España, 1987). Urgentes, sagaces y de estricto blanco y negro, los dibujos de Flavia Álvarez hicieron el camino inverso de las redes a los diarios impulsados por una interactiva popularidad.
Su estilo de elegancia punk sintetiza el zeitgeist con una línea que bordea la risa y la desesperación. Los prejuicios, los arquetipos, los binarismos, los mandatos, el machismo, la depilación de axilas, el romance y los finales felices son batallados a fuerza de pinceladas que arrojan en su recorrido los sinsabores del sarcasmo 2.0: la soledad, la neurosis, la depresión.
Invitada a la Feria del Libro y el Conocimiento, la artista –de cientos de miles de seguidores en la web, humorista de El País y autora de varios libros– suscribe en tinta y alma al lema “lo personal es político”. Si bien su espectro se ha ampliado a tono con el generalismo de los matutinos, el foco permanece en los hábitos, los vínculos y la vida de la mujer de siglo 21.
“La actualidad mundial no es lo mío, me gusta que las viñetas se puedan entender de acá a 20 años – señala Flavita Banana por e-mail–. Al final lo molecular es un reflejo de lo planetario, y las relaciones personales, el género o las inquietudes mortales acaban funcionando como metáfora del panorama político. Me ahorro de tener que estar al día y mirar las noticias”.
Y completa: “El feminismo no fue una decisión. Me crié con mi madre y hermana así que la idea de que podemos hacer de todo por nuestra cuenta siempre estuvo. A medida que fui conociendo el movimiento vi que tenía un nombre y me sorprendió que aquello que daba por hecho fuera una lucha para otras. Por ser privilegiada en el conocimiento y el convencimiento me decidí a ilustrar aquellos aspectos nimios que quizá pasan inadvertidos, para ayudar en la educación de las mujeres. La clave del humor entra más dulcemente. Las facciones reivindicativas o violentas son igual de necesarias pero ahora me siento cómoda en la sátira. Y si hay hombres a quienes eso les entra, fabuloso”.
–¿Cómo sobrellevar la desactivación del amor y la felicidad?
–Los grandes conceptos de la vida como el amor, la felicidad, la muerte o el éxito son estructuras rígidas y clavadas en nosotros desde la infancia. Lo que nos han hecho creer como correcto o bello, ya sea la vida en pareja, la monogamia, una carrera profesional ascendente, la romantización del cuidado doméstico o la maternidad obligatoria son inventos patriarcales que benefician a su propio sistema. En la práctica esos conceptos son la mayor fuente de tristeza de mucha gente, por lograrlos o no alcanzarlos. Es difícil liberarse de esa educación, pero gratificante. No es necesario ir más allá, simplemente ir de otra forma. Permitirnos ser flexibles, abiertos, dudar de lo establecido y regirnos por cómo nos sentimos y no por cómo nos dijeron que debemos hacer las cosas. ¿El camino es tremendamente accidentado y solitario? Sí, pero vale la pena.
–Trabajás en analógico y digital. ¿Cómo ves ambos formatos?
–El público que tiene el teléfono constantemente en la mano es más agotador que un público que compra el diario cada domingo. Los primeros pueden ver toda tu producción cuando quieran; los segundos tiran el diario tras leerlo. Internet es un invento maravilloso que nos iguala, nos conecta e informa, pero también es algo encendido las 24 horas. Esa igualdad permite a cualquiera comentar lo que quiera, con sus consecuencias. Me considero viñetista de diarios y uso las redes como escaparate. Aprendí a relativizar y no anteponer cantidad a calidad.